Publicidad

Diario de viaje: Sicilia

Frente a la idea de una Sicilia de puertas cerradas por la complicidad de la población con la mafia, Antonio Presti en el verano del 1992 llama a un grupo de artistas a intervenir sobre una tela de un kilómetro de largo. La tela es desenrrollada desde la plaza del pueblito Librino, siguiendo la calle principal hasta perderse en la parte baja: una fiumara de colores, de imágenes.


Me habían contado muchas cosas de Sicilia: primero de la mafia, de la especulación edilicia, de los atentados a los jueces, de la permanente emigración de los jovenes hacia el norte, de su constante degradacion.



Luego comencé a aprender su historia, a conocer a su gente, a entender esa actitud aristocrática y lenta, normanda, fruto de invasiones y convivencias que vienen desde muy lejos, y a disfrutar de la hospitalidad que allí es una norma esencial.



La primera vez que fui a Sicilia fue para ver una tragedia en el teatro griego de Siracusa, donde actuaba la cantante chilena Inés Carmona, en «le vaccanti». Ä„Fue inolvidable!.



Luego estuve en Palermo en 1982 con Marcela Osorio, hicimos una performance en la Universidad, durante un seminario sobre Antonin Artaud. Conocimos la Bucceria, una suerte de mercado central de la ciudad, nos sacamos fotos y comimos las fritangas que caracterizan todos los mercados.



Nunca habría pensado en el impacto que esta isla causaría a mis días venideros. Volví invitado durante la celebración de Santa Agata en 1999, la patrona de Catania que se cortó los senos para no satisfacer los deseos del emperador. Me invitaba, no sé porqué, Antonio Presti, un joven mecenas. Me encontré en esta fiesta con un montón de amigos. Todos habíamos sido invitados a esta suerte de «festín de las artes».



Gran impresión nos dejó la procesión que dura varios días por todas las calles de Catania y de la generosa hospitalidad de Presti. Unos días después de vuelta a Roma recibo una llamada de él invitándome a ir a visitar el Hotel «Atelier sul mare» que había creado y en el que había vivido unos meses Raúl Ruiz.



Fiumara es un término siciliano que significa recorrido natural o lecho de un río que durante casi todo el año permanece seco y toma vida sólo durante la breve estación de las lluvias. El recorrido de la fiumara que nos interesa es el lecho del antiguo río Halesus, o torrente de Tusa, que comienza cerca de Castel di Tusa y se articula hasta llegar al mar, cerca de Messina, o más bien entre Messina y Palermo, para entendernos. Se llega en una suerte de tren que te traslada desde Villa San Giovanni en Calabria hacia el Golfo de Messina y luego atraviesa colinas, largos túneles y momentos de paisaje indescriptibles.



Antonio Presti, inspirado en la magia del lugar decidió, hace ya algunos años, trasformar la fiumara en un «Río de Arte».



Todo tuvo inicio en 1985, después de la improvisa muerte de su padre, en memoria del cual Antonio ordenó la realización de un monumento abstracto que evocara la no dualidad entre la vida y la muerte denominado «La materia podría no existir». La obra, realizada en cemento armado, tiene 18 metros de alto desde la base y un espesor de tres. Ha sido realizada en dos años y pese a la dureza del material y la imponencia de sus dimensiones, la escultura firmada por Pietro Consagra no afecta el paisaje, existe con ella una perfecta
armonía y equilibrio.



Desde entonces la Fiumara fue enriquecida por extraordinarias esculturas ideadas por artistas de fama internacional y realizadas en la cercana zona de los Montes Nebrodi.



Hoy Fiumara d’Arte comprende un atelier-hotel, cuyas habitaciones han sido proyectadas por artistas llamados a transmitir a los huéspedes la sensación única de vivir y ser parte de la obra de arte. Extraordinariamente mágica, «La torre de Segismundo», realizada por Raúl Ruiz. En ella un gran lecho redondo gira sobre si mismo y en las noches de luna es posible abrir el techo y cubrirse de estrellas. Hay también una habitación dedicada a Pier
Paolo Pasolini, hay un «Nido», realizado por Paolo Icaro, «La Habitación del mar negado», de Fabrizio Plessi; «La linea de sombra», de Michele Canzonieri; «El misterio de la luna», de Hidetoshi Nagasawua.



