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La conducta biológica y otros fundamentos


El dilema está servido desde hace siglos sobre el paradigma de la Creación o Evolución, ambas teorías que conviven a codazos. Por ello, para fundamentar mis propias ideas futuras sobre el tema en cuestión he debido documentarme rigurosamente. Comenzaré diciendo por ejemplo, que la Sicobiología estudia las bases biológicas de la conducta, esto es, qué sistemas y procesos biológicos permiten al organismo relacionarse activamente con el medio ambiente. (Más adelante veremos qué se puede entender como medio ambiente).



Estos sistemas y procesos biológicos, es decir, las características estructurales, fisiológicas y conductuales de un animal, son consecuencia de dos factores. Uno es el filogenético, el cual hace referencia a la historia evolutiva de su especie. El otro factor se refiere a las circunstancias a través de las cuales el factor (filo)genético es modulado por el medio ambiente interno y externo desde el momento en que comienza su vida; abarca, por tanto, el período que va desde la concepción hasta la muerte del individuo.



El factor filogenético determinará las características generales de la especie, tales como el tipo de órganos sensoriales, los sistemas de regulación del medio interno, los sistemas de locomoción, etc., los cuales determinarán qué estímulos puede captar el animal y qué tipo de respuesta emitirá. Por tanto, aparte de estas características generales de la especie, existen variaciones entre los individuos de una misma especie. Estas diferencias son causadas por la variabilidad genética que presenta toda especie y por la interacción entre el factor (filo)genético y el ambiental.



Si el factor filogenético es el causante de las diferencias entre especies distintas, la variabilidad genética y la interacción entre genes y ambiente, son las que hacen que los individuos de una misma especie no sean idénticos ni morfofisiológica ni conductualmente.



Podemos concluir que la conducta de un individuo estará en función de su genotipo (información genética que recoge la historia evolutiva de la especie) y de la interacción de éste con el ambiente en que se desarrolle, pudiéndose hablar en términos generales de causas lejanas (filogenéticas) y próximas (interacción genotipo-ambiente) de la conducta. En este contexto, no cabe duda de que, dentro del conjunto de sistemas que regulan la actividad biológica de los seres vivos, el sistema neuroendocrino, por la estrecha relación existente entre su actividad y la conducta, es el factor más importante como causa de explicación del comportamiento de los seres vivos, cualesquiera sea su especie. Presentado así el esquema pareciera que está todo resuelto y que no tenemos más que aceptar esa realidad impuesta por una naturaleza omnímoda.



Esta precisa explicación sobre la conducta biológica de los seres vivos, incluyendo al hombre debiera bastarnos para entender su comportamiento, pero como toda sabiduría humana tiene su antitesis en otras asignaturas, como la filosofía, la sicología, la sociología o la metafísica, por ejemplo, que pueden ofrecernos explicaciones muy convincentes además de los hechos, factores o mores que permiten la conducta, ajena a la interpretación meramente biológica.
Ahora, tenemos que preguntarnos: ¿qué es la Evolución? «Es el cambio en el pool genético de una población a lo largo del tiempo. Un gen es una unidad hereditaria que puede ser pasada sin alteraciones por generaciones»
Expertos como Chis Colby, en Introduction evolutionary biology, afirma que «la Evolución se puede subclasificar en micro evolución y macro evolución. La documentada anteriormente es la micro evolución. Grandes cambios, tal como cuando una especie nueva se forma es la macro evolución. Los biólogos piensan que los mecanismos de la macro evolución son diferentes de la micro evolución. Otros piensan que la macro evolución es una acumulación de micro evoluciones. De éste modo la evolución sería sólo la selección natural.
Todos los organismos están relacionados a un ancestro común, mediante la evolución. La teoría de cómo el primer organismo viviente apareció es llamada evolución, pero debería llamarse abiogénesis».



Todo encaja muy bien; sin embargo, dentro de las ciencias del conocimiento o cognición, del postulado sociobiólogico naturalista, de Lacan o Darwin, me quedo con el planteamiento de P.D. Ouspensky, que pone en tela de juicio la evolución humana meramente biológica, desde una concepción sicológica, distinta a la disciplina sicológica que todos conocemos, muy cercana a la metafísica, cuya propuesta es muy difícil de contradecir.
Ouspensky en su famosa obra Psicología de la posible evolución del hombre, en su primera conferencia, dictada en 1934, plantea la pregunta: «¿qué significa la evolución del hombre?, y la segunda: ¿se necesitan condiciones especiales para ella?



En lo referente a las opiniones modernas sobre el origen del hombre y su evolución anterior, debo decir categóricamente que no pueden ser aceptadas. Debemos convencernos de que nada sabemos acerca de ese origen, y de que carecemos de pruebas sobre la evolución física o mental del hombre.



Por el contrario, si observamos la humanidad histórica, es decir, la humanidad durante diez o quince mil años, encontraremos señales inequívocas de un tipo superior de hombre, cuya presencia puede demostrarse por la evidencia de antiguos monumentos y testimonios de que la humanidad actual sería incapaz de repetir o imitar.



En cuanto al hombre prehistórico o a las criaturas similares al hombre, pero al mismo tiempo tan diferentes, cuyas osamentas se encuentran a veces en depósitos de épocas glaciales o preglaciares, podemos aceptar la idea factible de que tales huesos pertenecen a seres del todo diferentes del hombre, y que desaparecieron hace mucho tiempo.



Al negar la evolución pasada del hombre, debemos negarle toda posibilidad de una evolución mecánica futura, es decir una evolución que sucedería por sí según las leyes de la herencia y de la selección, sin esfuerzos conscientes del hombre ni comprensión de su posible evolución.



