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Una reforma para alcanzar el desarrollo

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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El Presidente Lagos invita al país a unirse y crecer para lograr hacia el 2010, fiestas del Bicentenario, el mentado desarrollo. Se señala que recuperando el ritmo de crecimiento anual de un 6 o 7 por ciento se lograría un ingreso percápita del orden de los 15 mil dólares, las cifras de la España de hoy.

La invitación es compartida por diversos sectores políticos con la limitación de un debate que suele reducirse a que dicho desarrollo llegará con el crecimiento económico, mayor educación y el fin de la transición, con la solución a los derechos humanos y las reformas políticas.

Falta a nuestro juicio un tema esencial; mayor descentralización y en especial generar regiones fuertes que apuesten a dinamizar el desarrollo desde los territorios, con los clásicos elementos de una correcta descentralización; generación democrática de una autoridad distinta a la delegación del poder central, manejo de recursos propios y no mera priorización de fondos nacionales, y un conjunto de competencias y programas que le permiten introducirse en todos los temas relevantes para el desarrollo territorial.

Este texto enfrenta esta cuestión medular que es de difícil acuerdo y resolución en la clase política chilena. El éxito relativo del llamado «modelo chileno» en el contexto latinoamericano – reformas económicas y apertura, crecimiento económico, estabilidad, baja corrupción, disminución de la pobreza dura, reformas en educación y justicia -, genera ciertas cegueras y cultura de no reforma e inmovilismo que impiden mirar en forma más estructural problemas de fondo del modelo que en parte hicieron crisis en 1999: débil diversidad económica, bajo salto tecnológico, centralismo político, mala distribución del ingreso, contaminación y aumento de la concentración económica en Santiago, entre otros. Frente a muchos de estos problemas hay conformismo, respuestas inmediatistas, sectorializadas y particularmente la tendencia a la creación de agencias nacionales para enfrentar los más diversos problemas, desde pobreza, jardines infantiles, hasta programas de fomento productivo, pavimentación, construcción de sedes comunitarios y decenas de otros programas que en el mundo desarrollado son competencias municipales y regionales.

Volviendo al ejemplo de España. Si se quiere tener los niveles de vida de la península de hoy habría que remontarse a su transición a fines de los 70s y al Gobierno socialista que en los 80 hizo de la autonomía regional un ingrediente esencial del dinamismo de los territorios en buscar desarrollo económico, alianzas para la competitividad de los territorios vinculando industria y tecnología, identidad cultural y turismo, deporte y calidad de vida, entre tantos temas. La España moderna, más equitativa, que hoy reencuentra el crecimiento económico, se funda en un modelo de mayor liberalización económica con una fuerte descentralización política, lo que provocó a su vez una alta participación política y control social del poder, creciendo los centros de innovación y buen gobierno.

Entonces, se propondrá que hace falta una gran reforma para lograr el concepto de desarrollo. Parasafreando aquel libro crítico de comienzos del siglo XX, «Sinceridad», en el cual se enfatizaba la necesidad de educación para alcanzar el desarrollo en tiempos del centenario, hoy para el bicentenario, reclamamos «Regionalismo» en Chile, como invitación a realizar reformas descentralizadoras para soñar el Bicentenario con mayor equidad, calidad en los empleos y niveles altos de integración social y ambiental.

* El autor es secretario general del PPD. El presente texto es parte de un libro en camino, sobre cuestiones regionales, escrito junto a Giorgio Martelli.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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