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Sobre la ocupación de Irak


Hace unos días en un programa bien popular en Estados Unidos, «NewsHour With Jim Lehrer», que se transmite a las 7 de la tarde, en un panel entre un demócrata y un republicano, reconocían ambos que a pesar de las muertes de soldados norteamericanos -no dijeron cuantos iraquíes mueren cada día allí por las balas del invasor- había que seguir apoyando al presidente Bush.



Ninguno de los dos senadores, cuyos dos únicos partidos dominan la política y las decisiones en este país de 280 millones, dijo que había que retirarse de Irak. Por el contrario, había que seguir apoyando a las tropas y seguir dando dinero, como los 87 mil millones de dólares que aprobó recién el congreso para repartirlo entre Afganistán e Irak. Dinero que sale de los impuestos que paga el pueblo norteamericano.



El programa dejaba la impresión bien evidente que aún no existe ningún debate público de si Estados Unidos debe o no debe continuar su presencia en Irak. Por el contrario, parece que los norteamericanos sólo seguirán escuchando lo «legitimo» que es estar en Irak no importa el tiempo que tome (en palabras de Bush). Peor aún, los dos Senadores en aquel programa mencionado dejaban otra impresión aún más evidente: hay un silencio casi absoluto entre todos los congresistas norteamericanos -con poquísimas y minoritarias excepciones – para enfrentarse a la situación que ahora se vive. Es decir sobre la ocupación militar norteamericana en Irak.



La muerte de 16 soldados norteamericanos el pasado 2 de noviembre quienes iban en un helicóptero, alcanzado por un misil desde tierra por la invisible resistencia iraquí, sumada a 6 muertes más en otro helicóptero este viernes 7 de noviembre, parece que recién comienza a despertar del letargo a ciertos congresistas norteamericanos. Por lo menos la televisión dominante norteamericana, hasta el 2 de noviembre, no ha realizado ningún programa controversial. Es decir, que sean visibles al menos algunas voces disidentes para iniciar un debate nacional abierto en Estados Unidos.



No existen ahora los programas de antaño (de 2002) en la televisión como el famoso programa Donahue. E incluso, hasta comienzos de la invasión a Irak, el de Gerardo Rivera. El primero fue suspendido de una plumada porque estaba siendo muy crítico con la cercana invasión norteamericana a Irak. El segundo periodista, que era un periodista «acompañante» de las tropas norteamericanas en la invasión, por contar una noticia sin consultar al alto mando militar, fue casi expulsado de Irak pero sí, inmediatamente, la cadena Fox le canceló su programa. Hasta allí llegaron los programas que miraban desde otro ángulo la invasión norteamericana. Realmente fueron acallados por ser «antinorteamericanos» y en consecuencias, «poco patriotas».



Por eso pareció sorprendente la pregunta directa de Jim Leher en el programa citado arriba. Una pregunta que millones de norteamericanos se están haciendo y no encuentran respuestas que los tranquilice. ¿Pero qué es lo que realmente esta pasando en Irak que causa tantas muertes de norteamericanos e iraquíes cuando se creía que la guerra ya había terminado?



Las respuestas de demócratas y republicanos, en una proporción mayoritaria, se pueden sintetizar así. Primero, EE.UU hizo un mal cálculo al entrar victorioso a Bagdad pues luego se daría cuenta que no tenía las suficientes fuerzas para mostrar a los iraquíes su superioridad física y sicológica. En consecuencia, piensa la mayoría de los congresistas norteamericanos, «hay que seguir apoyando a nuestras tropas y darles mayores recursos». Segundo, EE.UU. desestimó o no calculó ni pensó qué significaba la cultura de aquel mundo. Y menos sabía la naturaleza de la oposición en Irak. Este último punto lo enfatizan más los demócratas pero no los republicanos. Es decir, hubo la errada idea que los EE.UU. eran los liberadores y que todos los seguirían al instante cual ratones detrás de un flautista.



Y el tercer punto es que EE.UU no tiene un aparato de inteligencia -suficiente y sofisticado en Irak- para prevenir todas esas muertes que ocurren día a día en el ejercito invasor. En este punto la mayoría de los congresistas están de acuerdo y es el argumento principal que se usa para explicarse (y explicarle al pueblo norteamericano en este momento) de la muerte de soldados norteamericanos en Irak que están cayendo cada día allí



En el mismo programa, el Senador demócrata por Rhode Island, Jack Reed, puso sin embargo el dedo en la llaga de algo que aún no se discute detenidamente en los medios masivos norteamericanos. Dijo que el pueblo norteamericano está en «un estado de incertidumbre» por lo que pasa. Esta «incertidumbre» crece diariamente al ver muchas muertes y constatar que no hay armas de detruccion masiva en ninguna parte de Irak. El senador Reed, aseguró también, según él, que «pronto habrá una reacción de la gente norteamericana sobre esto. Tendrá que haber un debate».



El asunto es que hasta ahora no hay ninguna movilizacion masiva en EE.UU sobre esa «incertidumbre» que crece, según aquel Senador demócrata. El debate, por otro lado, es inexistente. Y no existe porque no hay programas que le dediquen una hora a discutir esa «incertidumbre» mencionada. O para ponerlo de otra manera más directa: las cadenas dominantes de la televisión norteamericana parecen no desear empezarlo .Es decir, «nadie hasta ahora dice nada», pareció realmente sugerir el Senador Reed.



Sin embargo, hay congresistas norteamericanos -que son una minoría y muchas veces no son invitados por ninguna de esas cadenas dominantes de televisión-, asi como millones de anónimos norteamericanos, más invisibles aún en los medios masivos, que simpatizan con el Senador demócrata Fritz Holling, de Carolina del Sur, quien dijo, luego de saber la muerte de esos 16 soldados en el helicóptero abatido por un misil en Irak: «Si yo tuviera que hablar en el funeral de unos de los caídos ayer en ese helicóptero, allá en Irak,¿qué podría decir? Qué dio su vida, pero ¿para qué? Como Senador me siento totalmente avergonzado.»





* Javier Campos, escritor y académico chileno en EE.UU.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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