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La desvergüenza

Hoy día, aunque los dos consorcios periodísticos compiten entre sí, la construcción global de la agenda pública, constituida por los temas que los grandes medios convierten en noticia y por los que silencian, permiten formular una conclusión taxativa: los criterios de construcción de la noticia siguen orientados por lógicas políticas más que por lógicas informativas.


El pauteo de la agenda pública que realizan los grandes consorcios periodísticos y los canales de televisión siempre cumple la misma función: la de invisibilizar algunos temas. En vez de hacer más trasparente a la sociedad, la convierte en realidad en más opaca.



Este no es el único país donde algo así ocurre. Pero en Chile el asunto tiene una importancia mayor, por el grado de concentración de los medios de comunicación. Para hablar en el lenguaje en uso, en ese campo se encuentra uno de los mercados menos competitivos. Ello ocurre no solo por la escasa dispersión de la propiedad de los medios, sino también por la inequitativa repartición de la publicidad.



En estas últimas semanas los ciudadanos hemos sido víctimas de un manejo de la agenda pública que parece orientado por objetivos estratégicos. Es posible que no exista un arreglo conspirativo, pero hay múltiples síntomas de que si bien no hay colusión por motivos mercantiles, está presente una estrategia común de los grandes medios. En especial si se toma en consideración la campaña de destrucción concertada de la imagen del PSOE español que realizaron la prensa y la televisión peninsulares. En la revista El Periodista de la semana pasada, un cientista político español se refirió a este tema, haciendo un análisis comparativo. Las semejanzas son significativas.



¿Qué es lo que se invisibiliza? Primero, el justificado escándalo producido por el asunto de las coimas y por las aventuras o desventuras sexuales de curas y obispos le ha venido como anillo al dedo a quienes están interesados en silenciar el caso Berríos. Se trata del tema más grave de derechos humanos que se está tramitando en los tribunales porque compromete a oficiales en servicio activo en el momento de la comisión de los delitos, realizados con posterioridad a la asunción de Aylwin.



Por lo tanto, se trata de una noticia de importancia, diría que la más significativa aparecida en los últimos tiempos. ¿Quién habla de ella? Solo unos pocos medios de prensa. Ha desaparecido, en medio de la avalancha de noticias sobre los escándalos de las coimas y de los abusos sexuales de clérigos.



Parece que para los estrategas que manejan la agenda pública, el hecho que un juez haya declarados reos a oficiales del entorno de Pinochet por el asesinato del químico de la DINA no tiene ninguna significación, comparado con los otros temas que roban titulares. El hecho que la familia del ex presidente Frei Montalva tenga fundadas sospechas sobre su muerte tampoco parece tener importancia.



No se trata de silenciar el caso coimas: se trata de aplicar la equidad informativa. Este debería ser un principio básico de ética periodística, que implica manejar los pautas de selección de las noticias y de su relevancia con un mínimo de equilibrio.



En el pasado reciente, en ese período tenebroso de la historia de Chile que comenzó con el bombardeo de La Moneda y terminó con la llegada de Aylwin al gobierno, la llamada «prensa seria» y la televisión cumplieron un rol lamentable. Estoy seguro que los periodistas que escribieron las notas sobre el Plan Zeta, los que contribuyeron al montaje de la DINA sobre los detenidos desaparecidos «encontrados» en Argentina y los que dieron credibilidad a los enfrentamientos que inventaba la CNI, deben sentir vergüenza hoy día. Pero todavía no les he escuchado dar ninguna explicación sobre las mentiras que transformaron en verdades.



Dirán que eran empleados y recibían órdenes de sus editores o de los directores responsables. En esas oficinas superiores, por supuesto, se tomaban las decisiones y en ellas se elaboraban las estrategias del ocultamiento. Pero tampoco los jefes han explicado por qué se convertían asesinatos en enfrentamientos.



Si la llamada «gran prensa» o la televisión hubieran decidido jugar un papel orientado a evitar o paliar las escalofriantes injusticias cometidas, nos habríamos evitado una gran cantidad de dolor. Tanta responsabilidad como los jueces en el ocultamiento de la realidad ocurrida en materia de derechos humanos tuvieron los medios periodísticos que transformaron a los desaparecidos en prófugos, mentirosos, víctimas presuntas. No ejercieron la investigación y la crítica que hoy han transformado con justa razón en bandera. En ese entonces hicieron todo lo contrario, dieron crédito público a todas las mentiras de la dictadura y las presentaron como verdades indiscutibles.



Hoy, aunque los dos consorcios periodísticos compiten entre sí, la construcción global de la agenda pública, constituida por los temas que los grandes medios convierten en noticia y por los que silencian, permiten formular una conclusión taxativa: los criterios de construcción de la noticia siguen orientados por lógicas políticas más que por lógicas informativas.



Detrás de tanto hablar de las coimas, más que llevar a cabo un sinceramiento real, a fondo, lo que se busca es producir una segunda invisibilización. ¿En qué «gran medio» periodístico o canal de televisión se han asociado estos hechos, cuya condenación (insisto) es indispensable, con lo que María Olivia Monckeberg denominó «el saqueo de Chile»? ¿El Mercurio incluyó en su «memorial de la corrupción» el caso de los cheques recibidos por el hijo mayor de Pinochet de parte del Ejército? A lo mejor lo hizo. Yo leí ese listado sin poder en ningún momento superar la increíble metáfora. Esa asimilación de las desapariciones y la corrupción tiene demasiadas implicaciones inconscientes. Pero con esa alusión, El Mercurio se ha permitido además hacer comparables las coimas con las muertes en tortura.



Por eso quizás se me pasó inadvertido algo que El Mercurio, nuestro decano, no podía silenciar. Me gustaría que me sacaran de dudas. ¿Estaban o no en la lista los cheques de Pinochet, los cuales desencadenaron ejercicios militares y una intervención del Presidente Frei Ruiz-Tagle frente al Consejo de Defensa del Estado para que se desistiera de continuar la querella?



Me desagrada mucho minimizar la desvergüenza de esos politiqueros ansiosos de dinero quienes, siguiendo la lógica neoliberal del culto al dinero, se apoderaron de fondos públicos o se dejaron corromper por empresarios inescrupulosos. Pero la desvergüenza con que estos temas han sido tratados, la absoluta falta de memoria y la hipocresía, son intolerables.



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