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La pantalla ciega de TVN


Veo una película en blanco y negro, los personajes se mueven afectadamente y con cierta falta de continuidad. Las palabras que sus bocas modulan aparecen escritas en una intrincada tipografía en la base de la imagen. Los diálogos son pobres, cursis, cliché. Da la impresión que la escenografía fuera la suma de elementos discordantes. Todo es fragmentado y precario. Para colmo, la luz del proyector fluctúa y deja algunas escenas ocultas tras un manto de oscuridad y otras sobrexpuestas. El último de los males es el estrecho foco de la cámara que sólo nos permite ver los rostros en sus histriónicas expresiones, como si más que expresarle su amor al otro desearan dar un discurso sobre el amor; y si el instrumento se posa sobre algún detalle importante, como una pistola por ejemplo, es tal la intencionalidad narrativa, que cualquier matiz resulta abolido.



Así de añeja se ha vuelto la política, o mejor dicho, los políticos chilenos con respecto a la televisión. Su último golpe de glaucoma lo ha dado el directorio de TVN, al impedir la participación de Patricio Fernández, director de The Clinic, en un programa de opinión que nació y murió con el nombre de «Tejado de vidrio». Cabe precisar que «los ejecutivos de TVN» -que ahora es diferente que decir TVN- se asociaron con Fernández para crear este programa, un proyecto con seis meses de trabajo previo, en el cual estaban involucradas las áreas de prensa y programación. También es útil indicar que el periódico irreverente vende entre cuarenta y cincuenta mil ejemplares, una cifra exorbitante para un quincenario.



Ahora son Colodro, Sharím, Zerán -esta vez los buenos de la película-, Cordero, Matte, Frei, Ribera y al parecer el escandalizado director interino -el gerente de finanzas en buenas cuentas-, que empastó las portadas de The Clinic para mostrárselas a los distinguidos miembros del consejo, quienes deciden cuál será la parrilla programática del canal de «todos los chilenos». Y no es Verónica López, directora de prensa, ni Juan Carlos Altamirano, director de programación, ni el renunciado director ejecutivo, Pablo Piñera. Al abandonar su cargo, este último hizo hincapié en que no es posible manejar un canal, un cuerpo vivo de ideas y proyectos, con un directorio intervencionista como el que actualmente sesiona.



Ä„Si hasta en la forma de dar una noticia se entrometen! En buenas cuentas, los que realmente sabrían de televisión serían estos señorones que ocupan el asiento en representación de una colectividad política. No quieren que los pillen por sorpresa, que los empleados del canal los sobrepasen con imágenes y contenidos; ojalá todo siguiera más o menos igual, para no tener problemas. Con esta lógica, la comunicación audiovisual aún se asemejaría a sus prehistóricos antepasados del cine mudo.
TVN ya dejó de ser de todos los chilenos y su actual dueño es la clase política, formada en general por gente de foco estrecho.



Es decir, TVN ya no aspira a ser un reflejo de la compleja sociedad que formamos, sino que está rendido al miope modelo que los partidos con representación parlamentaria se han inventado con fines de propaganda y proselitismo. Ahora veremos lo que los políticos deseen que veamos. Suena como la pegajosa melodía de las dictaduras.



Una nueva ley se hace imprescindible para dar autonomía a los ejecutivos del canal, ejecutivos que conozcan el negocio, que vean más allá, que se adelanten a los cambios sociales, que intuyan los caminos que toma la voracidad televisiva de nuestra población. La nueva ley debe asegurar que los integrantes del directorio sean personas con experiencia reconocida en este campo, algo semejante a los consejeros del Banco Central. Idóneos, centrados, sin una lista de favores políticos por devolver y cuya única preocupación sea la marcha sana de la empresa.



Dada la oportunidad que brinda la renovación de parte del directorio y el nombramiento del nuevo director ejecutivo, el presidente Lagos podría limpiar el camino dando un golpe audaz al nombrar a personas inteligentes, reflexivas, con experiencia en medios, que no respondan a ninguna fórmula de cuoteo. Los aplausos se oirían hasta en Curarrehue.



Me atrevo a vaticinar que si no se lleva adelante una reforma del gobierno de TVN, pronto será un mamut cadavérico, hasta la trompa de deudas y poseedor de una calidad televisiva cavernaria.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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