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Pisar el área rival


En el fútbol (para no hablar esta semana, de nuevo, de la incomodidad militar, incomodidad por tener que solidarizar con Pinochet, cada día más acusado y al mismo tiempo abrazado y abrasado por los crímenes de su régimen) una de las discusiones más recurrentes es cómo jugar de visita. ¿Replegados para elaborar rápidos contragolpes, como verdaderas incursiones guerrilleras tras las líneas adversarias, aprovechando el despliegue macizo y masivo de éstas? ¿O, por el contrario, con una actitud agresiva, presionando fuertemente en el campo adversario, provocando el error de los enemigos cerca de su portería, ahogándolos en su propia área defensiva?



La respuesta es simple: depende. Si se es menos que el rival -por temperamento, técnica y físico- normalmente se opta por la primera alternativa. Si uno se siente superior, es más válida la segunda.



Pues bien, la UDI -sí, la Unión Demócrata Independiente- ha dado una nueva muestra de que se siente más y que, sin complejos, está planteando el juego a la Concertación no saliendo con esporádicos contragolpes desde sus trincheras, sino que instalándose en terreno rival.



¿Cómo no entender de esa forma la propuesta, la promesa formulada por su presidente, Pablo Longueira, de llevar como candidatos en las elecciones parlamentarias del próximo año a figuras destacadas de la Alianza por Chile en distritos fuertes de la Concertación, como Cerro Navia, donde ha roncado Guido Girardi?



La coalición oficialista obtuvo el 52 por ciento en los pasados comicios municipales, pero es innegable que ha ido replegando sus líneas y el juego está planteado cada día más cerca de su valla. No es que la estén agarrando a pelotazos, pero ve circular la bola por los pies de los del otro equipo, con una persistencia que les preocupa.



Para su fortuna, el once del oficialismo todavía cuenta con ese factor extra, el de las tribunas, que cada cierto tiempo entona esos cánticos relativos al ex dictador que tanto hieren a la hinchada derechista. Y que la desmoralizan. Es como mentarle cada cierto tiempo el error histórico, ese penal absurdo que costó una final. Claro, la oposición puede terminar con el síndrome de la Universidad Católica (tan identificada con la UDI), ese equipo tan bueno para manejar la pelota, pero finalmente tan acostumbrado a no alcanzar los campeonatos por falta de corazón.



La UDI, en un giro que viene desde hace años, está poniendo ese ingrediente del corazón y el empuje en la derecha. Por de pronto, sigue trabajando en terreno, entremezclándose con la gente, algo que el oficialismo ha perdido por hastío, comodidad, aburguesamiento o lo que se quiera.



El gobierno juega con un solitario hombre en punta -Ricardo Lagos- pero todos sabemos que en el fútbol, que de esos estamos hablando, es un equipo entero el que debe armar el juego, jugar cohesionado y generar las ocasiones para que, aunque jugando con un Llanero Solitario arriba, éste pueda marcar sus goles. Y si no se le alimenta, ese Llanero se agota, pica en diagonales inútiles, devuelve paredes a quienes no lo acompañan, y puede terminar aburriéndose.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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