Publicidad

Economía 2004: optimismo y holguras


La economía chilena atraviesa por su mejor escenario desde 1998 -cuando comenzó la más reciente crisis-. La inflación hace ya tiempo que dejó de ser un problema, el Banco Central (BC) ha recortado en un punto porcentual su estimación de IPC para 2004 y el debate actual parece encaminarse a si se debe o no ahora perseguir un nivel similar al de los países desarrollados. El cobre se sitúa en su nivel más alto en seis años, mientras el petróleo exhibe una tendencia inversa. El peso seguirá fortaleciéndose a la par que las mayores exportaciones asociadas al repunte del crecimiento en las economías de EE.UU., Asia, América Latina y parte de Europa. Todo ello parece avalar las perspectivas oficiales de una expansión interna fluctuante entre 4 y 5% durante 2004. El 98% de los empresarios chilenos considera que el entorno para sus compañías será mucho mejor que en 2003. El optimismo sobre éstos y otros indicadores de desempeño ha impregnado al sector privado. Un informe, Perspectivas Empresariales, de la Cámara Española de Comercio, considera incluso posible alcanzar una tasa cercana al 6% en 2004.



La casi inédita confluencia de optimistas expectativas entre el Gobierno y los empresarios en materia de proyecciones para 2004 rezuma estabilidad, confianza. Pero más allá de los buenos resultados esperables en el corto plazo, esta coyuntura debiera ser también la oportunidad para mirar un poco más a largo plazo e intentar responder a las tareas que continúan irresueltas al cabo de trece años de gobiernos democráticos.



Existe una coincidencia creciente en la mayoría de los organismos internacionales de que la solidez y confiabilidad de las economías guarda una relación cada vez más estrecha con la definición de metas de mediano plazo. Así, factores tales como el debate presupuestario, el nivel inflacionario o el tipo de cambio debieran enmarcarse a los desafíos que cada país enfrenta en periodos de tiempo mucho más largos.



El más reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de noviembre de 2003, da precisamente cuenta de algunos de los desafios que continúan sin ser adecuadamente recogidos ni por el debate ni por las políticas económicas aplicadas en nuestro país:



Sobre la distribución del ingreso. ‘Chile tiene una de las distribuciones más desiguales de ingreso entre las economías de mercado emergentes. Su mercado del trabajo se caracteriza por una estructura dual, con una alta tasa alta de informalidad y contratos precarios. Su desarrollo económico exhibe una marcada brecha entre una zona metropolitana moderna y dinámica y varios regiones pobres y relativamente subdesarrolladas’ -expresa el informe. (Seguramente en conocimiento de este párrafo, días más tarde tanto el Presidente Lagos como su ministro de Hacienda admitieron el hecho como uno de los grandes desafíos pendientes).



Sobre la crisis iniciada en 1988. ‘Hay argumentos para una interpretación benigna: una desaceleración cíclica debida a shocks externos adversos. Pero el menor crecimiento también puede deberse a factores estructurales, relacionados al agotamiento de las ganancias de las reformas de mercado y al posible impacto negativo de una mayor rigidez del trabajo sobre el crecimiento potencial de la economía’.



Sobre la capacidad regulatoria. ‘Las restricciones de mercado en Chile son comparables a las de otras economías emergentes de la OECD. La prioridad es ahora mejorar el armazón regulador, superando incertidumbre e ineficacias. Los indicadores de que dispone la OECD revelan una cierta opacidad reguladora y administrativa’.



Sobre el modelo exportador. ‘Preocupa el bajo grado bajo de diversificación de una economía que continúa confiando fuertemente en los recursos naturales. Los Acuerdos con la UE y los EE.UU. proporcionarán nuevas oportunidades de exportación, en particular para el acceso de bienes con mayor valor agregado. Para materializar estas opciones deberán reducirse las barreras a la creación y el desarrollo de empresas. Las complementaciones de políticas ayudarían a una mayor diversificación del producto y el comercio intra-industria y contribuir a reducir las vulnerabilidades asociadas a una excesiva confianza en los recursos naturales y la concentración exportadora’.

Sobre el mercado del trabajo. ‘Es muy segmentado, con un predominio de trabajos inestables e informales. Un buen funcionamiento del mercado laboral es crítico al desarrollo del sector de la empresa. Debe reforzarse la ayuda para la capacitación de quienes buscan trabajo. La mayor participación del trabajo femenino apoyaría el desarrollo de las industrias ligeras y de servicios. Se necesita invertir en capital humano -en particular en educación y el entrenamiento de obreros- para desarrollar productos con un volumen tecnológico más alto’.



Sobre la educación. ‘Chile necesitará mejorar la calidad y valoración de la enseñanza. El sistema de subvenciones educacionales no está contribuyendo significativamente a la mayor igualdad de oportunidad. Pueden necesitarse aportes sociales más fuertes, combinados con una dirección más descentralizada del nivel escolar’.

La existencia de las «holguras» esperadas desde 2004 en términos de crecimiento y también de ingreso quizás deban ser aprovechadas como el momento de desahogo fiscal de que careció este gobierno apenas iniciado su mandato para (re)pensar en la profundización de unas y en la corrección de otras políticas que permitan precisamente disminuir las brechas constatadas por la ODCE.

El tema no es menor. La situación de algunos de los indicadores macroeconómicos -el empleo, por ejemplo- aparece subsumida por la avalancha optimista que derrama el resto de aquellos. Todas las informaciones disponibles coinciden en que el desempleo no se reducirá de manera sustantiva en 2004 -a lo más caería en un punto porcentual-, mientras que el estancamiento de los salarios reales registrado en 2003 tampoco experimentará cambios notables el año próximo. Según la Encuesta de la Cámara Española, casi la mitad de las empresas aumentó su dotación de personal en 2003, pero en 2004 sólo un 39% de ellas tiene planificado hacer otro tanto. Otro dato de relevancia es que en los últimos trimestres fue la categoría de trabajador por cuenta propia la que más expandió el empleo total. La economía chilena está generando empleo, pero precario y de «mala calidad» -como admitió el propio ministro de Hacienda durante el último Encuentro Nacional de la Empresa. El hecho no sólo constituye un inquietante cambio respecto de la calidad del empleo generada en pre-crisis, sino que no presagia mejoras sustantivas en materia de distribución de ingreso futuras.





(*) Periodista. Magister en Economía Internacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias