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Presidenciales 2010: La Geisha v/s Álvaro Ballero

Si la gente llega a convencerse de que no deben dirigir los destinos del país los políticos, ¿quién lo hace? ¿los empresarios? ¿la iglesia? ¿Los militares?


Acompañados de unas buenas cervezas, pensábamos con mis amigos -de una inefable manera, como quien piensa en Claudia Schiffer- en lo que significaba hacer política siendo joven en los tiempos de nuestros viejos (hasta finales de los 80). Por las miles de historias que conocemos, ser dirigente político, no solo era sinónimo de ser un servidor publico, sino que, además, era sinónimo de ser líder, en la verdadera esencia de su semántica. Ser un líder político debe haber sido un símil a lo que hoy es ser un exitoso deportista, el conductor de algún estelar o de algún reality show (tan de moda hoy).



Si mi propio tío me contaba, ser dirigente político era un aliciente en la conquista de mujeres, y más aun, ser dirigente y de izquierda era visto como un potencial «Che» Guevara, cosa que era más que interesante para el mundo «femenino» de antaño. Y el ejemplo más palpitante es que los lideres de los 60, siendo muchos bastante poco agraciados, terminaron casados con hermosas mujeres (sino, pregúntenle al feo de mi tío). Como diría alguien, acompañado de alguno que otro suspiro, » Ä„Ä„uf, que tiempos!!».



Esa percepción de la ciudadanía de «político-ídolo» parece que a muchos no les gusto, tal vez por verlos con cierta peligrosidad por su poder de arrastre o porque, claramente, los que causaban más impacto no eran ciertamente los de derecha o, simplemente, por envidia. Es que Chile pudo (y tuvo por obligación) que escuchar durante 17 años a un general que día a día hablaba en forma despectiva de «los señores políticos», como quien se refiere a un ladrón o a un violador. El mismo mensaje, que ya parecía consigna de la Coca-Cola, fue tomado, estratégicamente, por el sector heredero de este general en democracia. Así pudimos ver a un candidato presidencial, día a día repetir que ellos no eran políticos, pero si hacían política (¿?). En fin, el mismo discurso de Pinochet, pero esta vez marketeado por una femenina cara de niño bueno.



Y aunque duela mucho decirlo, parece que van ganando en su batalla cultural.



Es que como no va a ser así, si la tienda de Guzmán, hoy cuenta no solo con el apoyo del empresariado en esta pelea, sino que, además, de casi la totalidad de los medios de comunicación, y del posicionamiento de sus figuras «momio-light» en la televisión (Morandé, Larraín, Viñuelas y Cía.).



La realidad es que hoy han logrado que el hacer política y, en especial, el hacer política siendo joven, sea percibido como sinónimo de buscar ganar altos sueldos, de ser un vago, o simplemente el de ser un viejo burócrata y fome.



Hoy se ha vuelto en una verdadera odisea ser dirigente juvenil, en una respuesta de incomprensión por parte de nuestros compañeros, tergiversando el porqué estamos muchos en política, que es simplemente porque tenemos la intención de cambiar el mundo y, además, esa pelea nos llena e, incluso, nos divierte.



Pero la Alianza por Chile parece que se está pisando la cola. Ellos no contaban con que la ciudadanía iba a terminar identificándolos a ellos también como políticos (la gente no es tan ingenua). Y entonces su plan de «los malévolos políticos en un lado y nosotros los buenos servidores en otro», se les está viniendo abajo, y no a favor de la Concertación, sino más bien en detrimento de toda la Política.



Si la gente llega a convencerse de que no deben dirigir los destinos del país los políticos, ¿quién lo hace? ¿los empresarios? ¿la iglesia? ¿Los militares?



Espero que la situación cambie, creo que es pega de nosotros los jóvenes hacerlo hoy, pues no quiero tener que votar a futuro por algún parlamentario, eligiendo entre algún participante de un reality show mediante escrutinios telefónicos de popularidad.



Es por eso que hoy es fundamental que los más jóvenes, con propuestas, con ideas y con más fuerza que nunca, podamos ser capaces de demostrar que hacer política es una forma divertida de contribuir al país. Ser capaces de comunicar a la gente, que ser político, de los de verdad, no es sinónimo de ser un viejo chico, sino al contrario, es significado de ser alguien que es capaz de soñar con otro mundo y que está dispuesto, incluso, a dar la vida por ese sueño. Ser dirigente político, tiene que ser sinónimo de valentía e hidalguía, de juventud.



Pero la verdad es que si algunos no comprenden el real significado de la actual crisis que vive la política, si no somos capaces, como país, de sentar cabeza y, como decimos los jóvenes, «cortar el webeo» y ponernos serios, como vamos, posiblemente, tendremos compitiendo en las presidenciales del 2010, a la Geisha y a Álvaro Ballero.



(*) Ex Pdte. Parlamento Juvenil, 18 años.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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