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La Falla Geológica


Andrés Allamand, mucho mejor analista que político, patenta cada cierto tiempo expresiones que perduran para explicar fenómenos profundos de la sociedad chilena. Así ocurrió con «los poderes fácticos», fórmula con que alguna vez definió a la trilogía militares-empresarios-El Mercurio, concepto que se popularizó rápidamente para definir el problema básico de la derecha democrática que fracasó en Chile.



Hace unos días, ante una audiencia de millones de personas en la entrevista dominical de TVN, Allamand describió el conflicto entre las dos almas económicas de la Concertación como una «falla geológica», una especie de abismo subterráneo que subyace bajo la superficie aparentemente consolidada de la alianza de gobierno.



Como toda imagen, ésta tiene un enorme poder evocador. Uno se puede imaginar al Presidente Ricardo Lagos con un pie en cada lado de una enorme grieta que se abre rápidamente ante sus propios ojos y que divide sin vuelta el piso político que lo sustenta.



El conflicto fue públicamente detonado por las declaraciones del ministro Nicolás Eyzaguirre en un seminario del PPD en las que, grosso modo, describió dos modelos de desarrollo económico para Chile bajo la Concertación. Uno que reduce controles, libera fuerzas del mercado, privatiza empresas y ofrece reglas claras a los empresarios, y otro que introduce desconfianzas, añora más controles y glorifica al Estado.



Como es evidente, ambos perfiles están caricaturizados, pero sirven para graficar esta «falla geológica» que, muchos creen, terminará trizando a la Concertación mucho más que los conflictivos pactos electorales.



Si bien nadie en la Concertación quiso recoger claramente el guante de los dichos de Eyzaguirre -salvo quizá Guido Girardi que logró desorientar a algunos analistas al alinearse claramente detrás del ministro, militante PPD-, lo cierto es que sus declaraciones calaron hondo en la alianza gubernamental. Por de pronto, tanto Ricardo Hormazábal como Ricardo Nuñez, presidentes del PDC y del PS respectivamente, se expresaron privadamente en contra del ministro, al tiempo que Lagos y el ministro José Miguel Insulza lo respaldaron. Insulza llegó incluso al punto de posicionarse como el campeón de las privatizaciones en una entrevista ofrecida al viernes a El Mercurio, que causó de paso la ira de Hormazábal, pero que fue respaldada por Lagos a su regreso de Nueva York.



El sábado, en un cónclave del PS, fue mayoritaria la postura de rechazar tanto las declaraciones como la política de Eyzaguirre y se deploró la idea de quitarle al proyecto de reforma laboral los puntos más conflictivos. El domingo, en una entrevista con El Mercurio, el presidente de la DC alabó de todas las formas posibles a Lagos. Pero debió admitir que el único problema que se observa en la Concertación hoy día «es que Lagos es más de mercado que nosotros, que somos de economía solidaria».



Lagos, finalmente, convocó a una «cumbre» de ministros, parlamentarios y dirigentes políticos de la Concertación para tratar de ordenar las filas y limar asperezas, particularmente en vista de las elecciones municipales, cuyo resultado es crítico para la batalla mayor de estos años: las parlamentarias del 2001. Un dicho cínico que recorre los pasillos de la administración de Lagos es que de esas elecciones la Concertación no sale viva.



La «falla geológica» que ven algunos en la derecha no es más que la frontera de lo políticamente permisible para el alma fundacional de la Concertación. Porque si Eyzaguirre quiere apropiarse del futuro, sus oponentes son dueños de un pasado duro que los unió en muchas batallas políticas. El PS y la DC nunca estarán del lado de Eyzaguirre, so pena de contradecir su propia historia y cohesión interna.



Algo nos dice, entonces, que esta batalla está recién comenzando y que, aunque se le eche tierra por ahora, la «falla geológica» obligará a Lagos a saltar a un lado o al otro de la grieta antes de que la fractura acabe por tragarlo a él.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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