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Stiglitz o el poder de las ideas

El mismo Stiglitz me señaló que considera toda su obra parte de un mismo gran proyecto: ayudar a nuestra comprensión del funcionamiento de las economías hoy, sobre todo en el mundo en desarrollo.


Un mes después de la visita de Joseph Stiglitz a Chile, y con su libro El malestar en la globalización (Taurus, 2002) encaramado en nuestras admitidamente modestas
listas de best sellers -antes de su venida ni siquiera estaba en librerías en el país-, la ortodoxia ha comenzado a sacar el habla, ante la manifiesta imposibilidad de seguir ignorando el impacto que tuvo el mensaje que dejó el que para muchos es «el hombre del año» (en palabras de la revista Forbes) en esta larga y angosta franja.

Deletreando mal su apellido (¿es mucho pedir que periodistas especializados en economía sepan escribir el nombre del actual Premio Nobel de la disciplina?), sin mencionar el libro, minimizando su figura (calificarlo como «un experto seguido en el debate político-económico mundial» es el equivalente a calificar a Einstein como «un profesor universitario»), un reciente artículo de página completa en un matutino trata de describir sus argumentos como anclados en la nostalgia y el pasado, una especie de moda retro que encontró gran acogida en ciertos sectores en Chile, pero que tiene poco que ver con los imperativos del mundo de hoy.



La ironía, desde luego, es que es exactamente al revés. Lo que hace el extraordinario libro de Stiglitz (publicado hace apenas unos pocos meses y ya traducido a 18 idiomas: como me dijo él mismo, «mi libro es en sí un producto globalizado») es desmenuzar las contradicciones y tensiones del capitalismo global en el cambio de siglo y el porqué se necesitan nuevos enfoques para enfrentarlas y superarlas.



Son los dogmas neoliberales de los ’80 los que han sido dejados atrás ante la abrumadora evidencia de que muchos de sus supuestos no tienen base alguna.



Algunos han tratado de hacer una distinción entre el trabajo teórico que llevó a Stiglitz al Premio Nobel en 2001 (sobre cómo la asimetría en la información disponible entre los distintos actores económicos produce efectos muy significativos en la conducta de los mismos) y su trabajo actual, muy orientado a cuestiones de política de desarrollo y al papel de los organismos financieros internacionales. Lejos de considerarlo así, él me señaló que considera toda su obra parte de un mismo gran proyecto: ayudar a nuestra comprensión del funcionamiento de las economías hoy, sobre todo en el mundo en desarrollo.



Y de ahí la relevancia de una de sus frases mas citadas, «la razón por la cual la famosa mano invisible de Adam Smith es invisible es porque no existe». Lo que Stiglitz dice es que asumir que todos disponen de plena información, y que por lo tanto la oferta y la demanda van a funcionar perfectamente, es entrar en arenas muy movedizas. Esto es especialmente evidente en Asia, Africa y América Latina, y es parte de la razón por la que las recetas del Fondo Monetario Internacional no solo no contribuyen a superar nuestras dificultades, sino que las precipitan.



Como ha señalado sobre Argentina, «esto es lo que les pasa a los mejores alumnos del FMI. El desastre no se produce por no escuchar al FMI, sino precisamente por escucharlo».



Y es a partir de ese diagnóstico tan profundamente equivocado del FMI que las medidas propuestas a rajatabla como soluciones agravan y profundizan las crisis económicas de los países del sur: las privatizaciones, la apertura indiscriminada de la cuenta de capitales, las altas tasas de interés, la apertura comercial a como dé lugar, el apretarse el cinturón hasta que no queden agujeros donde poner la hebilla, todos forman parte de este síndrome.



La mayoría de las veces, el efecto neto de tales medidas no hace sino dejar aun más expuestas las economías de estos países a las fuertes marejadas de la globalización, que arrasan mucho de lo que encuentran en su camino. El caso de Indonesia es uno de los mas dramáticos en este sentido.



La gran cuestión en América Latina hoy es la crisis de Sudamérica, la mayor desde el estallido de la crisis de la deuda hace veinte años, que llevaría a la «década perdida», en expresión de la Cepal. La ortodoxia no tiene respuestas ante ella, y que esto ocurra 12 años después de la aplicación cuasi universal de las reformas económicas del así llamado «consenso de Washington», impulsadas por el Fondo, debería decirnos algo.



Para quienes quieran comenzar a entender las razones de la actual situación en la región, hay pocos lugares mejores para empezar a hacerlo que leyendo El malestar en la globalización, un verdadero clásico de nuestro tiempo, de la pluma de un pensador «peso pesado».



* Director del Programa Internacional de la Fundación Chile 21.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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