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Censuras y vetos


Dictadura y censura riman.



La primera consiste en censurar, dejando al país como una masa condensada por el más bajo común denominador del poder: la estupidez.



En la democracia, la tontería pública está más o menos equitativamente distribuida en la población, incluyendo a los que legítimamente representan la soberanía popular.



En las tiranías la necedad se concentra en el soberano imbécil que manda y en los suyos, como entre los que aplauden e inciensan fétidamente. La única «inteligencia» de los mandones es su astucia para conservar el poder. Las verdaderas inteligencias se les escapan: la racional y la consciente; la consciencia crítica de las realidades espirituales; la inteligencia de la sensibilidad.



No sólo están desprovistos de estas capacidades eminentemente humanas: intentan reprimirlas en la población sometida a la fuerza y la propaganda, sin lograrlo del todo porque las inteligencias verdaderas descubren e inventan medios para sobrevivir. Sin embargo, la idiotez que hace operar la censura mantiene a la gran mayoría de la población sin el conocimiento y las informaciones sobre lo que realmente ocurre en el país, sus propios deseos de libertad y humanidad, las creaciones de obras que nacen en el propio seno del pueblo.



Un historiador alemán avecindado en EEUU, el Imperio pop, de nombre Peter Gay, en su Historia del odio concluye: «El rol de la tontería en la historia ha sido demasiado subestimado».



La censura, además de cruel, es estúpida.



La monocracia de Pinochet la instaló en 1973 como nunca había existido en la República de Chile.



Los gobiernos a partir de 1990 no han sabido o podido variar a fondo la estructura constitucional y legal (salvo respecto a que hay elecciones periódicas y las medidas represivas son en cierto modo excepcionales y pueden denunciarse, pero hay democracia imperfecta, incompleta, según palabras de los tres últimos Presidentes de la República). No sólo subsisten «amarres» en la Constitución, sino además en las 17 leyes orgánicas constitucionales -tan serios como aquéllos- legadas todas por Pinochet.



Quedaron asimismo muchas costumbres sociales, políticas, empresariales, introducidas por la dictadura. Hábitos de censura, secreto, veto. Porque las malas costumbres no se desarraigan en una democracia imperfecta.



La manera de ser de los individuos de la oposición lo demuestra; y por igual el empresariado. Ä„Vergüenza! También los gobiernos de estos doce años, asimiladores del prohibitivo espíritu mercantil heredado.



La libertad de expresión sufre hoy en Chile de atentados diversos por parte de los que mandan, es decir, el empresariado, la derecha y el gobierno.



Aunque parezca paradoja en el «libre» mercado existen también tabúes económicos, asuntos de tanta gravedad que los medios de comunicación masiva prohíben y vetan. El escándalo que afecta la principal riqueza de Chile, el mayor productor de recursos para el Estado, es censurado (y lo ha sido) constantemente. Por si no lo sabe quien está leyendo -tan silenciado es el asunto- esto grave que afecta al país consiste en la conducta de las multinacionales extranjeras en el 70 por ciento de la gran minería del cobre que explotan. Para dar ejemplos: Televisión Nacional no consiente que el tema se trate; El Mercurio veta un reportaje escrito con entrevista pedida al que esto firma. A Estados Unidos no se lo puede tocar. La misma TVN castiga al jefe de prensa que autorizó un programa sobre la CIA estadounidense, y lo reemplaza por Gemma Contreras. Esta a su vez censura otras noticias de interés público. Ello provoca reclamo público de la directora de su Consejo Faride Zerán; ello no es satisfecho.



Esto por su parte se aplica a una obra teatral, induciendo a la renuncia de Nivia Palma.



La lista de las violaciones a la libertad de expresión durante los últimos 12 años es muy larga.



Agréguense el alto número de casos, apenas conocidos, en que los medios de comunicación se autocensuran, a sabiendas de que hay materias tabúes, o personas cuyos nombres están prohibidos, o recuerdos que se reprimen.



Los medios de prensa que no admiten tabúes ni se autocensuran son muy pocos y tienen poco tiraje.



La población de Chile está mal informada y desinformada.



La publicidad y la propaganda engañan.



Censura, autocensura, vetos y secretos, tabúes y mentiras, dominan cotidianamente y amenazan multiplicarse.



Ä„Y se sorprenden sus gestores del desánimo de los chilenos!



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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