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Habermas y el patriotismo constitucional


En su interesante comentario del 30 de febrero, John Müller afirma: «El patriotismo constitucional de Jürgen Habermas fue ideado para renovar el sentimiento nacional alemán limpiándolo del pasado nazi.» Nada mas lejos de la verdad. Habermas introduce este concepto al calor de un debate público que se desarrolló en Alemania luego de la visita que hizo Ronald Reagan al cementerio alemán de Bitburg, en mayo de 1985. En ese cementerio se encontraban las tumbas de 49 miembros de las SS, junto con miles de soldados de la Wehrmacht.



En un artículo de prensa publicado en Die Zeit, Habermas condena esa visita porque ve en ella una contribución al revisionismo histórico neoconservador que pretendía precisamente renovar el sentimiento nacional alemán «limpiando» (es el término que usa Habermas) el pasado alemán. Esta situación da origen a la llamada Historikerstreit (la polémica de los historiadores), y es esta la ocasión que aprovecha Habermas para introducir la noción de patriotismo constitucional, su respuesta al nacionalismo conservador de sus opositores, en particular de Ernst Nolte. Mi buen amigo John Müller se equivoca, por tanto, si piensa que Habermas le atribuye a su postura un sesgo nacionalista.



Más allá de los pormenores políticos de este debate histórico, el motivo que tiene Habermas para introducir esa idea es una razón auténticamente filosófica. Su pensamiento político reconoce el postulado liberal que afirma la prioridad de los derechos individuales por sobre los fines o bienes colectivos. Esto significa, entre otras cosas, que el liberalismo debe cerrar los ojos frente a la identidad nacional de un determinado país, y también frente a las diversas sub-identidades étnicas, culturales o religiosas que se den en su interior. En ello consiste precisamente la neutralidad del proceduralismo liberal.



Habermas toma en cuenta, sin embargo, la objeción que presenta la crítica comunitaria al liberalismo. Ninguna asociación que sólo considere los derechos abstractos de los individuos puede generar los sentimientos de lealtad, compromiso y abnegación necesarios para convocar y sostener una democracia participativa. Esos sentimientos son los que naturalmente genera el nacionalismo étnico.



Pero éste, al fundar la identidad comunitaria en la particularidad y la exclusión, es fundamentalmente antidemocrático y constituye una de las principales causas de las patologías políticas condenadas por el liberalismo. Es esta especie de nacionalismo lo que condujo a la limpieza étnica propiciada criminalmente por Slobodan Milosevic e implementado por Radovan Karadzic.



Para desarrollar sentimientos comunitarios que no estén sellados por particularismos étnicos, culturales o religiosos, algunos pensadores liberales buscan hoy en día definir las condiciones de un nacionalismo cívico. Con ese fin, intentan redirigir y redefinir esos sentimientos de pertenencia comunitaria. Habermas coincide, en principio, con esta estrategia re-direccional.



Me parece, por tanto, que es tan errado afirmar que Milosevic haya adherido a un nacionalismo cívico como afirmar que Habermas tenga alguna afinidad con el nacionalismo étnico. Si Habermas intenta alguna acomodación con el comunitarismo, lo hace a partir de principios liberales claramente definidos. Lo que busca es expandir el significado del liberalismo y sostener que es un postulado suyo definir la pertenencia cultural como un derecho individual. Esto implica legitimar la coexistencia pacífica de una cultura mayoritaria y varias culturas minoritarias.



Si algo hubiera de objetarle a Habermas sería que su liberalismo no logra acercarse lo suficiente a lo que requiere el comunitarismo. Así, en oposición a Charles Taylor, por ejemplo, Habermas acentúa sobremanera la neutralidad del estado y no está dispuesto a reconocer una tuición estatal en proyectos de supervivencia cultural. Son los miembros mismos de una cultura minoritaria, conscientes de su valor intrínseco, los encargados de asegurar su preservación.



Sostiene que el estado puede permitir legalmente el florecimiento cultural, pero en ningún caso sostenerlo o fomentarlo. Lo declara expresamente cuando afirma que «el republicanismo debe aprender a pararse en sus propios pies.»



Es precisamente por su mayor proximidad al liberalismo, que Habermas no emplea la expresión nacionalismo civico, y opta más bien por la expresion patriotismo constitucional. Con ello quiere propiciar el apego al orden constitucional por parte de una ciudadanía, apego que se fortifica si los mecanismos legales permiten actualizar las condiciones materiales de las formas de participación comunitaria. El ejemplo histórico que tiene a la vista Habermas son los estados de bienestar europeos en la actualidad.



Es ciertamente debatible si la peculiar síntesis entre liberalismo y comunitarismo que propone Habermas es viable teórica o prácticamente. Pero en ningún caso puede atribuírsele a su patriotismo constitutional la intención de sobrepasar la legalidad y convertir el orden constitucional en papel mojado, como afirma Müller. Todo lo contrario. Es muy posible que desde una perspectiva comunitaria el patriotismo constitucional aparezca como una figura excesivamente abstracta, sin capacidad de despertar el afecto de una ciudadanía.



John Müller tiene toda la razón cuando invoca el nombre del general René Schneider para ilustrar su propio deseo de un país a la vez constitucionalista y cívico. Pero incomprensiblemente le resta valor a lo que podría ser considerada una actitud patriótica por parte de Schneider. Por mi parte, pienso que si por patriotismo entendemos la disposición que reconoce habitualmente, en las circunstancias normales y cotidianas de la vida, que la comunidad tiene un valor intrínseco, ciertamente Schneider fue un patriota.



Y fue ciertamente un patriota constitucional. Su lealtad por la constitución vigente no era sólo una adhesión intelectual a un documento abstracto. Era el espíritu de la Constitución, encarnado en la institucionalidad republicana vigente en Chile desde su independencia, lo que despertaba en el sentimientos comunitarios de lealtad, compromiso y abnegación.



* Renato Cristi es académico de la Universidad Wilfrid Laurier de Canadá, y autor de «El Pensamiento Politico de Jaime Guzman: Autoridad y Libertad» (LOM Ediciones).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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