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Presupuesto nacional: Una oportunidad para escuchar también a otros

A la larga los niños se le rebelarán violentamente porque descubrirán que usted es un mentiroso, ya que dice quererlos, pero no tanto como para postergarse ante ellos.


Por estos días comenzará la discusión sobre el presupuesto nacional, y los genios de Hacienda tendrán que lidiar con medio mundo para cuadrar las cifras o intentar «la cuadratura del círculo», como alguna vez lo dijo el ministro Eyzaguirre. Probablemente no habrá mucho que discutir, porque las cifras de crecimiento están corregidas a la baja y el gasto deberá ajustarse pensando, como es lógico, en formular un presupuesto austero.



Digo que es lógico hacer un presupuesto austero porque, a pesar de que estamos mejor que la vecindad y que no tenemos los problemas relacionados con hambrunas masivas como en otras zonas del globo, estamos lejos de salir de la pobreza dura, esa que Lagos y otros lideres han planteado reiteradamente como su preocupación esencial.



Detengámonos un poco. ¿Qué haría usted en su familia con poco dinero y muchas necesidades? Acertó, tendrá que priorizar. ¿Pero cómo lo hará? Veamos las posibilidades.



Una muy mala alternativa es que usted retire a los niños del colegio, baje el gasto en alimentación, elimine los gastos en salud y venda la computadora y los libros que mantiene en su casa. Con el ajuste, podría seguir de shopping dos veces al año en Miami.



Por cierto, a la larga los niños se le rebelarán violentamente porque descubrirán que usted es un mentiroso, ya que dice quererlos, pero no tanto como para postergarse ante ellos.



Otra muy mala alternativa es hacer lo mismo que lo anterior, pero poner el dinero en el sistema financiero para asegurar sus reservas. También los niños se le rebelarán, porque descubrirán que usted decidió, con visión economicista, parar el mundo para arreglarlo y consiguió con eso postergarlos hasta la siguiente generación, la que tampoco tendrá buen cimiento en la cual fundarse para construir su futuro.



La otra alternativa, la verdadera, es priorizar en serio, perfeccionar la definición para esas prioridades teniendo como marco los valores humanistas, eliminando lo superfluo y concentrándose en los elementos básicos del futuro: salud, vivienda, educación, democracia, derechos humanos, cultura.



Por cierto, la mayor demanda de recursos financieros estará en los tres primeros sectores -salud, vivienda, educación- porque en los otros se requiere, mas que plata, mayor intensidad en inteligencia colectiva. Sin embargo, en todos ellos se necesita hacer sintonía fina porque ya tenemos claro que en el dial estamos sintonizados en la emisora correcta aunque con gran imperfección del sonido.



Por otra parte, como en la actualidad los proyectos o caminos propios parecen ser más relevantes que los colectivos, y además, llevando las cosas a un cierto grado crítico de definición como lo pidieron, el propio ministro Eyzaguirre y el empresario Ricardo Claro hace muy pocos días en Icare 2002, -aunque más allá del gustito que se dieron aportando al país tensión innecesaria-, es bueno preguntarse derechamente lo siguiente: ¿Será posible hoy en Chile llegar a esa sintonía fina? Yo creo que si.



Sí, simplemente porque decir que no implica renunciar a la tarea y hacerlo es equivalente a declararse cobarde. Sí, porque otros países lo han hecho y Chile tiene ganas. Sí, porque otros países no lo han hecho y el «miedo» ambiente influye. Sí, porque es un paso plausible avanzar desde la comodidad de los equilibrios macroeconómicos a la mesa y a la microeconomía, lo que significa «afinar la puntería» de los planes, programas y proyectos.



Sí, porque es posible concentrarse en las necesidades cruciales y abordar tras ellas la coordinación adecuada en los ejes público-público, público-privado, público-privado-institucional. Sí, porque no es descabellado escuchar, leer o releer un poco más a gente como al profesor Ricardo Ffrench-Davis, al Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, al maestro Raúl Prebisch, a José Luis Coraggio, al diputado por Valdivia, Roberto Delmastro, iniciador del Barco (banco) del Pueblo, al senador Foxley, con sus proyectos para salvar a la clase media, a Benito Baranda, con su entrega en el Hogar de Cristo, al senador Fernando Flores, con su idea integradora de la comunidad nacional, al senador Jaime Orpis, con su trabajo en la rehabilitación de drogadictos, entre otros soñadores de distintas tiendas y colores.



Para hacer sintonía fina es necesario, además, que las vedettes mediáticas de la política, de las empresas privadas, del sector público, de la academia, de las fuerzas armadas y de las consultoras/operadoras de las redes formadas por esas mismas vedettes. Dejen paso a la gente que trabaja en serio para Chile todos los días, lejos de las cámaras y en cada rincón de las regiones del país.



Esto es vital porque la voz real de los chilenos está hoy distorsionada por la intervención brutal de los más contactados en los distintos ámbitos de la vida nacional y su manipulación mediática.



Para tener un Chile que sea mas Chile para todos, es necesario escuchar también y mucho más a los que están trabajando en serio sentados más atrás de la primera fila porque esta última es siempre pasajera.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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