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El desbarajuste general y la opinión de los sabios

¿Qué está pasando con los sabios doctorados en cálculo, quienes cuando se les pregunta por el tiempo que habrá mañana responden con un modelo matemático en que todo -entiéndase bien, todo- está controlado?


América Latina es un continente de desbarajustes y catástrofes socioeconómicas, con efectos sociales y culturales, que se expanden como una mancha de aceite. Comenzaron hace un tiempo que hoy parece remoto en México, pero como cambiaron de continente nos olvidamos del incidente, como dice el verso. Más bien dicho, las estrategias destinadas a favorecer el olvido de todo aquello que pudiera arrugar el frescor de la entonces inmaculada piel de los experimentos neoliberales nos ayudaron a sepultarlas en la memoria.



Como las otras crisis sucedieron lejos solo nos preocuparon como efectos, que las cortinas de humo transformaron en difusos y perfectamente controlables. Además, son parte de la vida, dijeron, como el flujo y reflujo de las mareas. ¿Podría funcionar el sistema solar sin mareas? Pues no. Entonces, no hay más remedio que habituarse. ¿O quieren volver al colectivismo?



Encima sacaron a relucir el sofisticado argumento que toda crisis, como bien lo sabían los griegos, hacia tambalear todo lo sólido pero también ofrecía oportunidades beneficiosas de regeneración. Así que a esperar los nuevos buenos tiempos, dijeron.



Pero el tornado llegó a Argentina. Tan cerca era que tuvimos que verlo, y tan ruidoso que se asemejaba al derrumbe de varios rascacielos. En verdad lo visto fue mucho más impactante que las explosiones en las Torres Gemelas, porque sucedió sin que pudiera observarse quiénes eran los dinamiteros, y porque lo derrumbado sigue cayéndose sin terminar de desplomarse.



Argentina se ha convertido en un país que se ha acostumbrado a vivir entre escombros. Si no fuera por los piqueteros (nombre perfectamente ad hoc) aquello parecería un cementerio.



La economía transformada en un cuerpo casi vegetal que solo respira por costumbre ha producido como efecto paradójico la resurrección de la especie denominada «la gente». Los ciudadanos, como les gusta autodenominarse, han multiplicado su labor creativa, abarcando tanto la crítica de los constructores de edificios sostenidos con engrudo como la creación de alternativas de vida entre los escombros de una pasada riqueza, que habían dicho que debía durar siglos.



Después la plaga se traslado a Brasil. El gigante se tambaleó porque algunos misteriosos operadores en las sombras se asustaron por el hipotético triunfo de un candidato que socavaría las bases del edificio. Para evitar que lo hiciera decidieron adelantársele. Los cuidados de los médicos casi han matado al paciente. Esto no tiene nada de raro, porque de pasada se ha descubierto que el edificio se sostenía sobre arena. El diagnóstico estaba equivocado. La enfermedad no se llamaba Lula, sino deuda externa.



¿Qué está pasando con los sabios doctorados en cálculo, quienes cuando se les pregunta por el tiempo que habrá mañana responden con un modelo matemático en que todo -entiéndase bien, todo- está controlado?



En el caso de Argentina, algunos de estos augustos sabios se han dedicado hasta ahora a apalear al enfermo. Parecen creer que un derrumbe se cura privando a la víctima en situación de asfixia del oxígeno al cual la habían habituado. ¿Harán lo mismo con Brasil?



El pobre Uruguay, el último afectado por esta epidemia, tiene dos posibilidades. Por ser tan chico es posible que ninguna comisión de sabios se preocupe de su caso. Entonces podrá sobrevivir, porque se trata de un país donde los ciudadanos son harto adiestrados (rechazaron primero un plebiscito de la dictadura militar y luego otro sobre las privatizaciones). La otra posibilidad es que se desvanezca como un cuerpo astral en medio del desbarajuste y nadie se dé cuenta.



Lo más desconcertante es que algunos de los sabios han decidido que el culpable de esta situación es el mensajero, y como en el cuento, han cargado contra él. Joseph Stiglitz (Joe, para algunos de los doctores nativos que han opinado sobre el tema) ha denunciado los errores cometidos, y la reacción ha sido la propia de toda secta de fanáticos. En vez de analizar los problemas han quemado (simbólicamente, por fortuna) a quien los diagnostica.



¿Cómo está Chile en medio de este desbarajuste? Bueno, como sabemos, Chile está más firme como una roca porque las bases de sustentación de su economía no son de concreto armado, sino de titanio. Eso por lo menos es lo que dicen los sabios. Como para tener susto.



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