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Una oportunidad para la paz

Sólo cabe esperar que el impulso que Gran Bretaña está dando a la creación del Estado Palestino obtenga el compromiso expreso y definitivo de los Estados Unidos, no sólo como una maniobra para deslegitimar a los fundamentalistas islámicos seguidores de Osama Bin Laden, sino para darle una real oportunidad a la paz.


En contra de las expectativas, el mundo estuvo lejos de conquistar la paz al comenzar el siglo 21. La humanidad se precipitó en una vorágine de guerras fratricidas que demostraron la incapacidad de las Naciones Unidas para disuadir o evitar los conflictos armados.



Genocidios ignorados han cruzado el continente africano; la guerra entre Rusia y Chechenia ha conocido la presencia de atentados terroristas. Fuerzas extremistas llevaron al fracaso el camino de la paz que construían Israel y Palestina. Terroristas postales y de sectas religiosas pusieron en el tapete un elemento nuevo de convivencia: el miedo.



En América Latina, el terrorismo de Estado en las últimas tres décadas dejó sus huellas como evidencias horrorosas. En el último tiempo el terror se ha expresado con la alianza entre el narcotráfico y la guerrilla, entre las mafias que manejan poderosas redes de ilícitos y mercenarios que venden protección armada a los traficantes, manejan la industria del secuestro, cobran peajes, manejan sicarios y sin ningún asidero ideológico han derivado en grupos que usan la fuerza como herramienta de lucro. Colombia ha sido el escenario principal de estos hechos, y en la región se teme una irradiación del conflicto a las extensas fronteras con Panamá, Ecuador y Venezuela



Michael Hamilton, canónigo de la Catedral de Washington, señalaba en los ’80 que «el terrorismo es incompatible con nuestra concepción del valor humano. Posiblemente la única manera de desalentar a los terroristas sea que todas las naciones acepten condenar el terrorismo que provenga de cualquier grupo o persona y bajo cualquier circunstancia».



Su predicción comenzó a cumplirse el 11 de septiembre del 2001, cuando en menos de una hora se remecieron los cimientos de la aldea global.



Los terroristas fundamentalistas incorporan a sus manifiestos reivindicaciones sociopolíticas que reflejan una gran carga histórica de resentimiento y frustración de los pueblos de Asia Central y Oriente Medio. Sin embargo, al sustentarlas en la interpretación extrema de su religión musulmana, el discurso cobra una fuerza de convocatoria visceral. Pesan décadas de un statu quo que impuso condiciones imperialistas. Pesa la incapacidad de occidente para dar soporte a las negociaciones de paz entre Israel y los palestinos.



Hoy, las palabras de Hamilton se han hecho realidad en una alianza mundial para combatir el terrorismo. Sin embargo, las dimensiones ética y jurídica del problema están pendientes, porque aún los países no alcanzan un acuerdo para fijar una jurisdicción supranacional que permita conocer, perseguir, juzgar y sancionar las acciones terroristas y los crímenes de lesa humanidad.



Esta instancia necesaria había sido resistida por los Estados Unidos, pero hoy la alianza contra el terrorismo debería imponer esta condición sustantiva para institucionalizar en el Derecho Internacional estos principios.



Esta definición es urgente y debe concretarse en paralelo a las acciones bélicas, ya que es el medio para dar consistencia y legitimidad a la alianza. Es preciso fortalecer el rol de la ONU en la comunidad internacional en este siglo, encomendándole quizá la administración fiduciaria del nuevo Afganistán después del derrocamiento de los talibanes, canalizando la ayuda del mundo desarrollado a esos territorios del cuarto mundo que en medio de condiciones miserables de vida han incubado la presente amenaza terrorista mundial.



La creación de un Estado Palestino ha sido levantada por Tony Blair como la gran salida a este conflicto, como una solución política de fondo que daría estabilidad a una región que ha sido por décadas el polvorín del mundo. Darle una oportunidad a la paz exige que las posiciones moderadas de ambos bandos tengan un espacio para actuar, lo que pasa por aislar a los terroristas palestinos e israelíes que han impuesto una dialéctica perversa, con el terrorismo selectivo, la ley del talión y atentados suicidas.



Sólo cabe esperar que el impulso que Gran Bretaña está dando a la creación del Estado Palestino obtenga el compromiso expreso y definitivo de los Estados Unidos, no sólo como una maniobra para deslegitimar a los fundamentalistas islámicos seguidores de Osama Bin Laden, sino para darle una real oportunidad a la paz.





* Hernán Narbona es especialista en gerencia internacional y relaciones internacionales, escritor, académico y consultor.



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