Nuestra idea básica es que el hombre, tal cual lo conocemos, no es un ser completo; la naturaleza lo desarrolla hasta un cierto punto y después lo abandona, dejándolo desarrollarse posteriormente por su propia esfuerzo e iniciativa, o vivir y morir tal como nació, o incluso degenerar y perder su capacidad de desarrollo.



La evolución del hombre significará en este caso el desarrollo de ciertas cualidades y características interiores que habitualmente permanecen latentes y no pueden desarrollarse por sí solas«.



Creo que con estos ejemplos por hallarlos muy apropiados por la calidad de sus contenidos son suficiente para comenzar el presente trabajo que tratará precisamente del tema relacionado con las dos posturas más distanciadas entre sí sobre el origen de la conducta humana, que intrínsicamente está ligada al origen de la vida en el planeta



Quizás lo novedoso que yo pueda aportar al debate podría ser que con la incursión del hombre en la ingeniería genética se haya agregado un nuevo elemento empírico como son los genes encargados de la conducta, como ya se dice. Esto es relativamente nuevo porque a través de las ciencias naturales -que desde hace mucho tiempo intenta abarcar el campo de las ciencias sociales- estudiando el comportamiento de los animales, interpreta la conducta humana con ellos.



Los genetistas afirman que, una vez conocido el gen o los genes de la conducta será posible corregir aquellas conductas que la sociedad considera desviadas y criminales, cabe preguntarse ¿quién decidirá lo que es bueno y malo?



Esta teoría -como cuando aparece algo nuevo se impone por lo mismo- parece incuestionable y ha adquirido estatus como muy respetable porque viene avalada por el soporte científico y la seriedad y prestigio de muchos investigadores de talla internacional de países desarrollados. La pregunta brota espontánea ¿será posible que aislando ciertos genes por fin se pueda modificar la conducta humana, lo mismo como se aspira a hacer con enfermedades genéticas que por generaciones sufre la gran familia humana? ¿Será posible que por el aislamiento de genes considerados (en teoría) «malignos» podamos acabar de una vez con las guerras, con los crímenes más horrendos y con todo tipo de delitos?



Sería realmente maravilloso que así fuera, pero me atrevo a informar -según mis propias apreciaciones, y por las de expertos en la materia- que no es así, ni lo será nunca, porque la conducta humana -si la relacionamos con valores éticos, socialmente aceptados- es algo que se forma y se trabaja concienzuda, progresiva e inteligentemente desde que nace un individuo hasta su muerte.



Otra intención de este trabajo es advertir la sutileza con que se ha ido introduciendo en el «ambiente periodístico científico» la teoría de los genes de la conducta ante el silencio cómplice voluntario o no de los especialistas que en sus comunicados se cuidan de mencionar siempre «el factor medioambiental» asociado al factor genético. Esto conduce a pensar, queramos o no, que a los genetistas les cuesta separar el factor medioambiental de sus teorías y avances genéticos, y no por respeto o consideración a las ciencias sociales, sino porque saben en el fondo que «los genes de la conducta» son más una mitología de sus avances relacionados con la ingeniería genética que una verdad probada. Seguirá siempre siendo más predecible el posible origen y tratamiento de una enfermedad a través de la ingeniería genética que el comportamiento humano.

Pero los sicoanalistas, los etólogos, los conductistas, los sicólogos y los exponentes del desarrollo nacieron y crecieron no sólo con toda independencia al momento de presentarse como ciencias, sino que en muchas ocasiones se han vilipendiado y despreciado mutuamente. Con el tiempo, sus teorías empezaron a experimentar cambios y transformaciones por la evolución misma de sus respectivas disciplinas.



La etología clásica empezó a dividirse en grupos interesados por entender los determinantes cerebrales del comportamiento, la comunicación animal. Otro tanto sucede con la moderna sociobiología que pretende documentar la noción de que la conducta social tiene bases genéticas establecidas por mecanismos de selección natural desembocando en la sicología evolutiva contemporánea.



Los conductistas, empleando la tecnología como forma de mediar en la conducta de animales (especialmente ratas y monos) se han dedicado a establecer y descifrar los múltiples paradigmas de estímulos y respuestas de las ratas ubicadas en la caja de Skinner, un ingenioso aparato en donde es posible condicionarlas a que aprieten una palanca para obtener comida ante estímulos previos o a evitar un choque eléctrico.



Estos experimentos de los conductistas a dado vía libre a otras técnicas de experimentación empleando fármacos o haciendo intervenciones en el cerebro. Los teóricos de la conducta emigraron a EEUU durante la Segunda Guerra Mundial y se diluyeron como grupo estableciendo cátedras y estilos de enfoque sistémico en la sicología. Quizás el de mayor influencia fue Kurt Lewin (1890-1947), quien introdujo el análisis de los pequeños grupos humanos y la teoría de campo a la sicología.



Conocer al hombre y su comportamiento, será una tarea que continuará, y cada vez aparecerán nuevas hipótesis, y teorías, por una u otra ciencia, a favor de la Evolución o Creación; mientras tanto sigamos observando atentamente su conducta, si ésta va muy lenta o no si nos corresponde conscientemente a todos modificarla es algo que requiere una gran voluntad que debe imponerse a la voluntad de los genes.



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*Víctor Aquiles Jiménez H.Escritor, Ph.D. de Philosophy, en Ciencias Sociales y delegado de la Sociedad Científica de Chile en Suecia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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