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Seguridad humana y política exterior

Mas allá del comprar y vender, poca duda cabe que en este cambio de época que vivimos están alterándose no sólo las realidades de este mundo cada vez mas pequeño e interdependiente, sino los paradigmas con que nos aproximamos al mismo y los lentes conceptuales a través del cual lo observamos.


Una crítica que se podría hacer a la política exterior de los gobiernos de la Concertación desde 1990 es su casi obsesiva fijación en los aspectos económicos de las relaciones internacionales, olvidando que la gran ventaja comparada de Chile radica en su posicionamiento político. Una de las excepciones a esta regla, sin embargo, ha sido la participación de nuestro país en la Red de Seguridad Humana, que se reunió en Santiago la semana pasada y cuya secretaría pro tempore es ejercida en estos momentos por este país, único latinoamericano que la integra.



Creada en 1998 como iniciativa de Canadá y Noruega e integrada por 14 países de cuatro continentes, la Red tiene como objetivo poner en el centro de la preocupación de las políticas exteriores la seguridad de las personas, superando así concepciones como las de la doctrina de la seguridad nacional, focalizadas exclusivamente en la de los Estados muchas veces en desmedro de la de sus propios habitantes.



De hecho, uno de los creadores de esta noción es un politólogo chileno radicado desde hace muchos años en Canadá, Jorge Nef, quien en los años ’80 fue uno de los primeros en ponerla sobre el tapete. Es la protección personal de los individuos lo que debe primar, no solo la del territorio como en la geopolítica clásica. En un mundo globalizado en que la distinción tradicional entre fenómenos de política exterior y los de política interna se hace cada vez mas difícil de sostener, éste es un concepto clave y muy útil para aproximarnos a un escenario internacional cada vez mas interconectado.



El año pasado, en una conferencia en Wilton Park, Inglaterra, me llamó la atención el argumento de uno de los participantes en relación con la creciente violencia en el mundo. El mismo era sencillo y muy anglosajón (aunque era planteado por un hindú): podemos discutir hasta el cansancio sobre las causas de esta violencia, pero eso no necesariamente es la manera mas productiva de avanzar en disminuirla. Para esos fines es mas útil identificar medidas prácticas y concretas, con efectos mensurables e inmediatos.



Y en parte es eso lo que se propone la Red de Seguridad Humana. Más que erradicar las causas de la guerra, se propone eliminar las minas antipersonales. Más que poner fin a la criminalidad organizada, trata de disminuir y controlar el número de pistolas y armas pequeñas en circulación. Más que terminar con los ejércitos, se trata de poner fin al reclutamiento de niños como soldados. Esos son objetivos realistas, alcanzables en nuestras vidas, y respecto de los cuales es mas fácil lograr acuerdos y avanzar para lograrlos.



La Red ya ha tenido ciertos logros muy notables, como la promoción de la ratificación de la Convención de Ottawa sobre Minas Antipersonal, aprobada por Chile hace algunos años y que nos obliga a despejar tanto campo minado que tenemos en el norte.



Como vivimos en la era de los indicadores, no es sorprendente que una de las propuestas sobre la mesa de la Red en la reunión de Santiago (altamente controvertida para muchos gobiernos, a los cuales no les gusta para nada), es el desarrollo de un Indice de Seguridad Humana que permitiría medir y comparar el grado en el cual los habitantes de un país viven en un entorno seguro.



Este índice tendría numerosas dimensiones (incluyendo la ambiental, la económica, la social, la política y la cultural), cada una de las cuales estará desagregada en distintos componentes (número de homicidios cada 100 mil habitantes, expectativa de vida, cesantía) y serviría para monitorear el «estado de situación» de cada país, creando poderosos incentivos para un mejor desempeño en la materia.



Mas allá del comprar y vender, poca duda cabe que en este cambio de época que vivimos están alterándose no sólo las realidades de este mundo cada vez mas pequeño e interdependiente, sino los paradigmas con que nos aproximamos al mismo y los lentes conceptuales a través del cual lo observamos.



En esos términos, no deja de ser gratificante que este pequeño país, con todas sus limitaciones, esté tratando de hacer un aporte a un mundo mas justo y mas seguro para sus 6 mil millones de habitantes.



* Director del Programa Internacional de la Fundación Chile 21.



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