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La lección de un debate italiano


Mientras todavía no se apagan las luces de la reunión Europa-EEUU en Gotemburgo, comienza el debate italiano sobre la próxima reunión del llamado G-8 -los ocho grandes- que habrá de celebrarse en Génova el próximo mes de julio. El nuevo jefe de gobierno italiano, Berlusconi, frente a la avalancha de declaraciones de centenares de grupos alternativos, declara que «la responsabilidad es del anterior gobierno de izquierda», refiriéndose a que fue el ex Premier D’Alema quien propuso su país como sede.



Lo curioso es que varios sectores de la propia Iglesia Católica, incluyendo la presidencia de Cáritas Italia, anuncian que irán a Genova a protestar.



El viernes 15 de junio tuve oportunidad de presenciar un debate que se hizo en Citta di Castello, una pequeña localidad de la Umbria -la tierra de San Francisco de Asis- en la que uno de los exponentes era Achille Rossi, párroco de una localidad vecina, quien presentó una de las tesis más radicales: sostiene que esta globalización no es reformable.



Si se toma en cuenta que el tema del debate era Respuestas Posibles a la Globalización, y que los asistentes eran más de 100 a las 21 horas en un pueblo de no más de 60 mil habitantes urbanos, entonces la preocupación del gobierno italiano para garantizar la seguridad de la reunión de los Ocho Grandes tiene raíces bien concretas. Todo lo que escuché allí giraba en torno al modelo de desarrollo desigual que supone el modelo neoliberal que esas potencias lideran.



Las tesis de izquierda reformista del ítalo-chileno Rodrigo Rivas fueron no sólo aceptadas, sino incluso enriquecidas por los otros tres panelistas que sostuvieron incluso la necesidad de crear formas de economía alternativas a las multinacionales. El doctor Acquati, director de Banca Etica, llegó a sostener que «quien compra, vota», aludiendo al hecho que adquirir los productos de las grandes multinacionales es como votar para que ellas dirijan el mundo.



Había también un representante de los sindicatos, y bien puede decirse que el debate que estoy refiriendo en cierto modo refleja el debate de la sociedad italiana en este momento. Y no sólo de ella, sino de toda la sociedad europea, que no parece dispuesta a dejarse avasallar por los poderes fácticos que operan a nivel planetario.



Confieso que sentí un poco de amargura cuando pensé en lo lejos que está nuestro debate nacional de estos temas. También experimenté remordimiento, pues nuestra reconstrucción democrática y la coalición que la dirige parecen estar bien lejos de estos temas, he sido y soy parte de ella.



Ojalá se abran los espacios sociales y políticos para que volvamos a ser parte de la humanidad, al menos al nivel del pensamiento, tal como lo fuimos antes del golpe militar, y después en la lucha contra la dictadura.



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