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La riqueza virtual


Uno de los fenómenos más homogéneos de la economía globalizada es el alto endeudamiento, tanto público como privado, de todos los países, en volúmenes nunca antes conocidos en la historia del capitalismo.



Este fenómeno, que se atribuye, en la mayoría de los casos, al auge del capital financiero, sería demostrativo de que, en esencia, la acumulación de la riqueza financiera de unos no es sino el reflejo de la acumulación de las deudas de otros. Cumpliendo así el viejo aserto de Rousseau de que nadie se puede enriquecer sin empobrecer a otro.



Es necesario ir más a fondo para no confundirse. Cuando, por ejemplo, la empresa General Motors succiona de los mercados financieros ingentes cantidades de dinero para otorgar crédito de proveedor (incluso, a cero interés) a los compradores de sus vehículos, la deuda de GM constituye la «riqueza» o los ahorros de aquellos a quienes, por otra vía, a su vez, presta el dinero para que adquieran sus vehículos.



La riqueza financiera es virtual, y en la mayoría de los casos corresponde casi, exactamente, al aumento de las deudas, concentrado ahora bajo una forma diferente en un poder financiero.



Algo de esto es claro en los fondos de pensiones. Los ahorristas de los fondos de pensiones, acumulan riqueza que es la otra cara de la medalla del endeudamiento en el que incurren quienes utilizan esos recursos mientras se mantienen como depósitos. Además, esos mismos «ahorristas» pueden endeudarse, en algunas partes, contra la garantía de sus fondos de pensiones.



En este proceso, los haberes financieros parecieran aumentar por arte y magia propia. Así, por ejemplo, para volver al ejemplo de los créditos que coloca General Motors en el mercado de dinero para financiar sus ventas, son probablemente el «capital financiero» de miles de ahorristas, de fondos de inversión, etc. A su vez, las deudas que asumen los compradores de autos son activos financieros de las empresas respectivas. Que a su vez pueden ser transformados en nuevos papeles financieros. Una misma suma de dinero puede servir, entonces, para acumular «capital financiero» en varias veces su monto original transformando en riqueza financiera lo que son compromisos de pagos.



Consecuentemente, el capitalismo contemporáneo debería cuidar que la capacidad de pago de los deudores no disminuya. En cierta medida lo hace cuando aumenta el crédito público y lleva las tasas de interés a niveles extraordinariamente bajos como ocurre hoy, siempre que esa baja tasa de interés llegue, efectivamente, al ciudadano común. Pero ello no basta. Cuando una gran masa de la población, fuertemente endeudada, pierde sus empleos, no puede pagar sus deudas ni siquiera a bajos intereses, la cadena se interrumpe, y sobreviene el colapso.



La situación se agrava en las empresas o corporaciones que manejan los fondos de pensiones. Según medios especializados, el año 2003 alrededor de 325 de las 500 empresas contempladas en el índice S&P 500 de acciones tendrían déficit en sus esquemas de pensiones, y muchas de ellas tendrían que utilizar la totalidad de sus ganancias para financiar sus compromisos es este campo. Muchas de ellas tendrían que dejar de invertir, poniendo en peligro sus ganancias futuras y, así también, su capacidad de servicio de los compromisos asumidos con millones de trabajadores en todo el mundo. Un dilema muy similar al de los sistemas de pago de pensiones públicos con compromisos fijos y con una población que aumenta su esperanza de vida.



Los procesos deflacionarios que se viven en todo el mundo contribuyen a aumentar el número de empresas y personas que no pueden pagar sus deudas. La razón es muy simple: los ingresos monetarios van quedando detrás del aumento de la carga financiera, aunque las tasas de interés bajen a niveles casi nunca vistos. Hyman Minsky ha explicado el mecanismo con lujo de detalles. Su teorema sobre la inestabilidad financiera muestra que el ciclo de acumulación de riqueza financiera necesariamente se acaba cuando ya no se logra un nivel de actividad económica capaz de validar no sólo los compromisos pasados, sino también un nivel creciente de compromisos futuros. Pues entonces necesariamente disminuyen las inversiones, el empleo y los ingresos.



El gran aumento de los compromisos de pagos constituye un problema para el cual el capitalismo actual no dispone ni de los más elementales mecanismos de manejo. Si para el período de depresión económica de fines de los 20 y de los 30 del siglo pasado se inventaron fórmulas («keynesianas») para aumentar la demanda aumentando también el endeudamiento, ahora el desafío consiste en aumentar la demanda disminuyendo el nivel general de compromisos de pago.



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*Economista y consultor internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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