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La otra globalización


El jueves 31 se estrenó en el Teatro de la Esquina de San José de Costa Rica la obra teatral Placeres Gozosos, de Jorge Díaz, bajo la dirección de nuestro Marcelo Gaete y con la participación central de Sarita Astica.



Después de 30 o más años en las tablas de este país, esta pareja de actores chileno-ticos sigue convocando público, recogiendo aplausos y dejando una huella en la cultura costarricense. Sin alardes ni frases rimbombantes, como es el arte y sus productos de calidad.



Esta obra de un autor nacido en Argentina, hoy chileno y español y representada en Costa Rica por estos actores chilenos, me hizo pensar en lo bello que es y puede ser aún mas en el futuro la noción de una cultura global, que vaya a la par y de la mano con el otro aspecto -por ahora el único del que se habla- del comercio, la producción, la productividad, la competitividad, el consumo, el hambre, el despilfarro, el lujo, la desigualdad y etcétera.



Nuestro país ha firmado con Costa Rica un tratado de libre comercio que en estos mismos días comienza su aplicación. Hace dos semanas vino la canciller y una delegación de empresarios precisamente por eso. ¿No sería posible que junto a este rol de fenicios que cumplen las autoridades de los Estados también se incluyera el arte y la cultura? ¿Es que no se dan cuenta que esta inversión es vital para asegurar el cumplimiento de la declarada finalidad de todos, la felicidad y la prosperidad de sus pueblos?



Esa es la parte fea del neoliberalismo, especialmente si es subdesarrollado. Subyace en él una concepción del ser humano parecida a los criaderos de pavos y gallinas: comer, engordar y criar plumaje brillante. ¿Quieren ignorar el hecho que el prestigio de Chile en Costa Rica viene de las misiones de educadores que aquí vinieron en la primera mitad del siglo 20? No es justo hacer polémica política por una motivación artística, pero sería igualmente injusto callar ante esta grave falta de la globalidad en que nos estamos metiendo.



¿Habrá exención de impuestos para la libre circulación de libros, pinturas y esculturas? ¿Podrán los actores, directores y productores trasladar sus escenografías, vestuarios y maquinarias con las mismas facilidades que se dan a quien vende carnes blancas o tomates? ¿Podrán recibir las mismas ayudas que se dan a las exportaciones no tradicionales? Hasta puedo soñar con una América en que poetas, músicos, pintores, trovadores, juglares y todo el que tenga un arte que compartir no tenga mas pasaporte que su talento.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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