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Entre Spiniak y Calvo


Después del escándalo de Spiniak -con sus fiestas coprofágicas- y la dolorosa revelación de los gustos homosexuales del juez Calvo, no ha salido al debate público la forma alternativa, de obvio planteamiento, que tienen las personas para llevar adelante una vida gay en sociedad, sana y en paz. Son ya muchas personas las que se han atrevido a enfrentar la agresiva discriminación que existe en Chile en este aspecto y han dado la cara.



El objetivo de este acto de valentía no es desafiar a la mayoría heterosexual sino más bien incorporarse a otra mayoría: la de la gente que busca relacionarse de manera honesta y productiva con sus congéneres. Sólo exigen el derecho a una vida privada plena, el derecho al trabajo y recibir un trato igualitario ante la ley.



Para esto es necesario poner a un lado de una vez por todas el estigma que tanto intimida a una buena proporción de los ciudadanos de este país. Me refiero a que la orientación sexual no es ni más ni menos relevante en el caso de un homosexual asumido como tal que en el de un heterosexual. Casi todas las interacciones en nuestra sociedad, especialmente en el ámbito de la familia, del trabajo y de la sociabilidad, están exentas de visos de índole sexual y el asunto tratado se haya en otras esferas de interés.



¿Por qué no ocurre así cuando hay un homosexual involucrado? Cómico sería que nos presentáramos en una reunión de trabajo y junto con nuestro nombre dejáramos en claro nuestra orientación; o que un taxista le dijera a su pasajera: Juan Pérez, heterosexual, ¿Dónde la llevo, señora? A Matucana 100, por favor, yo soy homosexual, fíjese.



Analizados los últimos acontecimientos bajo esta luz, podríamos imaginar un mundo en que tal vez el señor Spiniak hubiera tenido la posibilidad de llevar adelante una vida positiva como empresario con una pareja hombre, con un amor, antes de haberse dejado llevar por los paraísos falsos que constituyen la droga y la perversión. Creo que Spiniak no tuvo una oportunidad de niño, cuando el futuro de su vida estaba en juego y era puro potencial.



Respecto del Juez Calvo se da un caso semejante. Si hubiese crecido en una sociedad tolerante el juez quizá sería hoy un excelente magistrado gay, llevando con toda propiedad el caso Spiniak. Sin embargo tampoco tuvo esa oportunidad cuando niño y menos ahora cuando sus peores temores, esas voces ominosas que le advertían que si se llegaba a saber que era homosexual o bisexual su carrera se destruiría, se han hecho realidad.



El profesor de derecho penal Antonio Bascuñan R. lo plantea en términos categóricos en su editorial del diario El Mercurio del día martes 12 de noviembre. Si la corte aleja a Calvo de su cargo estará incurriendo en una grave discriminación. De paso, hundiría aún más a los miles de hombres y mujeres que viven encerrados en un closet lleno de miedos y de engaños y los condenaría a extremar el control sobre sus verdaderos sentimientos, hasta asfixiarlos. La consecuencia: Más Calvos, más Spiniaks, o en otros términos: más gente infeliz.



Quisiera que como resultado de este escándalo -que ya se extingue bajo el peso de nuevas noticias- quedase establecido en la opinión pública, y en especial al interior de las familias chilenas, que el único camino que va a sacar a toda la sociedad de este encierro, que cada vez que se ventila se propaga hasta límites impensables, es luchar activamente para terminar con la discriminación.



Y el período fundamental es durante la niñez y la temprana adolescencia. En este mismo instante, ahora, hay niños y niñas llorando sobre una cama al percibir que sienten de manera distinta a como se supone deben sentir, a como se les ha señalado hasta la majadería que deben sentir. Esos niños tienen miedo, a sus padres, a sus pares y a sí mismos. Creo que cualquier padre y madre bien intencionado no le desea a su hijo un sufrimiento igual. Por eso los emplazo a que abran las ventanas de la casa y dejen entrar el aire.



Se darán cuenta de que nada cambiará mucho, tal vez se vuele una hoja, pero todos respiraran un aire más puro. Que sus hijos sean distintos a ustedes, incluso en cuanto a la orientación sexual, es la más clara muestra de un mundo en marcha, de que estamos formando parte de la corriente de la vida. Denle la oportunidad a sus hijos de que sean hombres y mujeres gay en plenitud, orgullosos de ser quienes son, productivos y, sobre todo, preparados para recibir en la adultez la bendición del amor.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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