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«Presidencializar» y «parlamentarizar»

Reforzar la autoridad del Presidente es tanto una necesidad como un hecho de la causa. Parlamentarizar el ejercicio diario del poder es una necesidad que, contrariando todo la problemática actual de los partidos, es un deber para alcanzar dos preciadas metas: gobernar bien y entregar la bandas a quien dará continuidad a aquello por lo cual se ha luchado toda una vida.


El estilo presidencial de Ricardo Lagos está siendo públicamente cuestionado por sus propios partidarios. Se le acusa de alejarse en demasía de los partidos políticos de su coalición y a apostar a ser más bien un Presidente de todos los chilenos que termine su mandato con realizaciones en materia de salud, justicia y educación más una alta popularidad.



Analicemos la cuestión más allá de la falsedad o veracidad de lo señalado.



Primero, a diferencia del tipo parlamentario de gobierno, el Presidente de la República en uno presidencial, junto con ser Jefe de Estado es Jefe de Gobierno. En Inglaterra, la Reina Isabel reina, pero no gobierna. Esto último es tarea del Primer Ministro Tony Blair. En Chile, por el contrario, el Presidente de Chile es Jefe de Estado y representa a todos los chilenos, sobre todo en materia de Relaciones Exteriores o Defensa. Pero, además, es jefe de una coalición de partidos que le propuso un programa y que lo llevó al gobierno. Saber equilibrar ambas funciones es cosa dificilísima, donde fallaron hombres como Frei o Allende.



Segundo, a diferencia del tipo parlamentario de gobierno, el Presidente Lagos fue elegido directamente por el pueblo y contó y cuenta con más del cincuenta por ciento de apoyo popular. En el parlamentarismo, Tony Blair no llega al gobierno si sus partidarios no controlan el poder legislativo. En España, si Aznar pierde la confianza de su partido en el Parlamento, deberá renunciar. En Chile, Frei, Allende, Aylwin o Frei Ruiz-Tagle gobernaron siendo minorías en el Congreso Nacional. Y al serlo deben negociar con la oposición. Alessandri llegó a integrar a los radicales a su gobierno para poder administrar el país.



Estas dos diferencias centrales hacen que el presidencialismo, particularmente el latinoamericano, sea muy personalista, en el sentido positivo y negativo de la palabra, y que tienda a disociarse de los partidos políticos. Esto era ya claro en 1989 cuando el Presidente Aylwin congeló su militancia política en al DC para representar a toda su coalición de gobierno y a todos los chilenos.



Anotemos, además, que la influencia de la televisión en los gobiernos parlamentarios, más un cierto reforzamiento de la figura del Primer Ministro, ha llevado a fortalecer liderazgos carismáticos como el de Blair, González, Schroeder o Berlusconi. Ricardo Lagos y sus asesores comunicacionales saben bien esto.



Otras dos razones refuerzan el presidencialismo hoy por hoy.



El primero es que el Presidente de la República no es hombre de partidos. A diferencia de Frei, Allende o Aylwin, Ricardo Lagos nunca cultivó una larga vida partidaria. De hecho, milita en dos partidos políticos.



El segundo es la honda crisis de legitimidad que viven los partidos políticos ante los públicos de masas. Súmese a esto la crisis de convivencia interna, liderazgo y disciplina que se vive adentro de cada partido. El resultado es que los propios partidos de la coalición de gobierno tienden a fortalecer a los tecnócratas y los populistas de siempre aconsejarán al líder de alejarse de las disputas, particularismos y peticiones siempre ascendentes de los partidos.



En conclusión, cuatro fuertes razones para alejarse de los partidos políticos de gobierno. Pero tal visión de las cosas, creo impecable e implacable en su descripción, arrastrará a cualquier gobierno al desastre. Por cuatro razones.



La primera, los partidos políticos controlan el Congreso Nacional. ¿Cuántos parlamentarios independientes conoce Ud.? Y todo gobierno requiere legislar y aprobar leyes periódicas como la del presupuesto, y evitar que el Congreso sea pura fiscalización y desorden artero.



La segunda, los partidos políticos son claves en el reclutamiento de la élite política tanto de elección popular como administrativa. ¿Ministros, Subsecretarios, Intendentes, Gobernadores, Alcaldes independientes? Búsquelos.



La tercera, los partidos políticos siguen siendo centrales en la articulación, canalización y comunicación de las demandas y apoyos de la sociedad hacia el Estado y viceversa. Mala relación con ellos garantiza, hoy menos que ayer, hervidero de denuncias y demandas expuestas ante la opinión pública.



La cuarta es que los partidos dan penetración territorial y temporal a las políticas públicas. Los partidos deben, si quieren gobernar, representar a la mayoría nacional, por lo cual deben estar presentes en Arica y Punta Arenas, en los gremios empresariales y en los sindicatos laborales. Y los partidos son los que garantizan la pervivencia de las ideas y de las políticas públicas. Frei murió en 1982. Sus ideas han continuado hasta el 2002 a través del partido que él fundó y cuya tarea continuaron sus hijos. Allende murió en 1973, el socialismo tiene a uno de sus hombres en La Moneda.



Un buen gobierno en realizaciones puede terminar en el desastre de entregar la banda presidencial a quienes representan todo lo contrario.



En consecuencia, enfrentar el tipo presidencial de gobierno bajo estas circunstancias históricas y en manos de Ricardo Lagos debiera llevarnos a la conclusión que lejos de debilitar esa conducción hay que reforzarla y pedir humildemente más decisiones y orden de su parte.



Y, junto con ello, apostar a que sus ministros y subalternos más directos sea verdaderos parlamentarios en ejercicio. A tal punto que sus Ministros sientan, como lo experimentan en carne y hueso los ministros en el parlamentarismo, que son además congresistas, que sólo se mantendrán en sus cargos si cuentan con al confianza del jefe de gobierno, con una fluida relación con sus partidos y con un gran trabajo en terreno.



Reforzar la autoridad del Presidente es tanto una necesidad como un hecho de la causa. Parlamentarizar el ejercicio diario del poder es una necesidad que, contrariando todo la problemática actual de los partidos, es un deber para alcanzar dos preciadas metas: gobernar bien y entregar la bandas a quien dará continuidad a aquello por lo cual se ha luchado toda una vida.

En suma, presidencializar todo lo necesario y parlamentarizar todo lo posible.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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