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Oriente Medio, la guerra santa que se extiende


Ariel Sharon hace oídos sordos a la comunidad internacional. Le basta el respaldo discreto de Estados Unidos, que peca de superficial al analizar el conflicto y es incapaz de desmantelarlo por la vía negociada.



La Resolución 1.402 del Consejo de Seguridad de la ONU ha exigido a Israel retirarse de los territorios ocupados de Ramala. Esto se suma al respaldo de la ONU a la creación de un Estado Palestino. Sin embargo, Sharon insiste en la escalada de violencia y ha declarado a Yasser Arafat enemigo de Israel, iniciando acciones que podrían culminar en la eliminación del líder palestino.



En esta dialéctica de odio y ley del talión, los guerreros suicidas palestinos de las Brigadas de los Mártires de al-Aksa encabezan la incontrolable respuesta a la ocupación de los territorios, sumiendo a Israel en la inseguridad permanente.



El Oriente Medio se desangra y la violencia desatada amenaza con una guerra que puede destruir al Estado de Israel. En medio de la estrategia belicista, las corrientes pacifistas al interior de ese país han sido desoídas, y si las fuerzas israelíes llegan a asesinar a Arafat la guerra total podrá expandirse en toda la región.



Arabia Saudita y otros países árabes han ofrecido reconocer a Israel si éste devuelve todos los territorios ocupados desde la Guerra de los Seis Días en adelante. Racionalmente habría salidas, pero esto pasa por un profundo cambio de actitud en Sharon, quien desde su gobierno ha incentivado la ocupación de territorios, apoyado en las corrientes más ortodoxas y fundamentalistas de Israel. Ä„Cuán lejana está esa fotografía llena de esperanza en que sonreían y estrechaban sus manos Arafat, Clinton y Rabin, celebrando el acuerdo de paz!



Frente a esto EE.UU., con un George W. Bush empeñado en su guerra antiterrorista planetaria, evidencia el fracaso de su gestión de mediación para articular la paz, dirigida por Anthony Zinni. Y frente a ello Europa toma distancia, expresando su crítica en el foro de las Naciones Unidas. La comunidad internacional, a través del Consejo de Seguridad de la ONU, ha pedido que cesen los atentados suicidas palestinos y la ocupación y represalias israelíes. Pero Sharon, avalado por Bush, desobedece la resolución de la ONU.



Estados Unidos, que es el único capaz de terciar en el conflicto, no plantea de manera tajante la exigencia sobre Israel de iniciar el retiro de todos los territorios palestinos.



Las noticias inundan el cable y la paz depende de un alto al fuego y una intervención de fuerzas de paz que puedan asegurar el respeto de los límites difusos que existen en esos territorios. La Autoridad Palestina ha sido respaldada por la ONU, pero Estados Unidos se ha inclinado por Israel, sin capacidad de dar soporte a una negociación entre palestinos e israelíes. Esto se debe a la asimilación simplista que se ha hecho del conflicto por parte de Colin Powell, desconociendo las causas profundas del conflicto y quedándose en declaraciones de doble lectura acerca del terrorismo.



Se respalda la acción antiterrorista de Israel, pero no se sancionan del mismo modo sus acciones de represalia ni la guerra sucia con que los israelíes ha respondido en contra de la población palestina.



Los ataques metódicos contra la fuerza policial de la Autoridad Palestina han derivado en la legitimación de formas de lucha extremistas, que se expresan dramáticamente en los guerreros suicidas que han atacado a civiles israelíes. El odio enceguece e inflama los barrios de Oriente Medio.

A la distancia y desde Chile, un pequeño país que preserva su paz, con amplias comunidades locales judías y palestinas que se integran en esfuerzo y tolerancia, debemos levantar nuestra voz por todos los medios. No deberíamos aceptar en silencio que la sinrazón y la intolerancia continúen amenazando el planeta. Un polvorín social con guerreros suicidas que nada pueden perder porque provienen de pueblos diezmados a los que hasta la esperanza les ha sido negada, pueden llevar a una hecatombe que nos afectará a todos.



Chile debe plantear en los foros internacionales y ante el propio Estados Unidos su preocupación por la escalada violentista, y abogar por el cese del fuego y la creación de un Estado Palestino que conviva en paz con un Israel que privilegie la paz. Si esto no se logra, la amenaza de guerra santa se acrecienta y los fundamentalismos habrán ocupado todos los espacios sin dejar opciones para la convivencia en equilibrio y respeto mutuo.





* Especialista en gerencia internacional y relaciones internacionales, escritor, académico y consultor.



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