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Junta militar tailandesa afianza su poder pese a la condena internacional

Junta militar tailandesa afianza su poder pese a la condena internacional

Las nuevas autoridades militares detuvieron a la ex primera ministra Yingluck Shinawatra y su familia, y los condujeron a una ubicación secreta.


La nueva junta militar de Tailandia afianzó hoy el poder, que tomó ayer en un golpe de Estado, tras nombrar al jefe del Ejército como primer ministro, citar a decenas de políticos y acentuar el control sobre la prensa, pese a las condenas de la comunidad internacional.

El Consejo para el Mantenimiento del Orden y la Paz Nacional, el nombre oficial de la junta, también prohibió a 155 personalidades salir del país, incluidos miembros del Gobierno depuesto.

La ex primera ministra Yingluck Shinawatra, quien se refugió en la casa familiar de Chiang Mai (norte) después de que el Tribunal Constitucional forzase su dimisión hace dos semanas por un caso de abuso de poder, llegó al Club del Ejército de Bangkok en un coche blindado, sin que por el momento hayan trascendido más detalles.

Su sucesor, Niwatthamrong Bonsongpaisan, que se encontraba en paradero desconocido desde la asonada, también se personó, así como Somchai Wongsabat, primer ministro en 2008, y la esposa de éste, Yaowapa, que es hermana de Yingluck.

Otro de los citados fue Noppdon Pattama, asesor legal del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, hermano de Yingluck y Yaowapa y figura clave de la crisis política que consume Tailandia.

Las citaciones, cuya omisión acarreaba una orden de detención, se emitieron poco antes de que el jefe del Ejército, Prayuth Chan-ocha, se autoproclamara primer ministro en funciones de Tailandia.

La ley marcial y el incruento golpe de Estado son, según el propio Prayuth, un «sacrificio» que asume por la unidad y la estabilidad del país.

La intervención militar se produjo después de ocho meses de protestas para derribar el Gobierno que han costado 28 vidas humanas y más de 800 heridos.

En menos de 24 horas del golpe de Estado, el duodécimo de la Tailandia democrática, los campamentos de los manifestantes antigubernamentales y progubernamentales en Bangkok se han desmantelado y sus ocupantes han regresado a sus casas.

La Constitución ha sido suspendida, salvo algunas disposiciones, se ha decretado un toque de queda desde las diez de la noche a las cinco de la mañana, se han prohibido las reuniones públicas de más de cinco personas y se ha amordazado la prensa, con cierres de canales de radiotelevisión y la amenaza de clausurar cualquier medio que provoque agitación.

Aunque la junta militar tiene retenidos a los jefes de los movimientos antigubernamental y progubernamental (camisas rojas), y la mayoría de sus seguidores han regresado a sus casas, algunos se atrevieron hoy a expresar su descontento.

Un grupo de 80 personas marchó por el Movimiento a la Democracia, otro de unas 300 protestó en el centro comercial de Bangkok y bandas menores o individuales manifestaron su descontento en otras zonas de la capital, o en otras ciudades del país.

«Queremos elecciones, no queremos el control del Ejército. Estoy enfadado, muy enfadado. ¿Por qué tiene el primer ministro que ir a declarar ante el jefe del Ejército? ¿Qué está ocurriendo?», declaró a Efe bastante agitado Reungsak, en el Club del Ejército.

Otros defendieron la intervención militar, como Panya Prommanon: «No importa, ahora al menos hay paz. No pasa nada porque la democracia de los camisas rojas está mal».

El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, indicó que «no hay justificación para este golpe de Estado», reclamó la inmediata restauración del gobierno civil y adelantó que la asonada «tendrá implicaciones negativas» en la relación bilateral.

La ONU, la Unión Europea y otros países también han expresado su preocupación por el camino adoptado por Tailandia.

El diario tailandés Bangkok Post advierte hoy al general Prayuth en su editorial de que la intervención militar ahondará la crisis política, en vez de solucionarla, y le recordó lo ocurrido con el golpe de 2006 que derrocó a Thaksin.

«El (Prayuth) tendría que saber que el ansiado objetivo de conseguir la reconciliación nacional está cada vez más lejos que en 2006, cuando se dio el golpe para restablecer la paz y la armonía nacional, las mismas metas que ha puesto ahora», dice el articulista.

La asonada de hace ocho años estableció un gobierno provisional, redactó y aprobó una nueva Constitución y convocó elecciones a finales de 2007, que ganaron los mismos que habían depuesto, los aliados de Thaksin.

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