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Ley de Divorcio, una solución pendiente


Una de las materias sociales más importantes, y que aún se encuentra pendiente en el Senado, es la legislación de una Ley de Divorcio, que resuelva innumerables situaciones por todos conocidas, y que acabe con el fraude legal que constituye el actual sistema de nulidades.

Este tema será el centro de futuros debates, y es una materia que ha esperado por años una solución, ya que han sido los sectores más conservadores y minoritarios de la sociedad, quienes mediante una gestión transversal que atraviesa a la mayoría de los partidos políticos, los que se han empeñado en descalificar esta iniciativa, privando así a miles de familias de su derecho a regularizar su estado civil y tener la oportunidad de rehacer sus vidas.

Es tiempo de avanzar, por lo que los Senadores deberán atender la demanda social que representa esta materia, que hoy sin resolverse, se basa en una mentira, en resquicios legales que pocos pueden financiar y donde se ahondan las desigualdades ante la Ley. En la actualidad sólo los que tienen dinero suficiente, logran salir aparentemente del conflicto que representa permanecer casado con una persona con la que ya no es posible seguir adelante, acudiendo a un mecanismo equivocado que «anula» una relación como si ésta nunca hubiese existido.

Erradamente, los «anti-divorcistas», estiman que nosotros somos contrarios a la Unidad de la Familia, cuando efectivamente lo que está en juego, es permitir que las parejas que realmente se aman y desean proyectarse puedan formalizar su relación, que debido al fracaso de una relación anterior, hoy el Estado no se los permite.

Somos defensores de la Libertad y creemos que el Estado debe jugársela para que las libertades se acrecienten, por lo que tutelar y forzar una de las decisiones más íntimas, si dos personas desean o no seguir juntas, es una gran contradicción al ejercicio de la Libertad.

Una abrumadora mayoría considera que el matrimonio debe protegerse y que es para toda la vida, no obstante, la realidad es otra, y quienes no han podido cumplir con ese sueño, merecen la oportunidad de volver a intentarlo, merecen una estudiada salida legal a un compromiso que no pueden mantener.

El Divorcio no es la causa de las rupturas matrimoniales, sencillamente es la consecuencia de un conjunto de factores que hicieron imposible la prolongación de una vida en común. El Divorcio no es el motivo para acabar con una relación estable, sino únicamente la herramienta, menos deseada, por la cual se llega pacíficamente a concluir un problema, que según el criterio de sus propios protagonistas, no ofrecía otra solución.

Chile requiere de una Ley que estipule el futuro de los hijos, que determine el patrimonio familiar, que proteja y ordene los intereses de cada integrante de la familia y que definitivamente otorgue esa libertad fundamental, que es poder decidir sobre el propio futuro.

El Divorcio no es una tema exclusivamente de tipo moral, es una problemática social. El reconocimiento de las crisis que experimentan muchas familias, no es ser partidario de que ellas se produzcan; comprender que hay casos insalvables, no es debilitar la Familia; es claramente intentar fortalecer una sociedad sana, diversa, libre, madura y más justa. Cientos de leyes de Divorcio no debieran afectar a un hogar bien constituido y feliz, sin embargo una sola Ley, bien pensada e inspirada, logrará el objetivo de entregar paz a muchas parejas y concretar el anhelo de estar mejor.

Como un ejemplo puedo señalar a la religión judía, que contempla un tipo de divorcio y sin embargo, presenta índices muy bajos de rupturas matrimoniales. Al mismo tiempo, conviene tener presente lo que las autoridades deben hacer para fomentar o facilitar la vida en pareja, como estudiar la escasa privacidad que poseen las viviendas básicas, la infraestructura, etc., factores que permitan a la familia tener mayores espacios de reunión y a la pareja de intimidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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