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Mujeres y política


La elección de Adriana Muñoz como presidenta de la Cámara de Diputados marca un hito en nuestra historia republicana. Por vez primera una mujer va a encabezar una de las cámaras de nuestro Parlamento.



Con Soledad Alvear de Canciller (una de sólo una docena de mujeres en ese cargo en el mundo) y Michelle Bachelet de Ministra de Defensa (una de cinco mujeres ocupando ese cargo), «Nany», como es conocida por sus amigos, se incorpora a ese selecto club femenino con altas responsabilidades políticas (en 1998, apenas 18 mujeres encabezaban alguna de las 240 cámaras de los Parlamentos existentes en el mundo) y hace que Chile de un paso cualitativo en la dirección de constituirnos en una sociedad en que las mujeres sientan que todas las puertas del sistema político están abiertas para ellas.



Si añadimos a ello que hace unos meses, y también por vez primera, la Corte Suprema ha dejado de ser el tradicional «club de Tobi» que siempre había sido, podemos constatar que esto forma parte de un patrón mas amplio que se ha dado en estos años. Estamos lejos de llegar a los niveles de los países nórdicos, en que un 35% de los parlamentarios son mujeres (en las Américas apenas llega al 13%), pero estamos avanzando.



Muchos descartan la importancia de estos hechos. «La política seguirá siendo la misma», dicen, «No hace diferencia alguna que una autoridad tenga pantalón o falda, lo que vale es que sepa hacer su trabajo». Esto último hay que darlo por descontado, pero en un mundo en que una de las cosas claves que aun hacen los gobiernos es dar señales, señales como éstas no son menores.



A partir de ayer, muchas niñas, adolescentes y mujeres de Chile sienten que tienen más posibilidades en sus vidas debido a las responsabilidades que ocupa la diputada Muñoz. Y si hay alguien que se merece esta elección es ella. Con esto de la discriminación positiva, muchos creen que los espacios y las oportunidades en política las mujeres los reciben regaladas. Nada más lejano a la verdad.



Socióloga, exiliada en Austria, tanto en el Partido Socialista primero como en el PPD después, Nany no se las ha visto nada de fácil para llegar a donde está hoy. Electa diputada por Pudahuel en 1989-1993, perdió su escaño, debiendo hacer su propia «travesía del desierto», hasta lograr ser electa nuevamente a la Cámara en 1997, esta vez por otro distrito (el de Illapel), difícil tarea que muy pocos logran—la regla es que el cambio de distrito es receta segura para ser derrotado. Aun con una excelente labor a favor de su zona y habiendo llegado a la vicepresidencia de la Cámara, no dejó de salirle gente al camino al interior del PPD para arrebatarle su postulación a la reelección, debiendo enfrentar una compleja situación entre diciembre del 2000 y enero del 2001. Como si esto fuese poco, en la campaña se las tuvo que ver no sólo con el candidato más fuerte del PC en distrito alguno, sino que una candidatura «por fuera» de disidentes del PS, que no podían sino hacer mella en su base electoral natural.



El ser electa en estas condiciones y sacar casi un 40% de los votos (la diputada electa con la más alta mayoría) tiene mucho mérito, y todos tendremos ahora la vista fijada en ella para ver cómo responde a las enormes expectativas que ha generado su elección.



Mas allá de lo emblemático, desde luego, y de hacer una buena labor en la testera de la Cámara, el gran desafío que asumen mujeres como Adriana Muñoz en responsabilidades como ésta es cómo fijar su agenda y su estilo. Para algunas dirigentas políticas (como Margaret Thatcher) se trata de hacer exactamente lo mismo que haría un hombre, sólo que aun mas, ya que tienen que compensar cualquier duda que pudiese existir sobre su capacidad de liderato. Algunos dirían que Indira Gandhi y Golda Meir cayeron también en eso mismo.



Sin embargo, existe una alternativa—como la de Gro Brundtlandt, la ex Primer Ministro de Noruega y actual directora general de la Organización Mundial de Salud, que, tanto en Oslo como ahora desde Ginebra, hizo suya una agenda con un fuerte énfasis en lo social, y en lo que constituyen las preocupaciones fundamentales de las mujeres, muchas veces ignoradas por prioridades de políticas fijadas desde ópticas masculinas.



En Sudáfrica, desde hace varios años y bajo el liderato de la presidenta del Parlamento, Frene Ginwala (a quien la diputada Muñoz conoció durante un encuentro de presidentas y vicepresidentas de Parlamentos de todo el mundo en 1998 en Ciudad del Cabo) se lleva a cabo un importante ejercicio. Este consiste en analizar sistemáticamente el presupuesto anual sometido por el Gobierno desde una óptica femenina. Esto es, examinar el grado al cual los cambios que se introducen favorecen o perjudican a las mujeres, lo que para todos los efectos significa a las familias.



Como éste, hay otros ejemplos. De lo que se trata, en definitiva, es de desarrollar un liderazgo distinto al tradicional, uno que implique un valor añadido importante a este tipo de responsabilidades. Es ello lo que esperamos de Adriana Muñoz, primera mujer presidente de la Cámara de Diputados de Chile.



* Director del Programa Internacional de la Fundación Chile 21.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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