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Lo Conservador del Consenso


El consenso se rompe del mismo modo en que se construye, o sea, de a poco y con mucho costo. Aunque el costo de construir consensos es mayor que el destruirlos, basta sólo pensar en los sueldos de los políticos, y sobre todo de sus colaboradores, asesores, redes de ayuda, y amigos. Pero destruirlos, es una tarea mucho más difícil.

No me refiero a esos consensos tan precarios como la carpa del circo, sino a todo aquello que damos por normal y natural. Los hay de la más variada naturaleza: es tan normal y natural hacer loas a la democracia como decir que el pan engorda. Si le pillara a uno en esos días en que amanece sintiendo la cultura local a contrapelo y sin muchas ganas de andar sonriendo – porque la mantención del consenso requiere de muchas sonrisas- la situación sería de alto riesgo, tanto para los consensuados como para el que va ese día de ácrata. Pero el que va ese día de ácrata (sólo ese día, otra cosa es totalmente insustentable!) corre el peligro de quedarse sin tribuna: así, si las embiste contra el principio de las mayorías que sustenta a las democracias, hasta ahí llegamos no más!. Lo mismo que con el pan: ya ve usted a los pobres panaderos de siempre diciendo que el cuerpo también necesita calorías, bueno no tantas… pero algunas, y nada, hasta ahí no más llegamos!

Hay otro conjunto de cosas que son parte constituyente del consenso: son las explicaciones que damos por normales y naturales. Es normal y natural que el médico siempre llegue después del paciente, y que a ningún paciente se le ocurra decirle que está mal planificado, y menos aún si esto ocurre con un alcalde, por ejemplo. La explicación normal y natural es entonces, va a tener que esperarlo, mientras, en el mejor de los casos, le muestran una silla grasienta y unas revistas antiguas, o le hacen un sitio en medio del pasillo donde usted, obligatoriamente, debe permanecer sentado.

Los consensos de la cultura local permiten, efectivamente, el consenso, es decir, que nos matemos los unos con los otros y que confiemos en que el mañana existe. Pero también tienen muchos efectos perversos, tales como aplastar como moscas a las ideas distintas (otra cosa es permitir las instalaciones de arte!), tolerar la falla con una sonrisa cómplice, repetir el error para no pelearse con nadie, persistir en las diversas formas de discriminación, creer que las cosas van a cambiar con un poco de buena voluntad, y así por delante.

Estos consensos son conservadores, en el sentido de que conservan, hacen perdurable, lo que es conservador de nuestra vida social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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