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Todo por un sillón


Hace unos pocos días y con motivo de una crítica literaria al libro «La delgada línea blanca» de Rodrigo de Castro, los autores (2) describían en modo francamente magistral, la desagregación por la que atraviesa nuestra sociedad y en particular las estructuras básicas de la política formal, los partidos, que estarían en manos de grupos que representan más una asociación de intereses privados que otra cosa.



Dicho así, pareciera ser hasta inofensivo si se piensa que las leyes de mercado y el libremercadismo facultan a todas las personas para crear empresas o actividades que les permitan ganancia y riqueza.



Lo grave empieza cuando el objeto en cuestión, que se utiliza para obtener beneficios privados, es precisamente lo opuesto a una empresa comercial o financiera pues sus objetivos declarados son cosas tan lejanas de aquello como ideología, proyecto, propuesta, programa, acción social y comunitaria, bien común, justicia social, igualdad de oportunidades, libertad etc.



Si aceptamos esta premisa, veríamos que hay un acto de apropiación indebida de organizaciones que se usan para conseguir fines contrarios a sus propios objetivos declarados; hay además falsedad ideológica en todo el valor penal que tiene la acepción y hasta publicidad engañosa, si se las considera finalmente meros instrumentos de beneficio de personas.



Pues bien, todo este cuadro es el que presenta – formalmente hasta ahora – el enredado tema de la negociación parlamentaria, o sea de los cupos que piden y obtienen los partidos para levantar postulaciones al Senado y a la Cámara de Diputados.



Este es un caso que no sólo parece afectar al partido al que pertenezco sino inclusive a los dos bloques principales que se enfrentan electoralmente. En la forma y en el fondo, en actos y en contenidos, adquieren una similitud que los hermana, al menos para el observador externo, en la defensa del sistema binominal heredado de la dictadura.



La escasa conciencia de la precaria credibilidad que tiene el sistema político actual, hace que la ceguera se hermane con la soberbia y la tontera para llegar a producir titulares de prensa tales como » fulanito no acepta el distrito X mientras que el presidente de los Z se aseguró el cupo y.. «.



Todo esto no parece serio y ojalá alguien le ponga el cascabel al gato, so pena de consumir antes de tiempo la ya muy curiosa relación que se da entre Estado y Nación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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