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Mártires


Los diez años cumplidos desde el asesinato de Jaime Guzmán Errázuriz son una oportunidad no para hablar de él (para eso, remitirse a la columna «Vuelta a clases», del 5 de marzo), sino de los símbolos de la derecha.



Pilar Molina, la periodista de El Mercurio, en su artículo de ayer domingo habla del fundador de la UDI como una figura que se ha elevado «al pedestal asignado a los mártires». ¿Mártir de qué? Mártir de la derecha, de lo que ello significa. Tal vez, el más grande mártir de la derecha actual chilena. Y eso incita a ciertas divagaciones.



En primer término, no deja de ser sintomático que la actual oposición se identifique con figuras que deslumbraron como funcionarios, ideólogos o sostenedores de la dictadura de Pinochet. Es el mayor lastre de la derecha actual. Jorge Alessandri es citado de vez en cuando, pero es una figura añeja, porque económicamente era algo estatista y, además, propuso una Constitución distinta a la impuesta en 1980, ya que su proyecto fue esencialmente modificado (por ejemplo, en un aspecto sustancial: Alessandri postulaba la subordinación de los militares al poder civil y, como tal, mantenía la atribución del Presidente de la República de llamar a retiro a cualquier oficial, incluidos los comandantes en jefe, como ocurre, por lo demás, en las democracias occidentales). Alessandri es, finalmente, un derrotado. Por eso los símbolos están en los actores de la verdadera revolución derechista de nuestro país: el régimen de Pinochet. Guzmán, con méritos, está a la cabeza.



Los otros grandes de la derecha republicana, como Francisco Bulnes, son cosa olvidada. Sobre todo Bulnes; porque él carga -para algunos- con el peso de haber sido crítico al gobierno de Pinochet, aunque, también, carga con el peso de no haber sido explícitamente crítico en determinados períodos de la dictadura. Ambivalencia feroz (y es que la política es feroz).



Nuestra derecha se desestiba con esa mochila que es el pinochetismo, y lo más grave es que no hace demasiados esfuerzos por desembarazarse de ella. Eso podría obedecer a lo siguiente (tesis de tertulia): que fue bajo Pinochet que ella sufrió la más severa transformación, despertando en su seno, junto a la euforia del triunfo, las pasiones más bajas, lo que la hizo adherir sin reservas a un régimen dictatorial, echando por la borda el discurso de defensa de las libertades y la democracia que la perfiló durante el gobierno de la Unidad Popular.



Una de las cosas más tristes que a uno le puede ocurrir (sobre todo si uno es de esos que le gusta revisar textos antiguos, pero ligándolos al presente) es leer las declaraciones, intervenciones y discursos de los líderes de la derecha durante el gobierno de Allende y compararlos con lo que esos mismos sujetos dijeron cuando colaboraban con la dictadura militar. Allí está Guzmán, pero también Díez, Carmona, Jarpa y tantos otros.



¿Por qué, una vez arrimados al poder, olvidaron lo que decían bajo la UP? ¿Es que acaso no adherían sinceramente a las libertades, al pluralismo, a la democracia, en suma? La pregunta no es ociosa, porque nos lleva a lo inicial. ¿Mártir de qué es Jaime Guzmán? ¿Mártir de la defensa de las libertades, como era su discurso bajo la UP, o mártir de la dictadura, de la justificación de la represión y las barbaridades de las que él estaba enterado?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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