A esta geografía se suman siete esculturas monumentales que conforman un original mapa, un recorrido de Land Art, donde arte y naturaleza logran un matrimonio perfecto.



Existe una caverna en las faldas del río Romei, una zona salvaje, intacta. Presti quiere poner allí una nueva obra que de un sentido simbólico de restitución a la tierra a través del arte. Quiere cerrar por años su ingreso. Para esto confía la idea a Hidetoshi Nagasawa y la llama «La habitación de la barca de oro».



Me cuenta un episodio de este proyecto. Era el verano del 1997 y Nagasawa abría esa gruta en el corazón de la montaña, una habitación de oro con una barca también de oro en el techo y la gente mirándola desde abajo como quien mira el cielo. Cientos de personas llegaron aquí desde todas partes de Italia y de algunos países de Europa. La gruta debería sellarse y abrirse solo dentro de cien años. Una obra para la posterioridad; en cierto punto, irrumpe la policía impidiendo cerrar la gruta, pues así se intenta «esconder la prueba del delito»!!: Antonio es acusado de abuso del suelo público: edificación abusiva sobre un territorio bajo tutela paisajística!!



Llega la sentencia que obliga a la demolición de todas las obras. La noticia golpea como un rayo las mentes más iluminadas de Italia y no sólo de ella y un gran clamor. Periodistas, críticos de arte, intelectuales y operadores culturales llegan a Castel di Tusa.



La relación paradojal entre las grandes obras del Museo al aire libre y las construcciones abusivas que sí existen es ese territorio y que denigran el paisaje son la prueba para que Antonio sea completamente amnistiado Así el año pasado recién se ha podido cerrar la gruta, con una emocionante ceremonia.



Este gran mecenas siciliano del siglo veinte, entendiendo las reglas del juego, ha logrado transformarlas rompiendo e imponiendo una nueva manera e ver las cosas, de vivirlas.



Frente a la idea de una Sicilia de puertas cerradas por la complicidad de la población con la mafia, Antonio Presti en el verano del 1992 llama a un grupo de artistas a intervenir sobre una tela de un kilómetro de largo. La tela es desenrrollada desde la plaza del pueblito Librino, siguiendo la calle principal hasta perderse en la parte baja: una fiumara de colores, de imágenes.



A la hora de almuerzo, pausa y cada uno de los artistas es acogido en las casas creando un proficuo momento de conocimiento, de intercambio recíproco de ideas, de propósitos, de verificar sobre la identidad y diferencias de poéticas, de lenguajes, un debate abierto y espontáneo.



En la tarde la tela es cortada y cada uno de los artistas dona su propia obra a la familia que lo ha hospedado. Las obras son catalogadas y en la puerta de las casas un pequeño letrero indica el nombre de la familia, del artista y la fecha de la obra custodiada, constituyendo así el primer ejemplo de «Museo Doméstico».



Cualquier día al tocar el timbre de una de esas casas, la Sicilia de las puertas cerradas cambia su lenguaje para acogerte y mostrarte una Sicilia saturada de historia mediterránea, increíble lugar de síntesis estilística, que desencadena la necesidad interior de un proyecto estético que parta de lo subjetivo y del genius loci para buscar, más allá, un mensaje universal capaz de contarse como se cuentan las cosas felices desde el «había una vez».





* Antonio Arévalo es poeta y curador independiente. Vive en Roma desde 1975. Ha organizado numerosas reseñas internacionales, muestras y eventos culturales en importantes instituciones, museos y galerías privadas. Curador del Pabellón de Chile en la 49° edición de la Bienal de Venecia, ha publicado seis libros de poesía y se encuentra presente en numerosas antologías de poesía y catálogos de Arte en Europa y América.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias