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La ética cristiana y los spots del sida


Los moteles parejeros están llenos, los saunas gay proliferan, los cafés con piernas se institucionalizan, la iniciación sexual de los jóvenes es cada vez más temprana, más de la mitad de los niños chilenos son concebidos fuera del matrimonio, los canales de televisión y la prensa avivan un ambiente erotizado, pero cuando se trata de hacer algo para prevenir esa horrible enfermedad que es el SIDA, entonces, aparecen las compunciones morales, el rasgado de vestiduras y, por increíble que parezca, los ataques a la efectividad del condón y la recomendación de que la única solución es la abstinencia sexual fuera del matrimonio.



No se entienda mal. Por muchas razones estoy a favor de la abstinencia sexual fuera de relaciones estables y duraderas, preferiblemente el matrimonio. Pero basar una campaña para prevenir el SIDA en la abstinencia, como querrían algunos, es no entender nada de la realidad en que vivimos. Mientras el sexo y el erotismo ganan terreno tanto en los medios como en la práctica de los chilenos y por doquier se quiebran los viejos valores morales ¿cómo pretender que el SIDA puede ser eficazmente controlado rechazando los preservativos y predicando la abstinencia?



Varios canales de televisión se han negado a trasmitir los spots del ministerio de Salud alegando que estos no se ajustan a su línea editorial, porque su contenido alienta y favorece las conductas sexuales promiscuas y la infidelidad conyugal. Dan a entender que si estuvieran hechos de otro modo, por ejemplo, haciendo referencias menos explícita al sexo fuera del matrimonio, siendo menos gráficos en las escenas y mencionando entre las opciones la abstinencia o la pareja estable, no habría problema en apoyarlos y proyectarlos. Sospecho que estas excusas son hipócritas y encubren otros motivos. Si mal no recuerdo la campaña anterior contra el SIDA daba las 3 alternativas y era mucho menos explícita en materia sexual, sin embargo los canales que la rechazan ahora, la rechazaron también entonces.



Para que una campaña sea eficaz tiene que convencer precisamente a aquellos que están en mayor riesgo, aquellos que no tienen mayores problemas morales con la promiscuidad. Hacer esto y hablarles en un lenguaje que no los juzga, y que pueden entender, no es promover la infidelidad y la promiscuidad; es partir de su realidad, cualquiera sea el juicio moral que se tenga. Con todo, en principio reconozco el derecho de los canales a examinar si el tema es tratado prudentemente y respeta su sensibilidad religiosa o moral. Pero esto no los exime de la obligación de sopesar éticamente los argumentos a favor y en contra, preguntándose sobre cual es el mal mayor a evitar.



Los argumentos en pro o en contra de los spots del SIDA ya han sido discutidos hasta la saciedad en todos los medios de comunicación. Críticas y acusaciones vuelan en uno u otro sentido, pero la mayoría se concentra en cuestiones formales sobre si los canales que los rechazaron son coherentes con sus propios principios en el resto de su programación o si los condones son seguros. Ha habido mucha menos discusión sobre el trasfondo ético del asunto. O, más bien, los argumentos éticos aparecen en la trinchera opuesta a los spots y un buen número de ellos viene del mundo católico. Me pregunto si no será posible que aun dentro del catolicismo exista otra posición éticamente sustentable.



Monseñor Moreno ha sostenido recientemente en este diario que «todos los anticonceptivos son inmorales» y por lo tanto toda campaña que promueva el uso de preservativos sería también inmoral. Al menos Monseñor Moreno es consistente con sus principios y no fundamenta su visión en el argumento falaz de los que atacan al condón porque no sería cien por ciento seguro. Pero aun si uno acepta la tesis de que el uso del condón es inmoral, me surge la pregunta de, si al rechazar su uso por ser inmoral, no se podría estar cohonestando las inevitables muertes que el SIDA provocará. A lo que voy es que pareciera haber más de un principio ético envuelto en esta discusión; en verdad un conflicto entre dos valores diferentes: el valor del acto sexual dentro del matrimonio y el valor de la vida.



Lo que éticamente se juega en el caso del SIDA no es sólo el valor de la sexualidad matrimonial, es también el valor de la vida. Independientemente del juicio moral que se pueda tener sobre los actos sexuales que lo trasmiten y que han infestado a millones de personas en el mundo, incluidos muchos niños absolutamente inocentes, la pregunta que debe hacerse toda autoridad éticamente responsable es cómo impedir que se siga expandiendo y matando gente. Y para eso no parece existir, por el momento, otra solución técnica mejor que el uso correcto del preservativo por aquellos que de todos modos tendrán relaciones sexuales fuera del matrimonio o de una pareja estable. Podrá ser inmoral, pero evita una inmoralidad mayor. El principio de la vida está por sobre el principio de la sexualidad ordenada. La muerte de millones es el mal mayor, la violación de una norma moral sobre el sexo es el mal menor. ¿Será posible que algunos católicos piensen así?



Director del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Alberto Hurtado

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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