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El malogrado debate tributario


Hay veces que incluso los abogados decimos que más vale un mal arreglo que un buen pleito. Pareciera ser el caso del tenor que empezó a tomar el debate tributario. Los senadores deberán discutir si aumentan el IVA. Nada más pues no se pudo más al tenor del debate político y mediático. Antes de hablar, pensar. Antes de criticar, escuchar. Antes de juzgar ponerse en el lugar del otro e intentar comprender. Son estas normas de razón práctica que hacen de la deliberación democrática un bien a cautelar y no polémica estéril, tumulto y bullicio anárquico. No se respetaron y ahí están los resultados.



Los chilenos no hemos querido percibir la magnitud del desafío tributario. Este es un tema agudo que ha provocado revoluciones en países como Estados Unidos. Por ello no se trata de un problema meramente técnico o en el cual sólo pueden participar los economistas y seguidores. Este es un tema democrático central: saber cuántos recursos estamos dispuestos a extraer de la sociedad para financiar políticas públicas y programas sociales.



Si vemos el siguiente cuadro, comprobaremos lo preocupante que esta falta de conciencia nacional acerca de los tributos que pagamos y deberemos pagar los chilenos.


País Ingresos tributarios como % del PIB
Chile 17.9
Bélgica 43.0
Holanda 42.7
Italia 42.2
Francia 39.2
Reino Unido 33.4
Canadá 32.6
Alemania 26.7
Australia 23.2
Estados Unidos 19.8

Fuente: Cepal




Los datos contenidos en este cuadro muestran que la carga tributaria de Chile es aproximadamente equivalente a la mitad de la muestra de países de la OECD, que en promedio es de 33.8%. Se trata de naciones con gobiernos capitalistas, socialdemócratas o socialcristianos posteriores a la revolución neoconservadora de Reagan, Thatcher y la caída del Muro de Berlín.



¿Por qué la carga tributaria es tan alta en estos países? No porque sean estatistas ni porque tengan una especial predilección por tener empresas públicas. Tras la crisis del capitalismo de 1929, el ascenso del fascismo y del comunismo y los horrores de la Segunda Guerra Mundial se impuso un consenso en orden a que la democracia, la estabilidad política, la paz social y el crecimiento económico suponían un pacto social entre todos. Este pacto afirmó que los derechos a la salud, a la educación, al trabajo y a la capacitación laboral, a la vivienda y a la seguridad social suponían un enorme esfuerzo de parte de la sociedad toda a través del Estado. Y ahí están los frutos de dicho pacto social. Se trata de las naciones más desarrolladas del planeta.



Hay quienes sostienen, no sin fundamento, que el caso de un país subdesarrollado como el chileno supone apostar al crecimiento económico y no a la garantía estatal de estos derechos socioeconómicos. Sin embargo, este razonamiento omite el hecho relevante que el crecimiento económico sin más es una condición insuficiente para lograr avances en el desarrollo humano y el bienestar de las personas. Además es igualmente cierto que gente mejor educada, más saludable y feliz producirá más y mejor. Por lo que no hay incompatibilidad entre redistribución razonable del ingreso y crecimiento económico. De hecho, bajo el mandato del Presidente Aylwin se aumentaron los impuestos y ello no impidió que la tasa de crecimiento económico fuera del 6,3% anual entre 1990 y el año 2000.



Finalmente, si miramos el año 2015 nos daremos cuenta que un aumento de la tasa tributaria es inevitable y en gran escala. Con una esperanza de vida cercana a los 77 años de edad en ese año y la disminución de la tasa global de fecundidad – entre el año 1992 y el año 2002 los niños menores de 5 años se redujeron en 301.599 – se nos vienen encima tiempos difíciles.



Al año 2015 los chilenos pertenecientes a la Tercera Edad representarán el 10% de la población que se estima en 17.912.000. Todo lo cual redundará en una mayor presión del gasto público en salud, junto con la mayor necesidad de recursos para fondos previsionales y de pensiones asistenciales. Y si queremos mejorar la relación entre población activa y pasiva deberemos facilitarles las cosas a las familias chilenas para que puedan tener más hijos en un Chile donde las mujeres no sólo quieren sino que deben trabajar también fuera del hogar. Ello pasará por más gasto social extendiendo la educación prebásica, salas cunas y mecanismos sociales y públicos de protección de niños, mujeres embarazadas, familias y tercera edad.



Los que creen que el debate tributario se cerrará esta semana sufrirán una triste decepción.



(*) Director Ejecutivo Centro de Estudios para el Desarrollo, CED.



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