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Promover la ruralidad es tarea de todos

Chile debe optar por la agricultura y la ruralidad. Para evitar el poblamiento excesivo de las grandes ciudades. Para promover la cultura y tradiciones preciadas. Para desarrollar una poderosa agroindustria. Para abrir nuevas perspectivas como el ecoturismo y valorar este modo de vida. Para cuidar el paisaje rural y promover el medio ambiente. Por seguridad alimentaria y dar alimentos a todos los chilenos y, ¿por qué no?, al mundo entero.


Reclamé por El Mostrador.cl que la política está primero y que debemos promover la agricultura e industria nacionales ante el desafío de los tratados de libre comercio. Y dos amigos economistas me criticaron respetuosamente. Me hicieron llegar su protesta vía correo electrónico. Por cierto me acusaron de proteccionista y que la economía y la política son autónomas. Yo quiero hoy seguir el diálogo con ellos.



No estoy de acuerdo. La política es un proceso a través del cual hombres y mujeres organizados, que tienen ideas e intereses distintos, se ponen de acuerdo en cuál es la mejor forma de organizar la sociedad. Y si no hay acuerdo, se vota. Y la economía es una actividad humana relativa a la producción, asignación y distribución de bienes y servicios que satisfacen necesidades humanas.



Cuando reclamo que la política está primero, y no la economía, lo que quiero señalar es que en el proceso político democrático participan todos los chilenos, normalmente a través de sus representantes libremente elegidos por el pueblo. En cambio, en la economía de mercado sólo lo hacen los que tienen poder adquisitivo, y entre más poder adquisitivo mejor. En la democracia la regla es «una persona, un voto». En la economía la norma es «un dólar, un voto». Y entre más dólares, más poder se tiene.



Por eso creo que cuando se trata de decisiones importantes la política debe primar, sobre meras consideraciones económicas. Por cierto teniendo en cuenta lo que nos enseña la economía acerca de la utilización de los recursos y medios, pero los fines sociales debe ponerlos la ciudadanía.



Y es decisión importante saber qué haremos los chilenos con los tratados de libre comercio y sus eventuales impactos en la economía y agricultura nacionales. Quiero insistir en el punto de nuestra agricultura.



En Chile la urbanización crece y la importancia económica de la ruralidad parece retroceder. La tendencia aparenta ser abrumadora. Nuestros campos se despueblan y nuestra economía se concentra sólo en ciertos tipos de agricultura. Se trataría de la modernización de Chile, siguiendo patrones europeos. La pobreza rural es además muy fuerte. Por eso algunos economistas y políticos dicen, que si Chile no es capaz de producir ciertas especies agrícolas a precios competitivos, simplemente no debe hacerlo.



Don Gabriel Valdés se ha sublevado contra esto y ha señalado en el Senado que: «Quienes así actúan carecen de la cultura necesaria para captar la esencia de un país, desconocen la razón de ser de una nación, que es tierra, historia y gente».



Y esto es tan cierto que como lo dijo el ex Presidente socialista Francois Mitterrand, la agricultura es un pilar de la Nación como lo son la educación y las Fuerzas Armadas, cualquiera sea su costo. El Presidente derechista Chirac acaba de decir que «los campesinos son los jardineros de nuestro país y los guardianes de nuestra memoria». Y el 2003 siete Ministros de Agricultura de la Unión Europea enviaron a la prensa una carta donde dicen que «para nosotros, los productos agrícolas son mucho más que bienes de mercado; ellos son el fruto del amor de un trabajo y de una tierra, el cual ha sido desarrollado de generación en generaciónÂ… Para nosotros, los agricultores no serán convertidos en la variable de ajuste de un mundo deshumanizado y estandarizado».



Este alegato es válido para Chile que tiene capacidad para sostener gente, tierras y capitales en la agricultura. Particularmente una agricultura a escala humana puede desarrollarse poderosamente gracias a nuestra nueva ley de cooperativas. Estas es la solución francesa e italiana para la pequeña agricultura campesina. Y tal respuesta ha demostrado que eficacia y eficiencia en una economía de mercado son compatibilizables con estilos de vida más humanos y locales.



Concluyamos señalando que Chile debe optar por la agricultura y la ruralidad. Para evitar el poblamiento excesivo de las grandes ciudades. Para promover la cultura y tradiciones preciadas. Para desarrollar una poderosa agroindustria. Para abrir nuevas perspectivas como el ecoturismo y valorar este modo de vida. Para cuidar el paisaje rural y promover el medio ambiente. Por seguridad alimentaria y dar alimentos a todos los chilenos y, ¿por qué no?, al mundo entero.



Es el camino europeo y norteamericano. Si ellos promueven su agricultura y ruralidad, ¿no lo haremos nosotros?



(*) Director Ejecutivo Centro de Estudios para el Desarrollo, CED.



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