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Leguas de dignidad

La presidenta de la junta de vecinos de La Legua, Ruth Navarro, dijo el domingo 4 de noviembre en la Plaza Salvador Allende que «nosotros no queremos vivir en la droga ni en la delincuencia. Tenemos una rica vida poblacional, somos gente digna y no tienen derecho a venir como en la dictadura a declararnos en estado de sitio. La justicia es la que debe actuar, buscando individualmente a los delincuentes, como es su obligación, y no violando y allanando a toda la población».


La Legua no es sólo una población. Son tres núcleos humanos constituidos en momentos y formas distintas: La Legua Vieja, la Nueva y la de Emergencia.



Es hermosa la historia de La Legua. El año 1928 se estableció el primer grupo de habitantes, obreros llegados de las salitreras que pasaron a formar parte de la clase obrera urbana. Luego, en 1946, se estableció el segundo grupo mediante una toma de terrenos, la primera organizada en Chile y América Latina. En 1953 se creó como medida temporal bajo el gobierno de Ibáñez, la población de emergencia.



Son distintos momentos en el desarrollo de una población en la que sin contar las diferencias de origen social (proletario-subproletario), cultural y político que han influido en cada sector, se ha formado un núcleo humano formado por trabajadores, gente sencilla, decente y con dignidad.



No hay derecho a que operativos policiales y reportajes ad hoc pretendan mostrarla como una población donde impera la delincuencia, el hampa, la droga y el narcotráfico. Ya el domingo 30 de septiembre en El Mercurio apareció un reportaje sobre La Legua titulado Entre clanes y el hampa.



Los problemas de la delincuencia y la droga están instalados en este sistema y abarcan a amplios sectores del país. En los sectores populares se deben a los gravísimos problemas sociales, a la falta de oportunidades para los jóvenes, la pobreza, la cesantía y la miseria. En otros sectores se relaciona con la riqueza que no satisface, el sin sentido de la vida, la frivolidad y la búsqueda del éxito a como dé lugar.



El mérito y la dignidad de los sectores más pobres, como La Legua, es haber salido solos adelante, dándose sus propias organizaciones poblacionales, culturales o deportivas y ligándose en su inmensa mayoría a las ideas del cambio social y político de izquierda.



La Legua fue un lugar de lucha y resistencia contra la dictadura. Ahí se dieron los intentos de resistencia armada en las primeras horas del golpe militar. Fue allanada y bombardeada. Fue símbolo de lealtad con Salvador Allende. Y muchas de los ejecutados, presos políticos y desaparecidos pertenecen a esa brava población. Y luego, en la rebelión popular, combatientes heroicos salieron de esa población.



Uno de los hechos que más me partió el alma fue ese día de diciembre de 1973 en que la cobardía de Pinochet ordenó la realización del Plan Leopardo que implicó la matanza de cinco jóvenes, todos comunistas: Carlos Alberto Cuevas Moya, de 21 años, estudiante universitario; Pedro Patricio Rojas Castro, 21 años, obrero textil; Luis Emilio Orellana Pérez, 25 años, empleado de la embajada de Checoslovaquia; Alejandro Patricio Gómez Vega, 22 años, comerciante de ferias libres, y Luis Alberto Canales Vivanco, 27 años, empleado.



El operativo policial realizado hace pocos días bajo este gobierno en La Legua ha estigmatizado y mancha a todos sus habitantes como delincuentes o narcotraficantes, y establece un método que no puede ser aceptado. ¿Acaso sólo en La Legua se dan esos fenómenos negativos, propios de este sistema capitalista salvaje que le roba el alma, el sentido de vida y los ideales a los seres humanos?



¿Acaso la droga, la corrupción y el delito no están metidos en los sectores adinerados, en los elegantes y exclusivos condominios del barrio alto? ¿Van a realizar un operativo represivo policial en algunos de esos sectores, donde sí viven los grandes narcotraficantes que amasan fortunas metiendo la droga en escuelas, tribunales y cuarteles? Jamás: ahí están los que gozan del sistema de privilegios, del buen nombre, los que llenan las páginas de la vida social de El Mercurio y otros medios, los que tienen el poder económico y comunicacional.



La droga se introdujo masivamente en nuestro país en la época de la dictadura, con el apoyo y participación de los militares, las policías, la CNI y quienes veían en esto un negocio y una forma de neutralizar la lucha contra la dictadura.



Hay un asunto de fondo: ¿Este es el criterio con que va a seguir actuando el gobierno del Presidente Lagos ante los problemas sociales? ¿Van a seguir allanando nuevas poblaciones, tratando a los pobladores como sospechosos, desvistiendo a los jóvenes, bloqueando calles y lanzando bombas lacrimógenas? Lo único que lograrán es crear una reacción violenta contra esta discriminación, abuso y vejamen social.



Por el camino de competir con la derecha en medidas represivas y policiales, que implican vigilancia, soplonaje y el uso de aparatos que lanzan descargas eléctricas sobre los sospechosos, vamos a llegar no sólo a la delación pagada, sino al llamado a linchar a los supuestos delincuentes.



La delincuencia es producto en primer lugar del drama de pobreza, hambre y miseria que sufren millones de chilenos.



En La Legua hay cientos de cesantes; faltan escuelas con jornada completa y centros de formación técnica. La gente obtiene salarios, jubilaciones y pensiones miserables, y vive en medio de necesidad permanente. Esos problemas no los va a resolver el millonario plan social anunciado por el gobierno como compensación a la represión y al agravio inferido.



La presidenta de la junta de vecinos de La Legua, Ruth Navarro, dijo el domingo 4 de noviembre en la Plaza Salvador Allende que «nosotros no queremos vivir en la droga ni en la delincuencia. Tenemos una rica vida poblacional, somos gente digna y no tienen derecho a venir como en la dictadura a declararnos en estado de sitio. La justicia es la que debe actuar, buscando individualmente a los delincuentes, como es su obligación, y no violando y allanando a toda la población».



Si en Alto Hospicio se pusieron en evidencia las tremendas desigualdades sociales, la discriminación y el clasismo con que actúan la justicia y la policía frente a los trabajadores y pobres, acá en La Legua, tratando de mostrar eficiencia y crear un hecho comunicacional que tapara lo de Iquique, se ha actuado en la misma forma: eficiencia policial y judicial en la represión que pisotea los derechos humanos y la dignidad de los más sencillos y humildes. Porque los trabajadores, aunque los patrones y gobernantes lo olviden, tienen dignidad para regalarles.



* Secretaria general del Partido Comunista de Chile.



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