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Hipocresías a la derecha


La derecha ha encontrado un nuevo leit motiv: la paz social. Es la nueva punta de lanza que esgrimen contra Ricardo Lagos. Le piden que dé estatura de estadista y anuncie las medidas necesarias para alcanzar la paz social.

En resumen: terminar con cualquier posibilidad de desafuero y juicio a Pinochet y con las causas por violaciones a los derechos humanos que investigan los tribunales y en las que aparecen involucrados militares.

Paradójicamente, quienes en un momento de la historia de este país se contentaron y celebraron una sigular «paz social» instaurada a punta de bayonetazos y sangre, sin el menor asomo de compasión por el otro, hoy claman por un gesto político que libere del agravio de enfrentar a los tribunales a los uniformados.

Lo que se juega no es menor: en el fondo se está pretendiendo impulsar un acuerdo político que eluda e inhiba el funcionamiento de las instituciones de la república, en este caso los tribunales.

Por eso mismo, la oposición está creando un clima de gran expectativa sobre el discurso del 21 de mayo del presidente Lagos. Expectativas en torno a este concepto de paz social que ahora se ha publicitado. Los «problemas reales de la gente», en particular el alto nivel de cesantía que se mantiene, han pasado a un lugar secundario. Y el peligro es mayor: puede existir la tentación en algunos de la Concertación de embarcarse en este nuevo ejercicio de «ingeniería política», seducidos por la idea de escribir una página en la historia.

En algunos de la derecha, en tanto, subsiste esa suerte de arrogancia de pretender que ellos son los que saben lo que el país necesita. Cuando el mundo está cambiando a la velocidad que lo hace hoy, y después de escuchar por años el discurso de «mirar hacia delante», en verdad pareciera que el sector duro de la oposición es el que se ha quedado pegado atrás.

Si la impunidad es intolerable, y si el avanzar hacia adelante no tiene sentido si no se deja sancionado que el crimen y la tortura son inaceptables, insistir en el olvido -el olvido complaciente, en el fondo, con los crímenes- es cosa añeja. Esa es la paradoja: un discurso que pretende hablar de futuro sin asumir que desde la impunidad el futuro es imposible de construir.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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