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No llores por ti, Argentina

Un plan para recuperar a Argentina pasa, por cierto, por una decisiva voluntad de las autoridades para cambiar las cosas, asumir los costos de los desaciertos y establecer una gran disciplina social para llevar a cabo las medidas que se propongan y que deberán contar con un claro respaldo ciudadano.


La situación que atraviesa Argentina merece toda nuestra atención y debe llamarnos a reflexionar acerca de qué ha pasado en ese país, hoy convulsionado por una profunda crisis de sus estructuras políticas y económicas y sacudido por violentas manifestaciones sociales.



Esa nación, muy bien dotada por la naturaleza con extensas praderas y grandes riquezas y cuyos habitantes hasta hace algunos años eran paradigmas del buen vivir, ahora ha llegado a tener un 40 por ciento de pobres y una clase media cada vez más depauperada.



Une a ello altísimos niveles de desocupación, serias dificultades en el sistema financiero, una dirigencia política extraordinariamente desprestigiada y un peligroso movimiento de protesta social que no se sabe dónde puede llegar.



Las causas de esta situación no son simples, pero hay algunos hechos que son reconocidos por todos los analistas internacionales y que podrían explicarla.



Los expertos señalan que en Argentina durante muchos años ha primado la economía informal, que ha llegado a tener una importancia relativa a la par o incluso mayor que la legalmente establecida con el consecuente perjuicio a las arcas del Estado.



Añaden que si bien se procedió a privatizar algunas empresas estatales, la administración pública nacional y federal sigue sobredimensionada porque ningún gobierno ha querido hacerse cargo del costo político que supone su reducción. La permanencia de esa maquinaria ineficiente implica recargar enormemente el costo del presupuesto estatal.



Quienes han vivido en Argentina relatan que las influencias han sido siempre mejores aliadas que las capacidades para lograr objetivos. Por último, el conocido y comentado grado de corrupción que atraviesa muchas de las actividades de la hermana República ha sido también causa del estado de cosas de hoy.



Los Presidentes provisionales se están sucediendo con peligrosa rapidez, y el último es el justicialista Eduardo Duhalde, a quien deseamos la mejor de las suertes para salir de este delicado momento. Para eso el pueblo argentino requiere de un liderazgo político reconocido y respetado, tras un plan de emergencia serio que enfrente la crisis en todas sus dimensiones, permita hacer frente a las necesidades más urgentes y siente las bases de un desarrollo sustentable que vuelva a entregar confianza a los agentes económicos internos e internacionales.



Dicho plan pasa, por cierto, por una decisiva voluntad de las autoridades para cambiar las cosas, asumir los costos de los desaciertos y establecer una gran disciplina social para llevar a cabo las medidas que se propongan y que deberán contar con un claro respaldo ciudadano.



Solo así podrán nuestros vecinos salir de la profunda crisis que afecta a su nación, lo que nos hace desear que Argentina tenga la fortaleza necesaria para ello, por su propio bien y el de toda la región.



Es el momento de enfrentar la realidad y superarla con inteligencia y mucho esfuerzo, mirando con esperanza al futuro para no quedarse anclados en el problema. No llores por ti, Argentina: más bien ponte de pie y comienza a caminar.



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