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Adiós a Diario 16

En la balanza de las aventuras periodísticas hay dos elementos cruciales: talento y recursos. Ambos deben mantener un delicado equilibrio para alimentar la relación que existe entre un periódico y sus lectores. La sobredosis de uno puede salvar temporalmente un proyecto, pero no permite soñar a largo plazo.


Diario 16 ha muerto. Corneado por una mala gestión empresarial del pasado, la histórica cabecera de la prensa española se desangró en un charco de deudas de 15 mil millones de pesos. Este jueves se ha despedido de los ruedos españoles con su última edición.



La agonía ha sido larga, porque sus problemas económicos datan de hace casi una década, pero eso no ha impedido que en sus páginas se siguiera descubriendo hasta el último día un genuino talento periodístico, lleno de guiños de complicidad hacia sus lectores.



En la balanza de las aventuras periodísticas hay dos elementos cruciales: talento y recursos. Ambos deben mantener un delicado equilibrio para alimentar la relación que existe entre un periódico y sus lectores. La sobredosis de uno puede salvar temporalmente un proyecto, pero no permite soñar a largo plazo. Y Diario 16 venía subsistiendo sobre la base de puro talento.



Enrique Clemente, un periodista riguroso y trabajador que ha sido director en funciones de Diario 16 desde hace tres meses, ha dicho que el cierre «es un drama». Comparto lo que siente. Conozco a Enrique desde que era jefe de la sección Internacional y yo era el corresponsal en Chile de Diario 16. Llevaba la camiseta de esa histórica cabecera de la prensa española metida en la piel.



Recuerdo que hicimos juntos, él desde Madrid con otros colegas y yo en Santiago, la cobertura del plebiscito de Chile en 1988, que por instrucciones de Pedro J. Ramírez -quien entonces era director del diario- debía ser tan amplia y exhaustiva «como si el referéndum se celebrara en España».



He visto cómo Enrique, que lleva 20 de los 25 años de vida del diario trabajando allí, aguantaba el timón de esa barca hasta el último momento con la secreta esperanza de sacarla adelante con la llegada de un nuevo inversionista. Pero no ha sido así, y todos los que alguna vez trabajamos para Diario 16 sentimos su final.



Diario 16 era el sueño de un hombre controvertido: el periodista y editor Juan Tomás de Salas, fallecido el año pasado a los 62 años. Juan Tomás dedicó toda su vida al periodismo libertario. Tuvo que partir al exilio durante el franquismo y recaló en París, donde trabajó en la agencia France Presse. Allí estableció una íntima relación con algunos notables periodistas colombianos: Caballero, Samper y García Márquez.



En 1973, con Franco aún vivo, fundó Cambio 16, la revista que sería la primera piedra del Grupo 16. La leyenda cuenta que se llamó así porque los fundadores eran 16 personas. Llegué a conocer personalmente a tres: al propio Salas, al inolvidable periodista y bon vivant Xavier Domingo y la escritora Carmen Rico-Godoy. Los tres ya han muerto.



Cambio 16 fue el órgano oficial de la transición en España. Luchó incansablemente por abrir las mentes de los ciudadanos y por informar sobre todo lo que no se podía informar, corriendo riesgos y sufriendo represalias.



En 1976, coincidiendo con el nacimiento del rotativo El País, el Grupo 16 lanzó Diario 16 bajo el amparo de los mismos criterios profesionales que habían hecho de la revista la de mayor influencia en España.



Pero Diario 16 no consiguió ni el éxito ni la influencia de su revista hermana en sus primeros años. Molesto con esta situación, en 1980 Juan Tomás de Salas adoptó una de sus características decisiones impulsivas: puso el proyecto en manos de un joven periodista de Logroño, Pedro J. Ramírez, a la sazón de 28 años. Ramírez convirtió el rotativo en el diario de referencia de los jóvenes incorporando un estilo gráfico avanzado, imitando a los diarios norteamericanos que estaban de moda (como el USA Today) y fomentando el periodismo de investigación.



Fue el descubrimiento del peor caso de terrorismo de Estado perpetrado en democracia en España lo que provocó la ruptura, en 1989, de De Salas con Ramírez, precisamente cuando Diario 16 registraba los primeros beneficios de su historia.



La salida de Ramírez fue un error del que Diario 16 nunca se recuperaría. El periodista fundó a los pocos meses el diario El Mundo, que se transformaría en el principal rival de su antigua casa.



Juan Tomás de Salas tenía la mala fortuna que con la misma rapidez con que concebía una idea genial dispersaba las semillas de su destrucción. En la década de 1990, Diario 16 comenzó a tener graves problemas económicos y finalmente fue adquirido en 1998 por el Grupo Voz, un consorcio de prensa regional español que tras cuatro años de gestión fue incapaz de reflotarlo.



Diario 16 ha cerrado. El periódico que fuera un mito para los jóvenes periodistas españoles, el rotativo que ofrecía una visión alternativa a la antigua visión del conservador ABC o el prosocialista El País en los años de la transición, apenas sobrevivió un año a la muerte de su fundador. Descanse en paz.



(*) John Müller es periodista chileno y director de El Mundo Radio (España).



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