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El desarrollo de Chile en la encrucijada

¿Qué hacer en este nuevo escenario? ¿Cómo recuperar la senda que supuestamente traíamos en los años 1990-98, de alto crecimiento y bajo desempleo? Quizás lo primero y fundamental es recordar que la Concertación de Partidos por la Democracia llegó al gobierno, para «democratizar» el país y para construir una «economía social de mercado».


El debate económico, social y político lentamente ha venido aproximándose a una disyuntiva clarificatoria en torno al modelo y a las políticas económicas, hasta ahora postergada por los logros económicos y la reducción de la pobreza de los años noventa.



Esta postergación resultó casi natural, ya que es sabido que, cuando se avanza o se progresa en forma acelerada, habitualmente la imaginación y la innovación disminuyen, la autocrítica decae y la evaluación de las políticas y resultados casi desaparecen. Peor aún, en democracias como la nuestra, aún incompletas, con fuertes remanentes piramidales y autoritarios, no puede siquiera hablarse de insuficiencias o correcciones necesarias, ya que todos deben ser éxitos y cualquier crítica o comentario discrepante es presentado como una traición o deslealtad.



Sin embargo, los últimos cuatro años de crecimiento bajo y alto desempleo, han cambiado la perspectiva y el análisis de muchos, que progresivamente han terminado por darse cuenta: que el escenario económico del país cambió, que la situación ahora es muy distinta a la década pasada (1990-1998) que, contrario a lo que prometen autoridades y empresarios, el crecimiento no se recuperará por simple generación espontánea, ni tampoco el desempleo disminuirá en forma milagrosa y automática por la sola acción de la mano invisible. Las perspectivas en definitiva de la mayoría de los chilenos, ya no son las de ayer. Hoy son muy pocos los que aún creen -de seguir en las tendencias actuales- que Chile se aproximará a la condición de país desarrollado en el 2010.



¿Qué hacer en este nuevo escenario? ¿Cómo recuperar la senda que supuestamente traíamos en los años 1990-98, de alto crecimiento y bajo desempleo? Quizás lo primero y fundamental es recordar que la Concertación de Partidos por la Democracia llegó al Gobierno, para «democratizar» el país y para construir una «economía social de mercado». Después de 12 años en el Gobierno -y más allá de importantes logros en la reducción de la pobreza y en duplicar el ingreso promedio en 10 años- ninguno de estos dos grandes objetivos se ha logrado.



En los primeros años, el perfeccionamiento de la democracia fue obstaculizado por la presencia del dictador saliente, quien -en una fórmula inédita- se prolongó en el tiempo como Comandante en Jefe del Ejército y «garante de la institucionalidad». Además, el establecimiento de la sui generis fórmula de la «democracia de los acuerdos» (de los consensos) permitía gobernar sin sobresaltos ni excesos y acomodándose al sistema electoral binominal dejado por el régimen militar. Después de 1995, el progreso económico -fruto principalmente de una fuerte inversión extranjera en minería y otros recursos naturales- y la importante disminución del desempleo y la pobreza, le fueron quitando prioridad y urgencia a la democratización, desconcentración y descentralización del sistema político, para llegar al día de hoy, en que ahora el nuevo escenario económico-social, ha disminuido el respaldo electoral de ayer y aún con suerte se pueden eliminar sólo los senadores designados y vitalicios.



En lo que se refiere al establecimiento de una Economía Social de Mercado, orientada principalmente a las personas y a sus problemas, el elevado crecimiento económico (6,8% promedio anual 1990-1998), permitió aumentar significativamente los ingresos fiscales, ya que la estructura tributaria heredada esta formada en un 65% por impuestos indirectos los que son directamente proporcionales al crecimiento de la economía. Así el gasto social en educación, salud, vivienda, previsión social, reducción de la pobreza y otros, se elevó sustancialmente superando los increíbles mínimos históricos a que se había llegado bajo el gobierno militar. Sin embargo, las mismas razones que permitieron elevar el gasto social en la década pasada, a partir de 1998-99 han significado ahora su cuasi estancamiento, debido al bajo crecimiento económico de los últimos años (2,8% promedio anual 1998-2001), con el agravante adicional que nuestras autoridades económicas actuales ya no creen en las «anticuadas políticas anticíclicas» de carácter keynesiano, a la vez que parecieran creer aún menos en las políticas sociales como forma de atenuar el desempleo y la fuerte desigualdad que persiste y se acrecienta.



De esta forma, a `pesar de la fuerte recuperación en el gasto social y en la reducción de la pobreza en los años 90, el país no logró alcanzar ciertos mínimos internacionales aceptables en materia: de indicadores sociales tradicionales (educación, salud, vivienda), de igualdad de oportunidades (educación y capacitación a todos los niveles y regiones, acceso al crédito, igualdad ante el ingreso por razones de género y origen social) y en general de equidad y de distribución. Si se compara nuestro país al día de hoy con la media de la OECD (que agrupa a los 32 países más desarrollados del planeta), Chile tiene un gasto en educación y en salud que sólo equivale a los dos tercios y a la mitad respectivamente, del de los países desarrollados en relación al PIB de cada uno; y en otros indicadores de protección social como seguro de desempleo, cobertura de la previsión, etc., estamos aún más rezagados.



Las causas principales de nuestro retrazo, se deben a que nuestro gasto público, instrumento básico de compensación y equidad social en los estados modernos, equivale a poco más de la mitad del de los países desarrollados (Chile 24%, OECD 42%). Esto a su vez se explica por nuestra baja carga tributaria que equivale a menos de la mitad de la observada en el mundo más avanzado (Chile 17%, OECD 40%).



La encrucijada entonces a la que hemos llegado no es técnica sino que de carácter ético y político. Es de identificación del modelo que se sigue y de las políticas correspondientes que lo acompañan.



Es cada vez más claro que, la disyuntiva y el semi estancamiento actual no se resolverán aplicando la ortodoxia ideologizada de ayer, sino con un enfoque democrático y de economía social de mercado moderno según lo practican los países más civilizados y avanzados del planeta. Ahora, debemos en primer lugar y con urgencia reducir el desempleo y elevar el gasto social para recuperar la demanda interna, la que a su vez con su recuperación, volverá a elevar el crecimiento económico. Sólo así el país volverá a creer que en el futuro la pobreza disminuirá, que las desigualdades se reducirán y que la dignidad y la igualdad de oportunidades entre las personas serán una realidad en el Chile del futuro.



* Ingeniero Civil de la Universidad de Chile y Doctor en Economía en la Universidad de Cornell, consultor internacional, miembro de la Comisión Económica y Social de la DC, ex director del BID.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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