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Choros shilenos en España

Al margen de la discusión sobre si los chilenos somos «pungas» por experiencia o por genética, lo cierto es que «El Sabonis» ha extendido la fama de nuestros malandrines por toda Europa.


El lunes 24 de febrero prometía ser el comienzo de una productiva semana para Carlos Francisco Muñoz Quevedo y su banda de cogoteros shilenos afincados en Madrid. Carlos Francisco, alias «El Quevedo», y dos de sus compinches estaban a bordo de un automóvil Audi A4 robado y estacionado en doble fila en el corazón del barrio de Chamartín, planificando los golpes que iban a dar ese día, cuando, a eso de las 10.30 horas, todo se torció: una patrulla camuflada de la Policía española los divisó a lo lejos.



Los policías confirmaron por radio que el Audi era robado y permanecieron en guardia, vigilándolos. Cuando «El Quevedo y sus colegas se pusieron en marcha, el coche policial los siguió. Los cogoteros motorizados se dieron cuenta de que los perseguían y emprendieron una loca huida por las calles madrileñas. Pero otro coche, conducido por una mujer policía, les cortó el paso y se estrellaron de frente contra él. Los dos compinches salieron corriendo y se ocultaron en las calles aledañas, pero «El Quevedo», un poco aturdido por el golpe, sacó su pistola y se batió a tiros con los policías porque él era el más «capo» de los cogoteros shilenos.



Más de veinte disparos se intercambiaron en plena mañana frente a la gasolinera de la calle Corazón de María. A «El Quevedo» le quemaba el gatillo y se quedó sin balas. Fue reducido por los agentes, no sin que antes intentara quitarles el arma reglamentaria. Tres policías resultaron heridos en la acción.



Al principio, «El Quevedo» dijo llamarse Patricio Navarro, pero a los policías no les costó mucho dar con su verdadera identidad. Y entonces, tras consultar con el computador de la Policía, Ä„sorpresa! Habían cazado a «El Quevedo», uno de los archiconocidos cogoteros chilenos que operan en Madrid.



«El Quevedo» es el último de una lista de delincuentes chilenos que ya son legendarios en España. El asunto adquirió envergadura a comienzos de febrero de este año, cuando el diario español El Mundo publicó un artículo que tituló: «Las mafias chilenas, las más violentas». El reportaje formaba parte de una serie titulada «Madrid, Torre de Babel de la delincuencia», dedicada a revisar cómo la capital española se ha convertido en el terreno propicio para que prosperen las mafias kosovar, albanesa, rumana, colombiana, peruana y chilena.



La historia hubiese pasado sin pena ni gloria si no fuera porque la misma mañana que El Mundo publicaba su reportaje, el subsecretario de Carabineros, Felipe Harboe, llegaba a Madrid en visita oficial. Ofendido y herido en su orgullo patrio, Harboe movió cielo y tierra para conseguir un desmentido y lo logró. Sus colegas españoles, tanto del Ministerio del Interior como de la Guardia Civil -que no deseaban protagonizar un incidente diplomático a costa de un artículo de prensa-, rápidamente le dieron en el gusto y le dijeron que no era verdad que hubiese una mafia chilena operando en España, sino chilenos aislados dedicados a delitos menores. Fue una mentirita blanca.



No consta que la Policía Nacional española se sumara a los gentiles desmentidos que recibió Harboe. El asunto tiene miga, porque la Policía es la que se encarga de combatir a las redes delictivas que actúan en ciudades y no la Guardia Civil que se ocupa de la seguridad en carreteras y zonas rurales. En todo caso, difícilmente, la Policía iba a retractarse cuando hace apenas cinco meses, su portavoz ya había denunciado en una radio madrileña la existencia de una red de delincuentes chilenos, cogoteros en su mayoría, que actuaban con inusitada violencia.



¿De dónde viene esta historia? Varios elementos confluyen. Por un lado, la violencia creciente de la que hace gala la nueva generación de delincuentes chilenos. El cogotero shileno de hace 20 años cuando era descubierto, se rendía o huía discretamente. Era el caso, por ejemplo, de los elegantes carteristas nacionales que operaban en la Línea 27 de los autobuses madrileños, bien conocidos por la Policía española. El cogotero de hoy, en cambio, es capaz de plantar cara a la policía y prefiere batirse a tiros antes que huir. O sea, además de cogotero … es choro.



Por otro lado, se ha corrido la voz entre el sindicato del crimen chileno de la generosidad del Código Penal español. Cualquier asalto cometido en España donde el botín no supere los 300 euros (50.000 pesetas, 300 dólares o 225 mil pesos, aproximadamente), no es delito castigado con penas corporales, sino que apenas conlleva una mísera multa. Más o menos la Jauja de la delincuencia.



Pero incluso así, era difícil caracterizar como mafia a los individuos o grupos aislados de chilenos que operan en España de no ser por un informe confidencial del FBI (Agencia Federal de Investigaciones de EEUU) que llegó a manos de la Policía española en un CD-Rom oficial hace casi un año. En él, con una nutrida documentación, se advierte de la violencia de tres nuevas mafias que despuntan en el submundo del crimen en Europa: la mafia albanesa, la peruana y la chilena.



El reportaje de El Mundo permitió conocer la existencia de Angel del Amor Pastor Mesquida, alias «El Sabonis». De 24 años, Pastor mide un metro con 93 centímetros y pesa 130 kilos. Su apodo obedece a su gran envergadura física que le asemeja con «Arvydas Sabonis» ,el jugador de básquetbol lituano de los Blazers de Portland.



Experto cogotero y maleante, «El Sabonis» mató a un policía español en 1996, antes de cumplir la mayoría de edad, arrollándolo con una furgoneta en Madrid. En aquella ocasión se percutieron más de 300 disparos en el tiroteo entre Pastor y la policía. Gracias a un error procesal, «El Sabonis» quedó libre por la muerte del agente y sólo cumplió una pequeña condena por robo. En enero de 2001 quedó en libertad y desde entonces sus actividades son legendarias. Nadie le ha visto ni se conoce su paradero, pero la policía cree que él y a su banda se le atribuyen muchas más fechorías de las que ha sido capaz de cometer.



En el consulado de Chile en Madrid, no hay información sobre Pastor. Y en Chile figura como ciudadano español y no está registrada su salida del país. Lo cierto es que «El Sabonis» vino a los 15 años a España y ya adolescente estuvo recluido en reformatorios por pequeños delitos. Esto le permitió a Harboe lavar el honor de Chile en una rueda de prensa que ofreció en Santiago y afirmar que la experiencia criminal del «El Sabonis» la adquirió en España.



Al margen de la discusión sobre si los chilenos somos «pungas» por experiencia o por genética, lo cierto es que «El Sabonis» ha extendido la fama de nuestros malandrines por toda Europa.



No se sabe si es leyenda o no, pero a «El Sabonis» le están cargando, en las últimas semanas, la muerte de otro delincuente chileno, David Eugenio Quinteros, alias «Choro Tolosa».



«El Choro» y su banda se enfrentaron, en el año 2001, con un grupo rival cuando intentaban atracar el mismo banco en Alcobendas, un barrio al norte de Madrid. Al Choro Tolosa lo cosieron a puñaladas. Al día siguiente lo enterraron en el cementerio Ciudad Jardín de Alcobendas y sus colegas le llevaron una corona de flores que decía: «Choro Tolosa. Número Uno. Real Madrid» y pusieron música heavy metal a todo volumen en el camposanto.



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