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Hotel Carrera y Cancillería


El Ministerio de RREE funciona, tras el golpe de Estado, en el edificio del ex Congreso Nacional y en la actualidad, además, en otras 15 dependencias propias y arrendadas, ubicadas en distintos puntos del centro de la ciudad, lo cual -como se entiende- le ocasiona crecientes problemas operacionales.

Con el objetivo de solucionar esta incómoda situación, en el año 2001, dicho servicio público llamó a las oficinas de arquitectura más calificadas para que, en un concurso público, presentaran proyectos de construcción de un nuevo edificio institucional, el que se iba a emplazar en un sitio eriazo fiscal de 2.000 metros cuadrados, situado en la esquina de Moneda con Teatinos. Es decir, frente al Palacio de Toesca y de la Plaza de la Constitución: sensata decisión y óptima ubicación.

Más de 40 oficinas especializadas acudieron al llamado del gobierno y entregaron sus proyectos, diseñados sobre la base de las especificaciones técnicas entregadas por la Cancillería. La evaluación del jurado determinó el proyecto ganador, magnífico edificio, con el cual se concluye la materialización completa del denominado barrio cívico, iniciado en la década del 30.

El edificio contemplaba 30.000 metros cuadrados para oficinas, salas, circulación y acomodaciones especiales en 13 pisos, y 11.000 metros cuadrados para 210 estacionamientos en 3 niveles subterráneos, una planta para archivo, también bajo tierra, y en zócalo un amplio espacio para eventos y reuniones masivas. La oficina ganadora del concurso recibió el reconocimiento de las autoridades y se pensó que pronto se iba a iniciar la construcción.

Transcurrió el tiempo, recientemente la prensa ha informado que dicho ministerio -sin haber llamado a licitación- ha anunciado la compra del Hotel Carrera. Se dice que el Ministerio de Hacienda aprobó un pago de 20 millones de dólares por este antiguo edificio, que fue concebido para operar exclusivamente como hotel. No sabemos cuántos millones de dólares adicionales se tendrán que gastar en remodelar el hotel para transformarlo en un ministerio. En todo caso y dado lo complicado que será adaptar los dormitorios y baños a oficinas, suponemos que, al menos, se tendrán que invertir unos 12 millones de dólares adicionales.

Dicho sea de paso, el Servicio de Impuestos Internos tiene avaluado al edifico del hotel en 13 millones de dólares y su superficie útil es del orden de los 25.000 metros cuadrados, espacio disponible menor que el requerido por las actuales oficinas de la Cancillería. El hotel dispone de unos 25 estacionamientos, exigua cifra que se deberá comparar con los 210 del abortado proyecto.

¿Significará esto que los elegantes funcionarios de nuestras relaciones exteriores tendrán que movilizarse en locomoción colectiva? No lo sabemos.

Asimismo, este inmueble, que en rigor es un patrimonio arquitectónico de la ciudad, está conceptuado como de «Conservación Histórica» por el Plan Regulador de Santiago. De ello se desprende que su posible intervención no puede modificar su fachada.

Ahora bien, el propietario del hotel y del edificio es el holding Quiñenco, matriz administrativa financiera del grupo económico Luksic, uno de los más importantes del país y que cuenta con los más aptos profesionales multidisciplinarios del mercado. La prensa escrita dominante (El Mercurio y La Tercera) llama a estos ejecutivos el «Dream Team», asociándolos a un seleccionado de jugadores de básquetbol norteamericano, ídolos indiscutidos en el ambiente deportivo de ese país.

Pero, a pesar de las reconocidas habilidades del Team, la explotación comercial de este negocio hotelero está generando pérdidas en los últimos años y no se percibe un mejoramiento de la situación. ¿No sería mejor que una cadena hotelera internacional maneje este hotel?

Por lo expuesto, saltan a la vista algunas disquisiciones que hay que resolver:

¿Por qué la autoridad llama a un concurso público de arquitectura y no se ejecuta la obra ganadora, más aún cuando el MOP aseguró en su oportunidad que contaba con el monto de la inversión?

¿Por qué se decide comprar un edificio antiguo a un precio más alto que el promedio del mercado y cuyo costo total es prácticamente igual al precio del edificio nuevo?

¿Por qué el gobierno prefiere mantener indefinidamente un sitio eriazo al costado de La Moneda?

¿Si el negocio hotelero de Quiñenco fuera un éxito, se habría realizado esta operación comercial?

¿Influyó la habilidad y buen ojo del diligente Dream Team en esta transacción tan conveniente para Quiñenco y tal perjudicial para los intereses del Estado?

Siendo el centro de la ciudad capital, el espacio público más importante del país, ¿por qué se le sustrae un tradicional hotel 5 estrellas que lo hace más dinámico, variado e interesante?

Como somos partidarios de la utilización eficiente de los escasos recursos públicos disponibles, muy respetuosamente le hacemos un llamado al Presidente de la República para que inste a sus ministros sectoriales a revisar esta materia, teniéndose en cuenta todas las variables existentes.

Reconocer los errores no es malo. Por el contrario, dignifica a quienes resuelven modificar sus decisiones. En este entendido, tenemos la más clara convicción de que primará, finalmente, el interés de la nación y de la ciudad en este episodio.

También hay que tener en cuenta que, desde el punto de vista de la seguridad pública, es necesario contar con un hotel de este tipo para recibir a los dignatarios extranjeros y altas autoridades internacionales que nos visitan y que son recibidas por el Presidente en La Moneda, ubicada a solo 100 metros del hotel. Este corto trayecto es un plus que las autoridades deben considerar, más aún en estos tiempos tan convulsionados.

Por lo relatado y por otras razones que son largas de explicar, sostenemos que la Cancillería se merece el edificio nuevo que fue proyectado exclusivamente para ella. Y, en paralelo, dejemos que el tradicional Hotel Carrera siga cumpliendo con su cometido turístico, con la excelencia de servicio que le conocemos.

Patricio Herman director de la Agrupación «Defendamos la Ciudad».

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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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