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Los costos de la salud


La ciudadanía ha sido testigo de debates -a veces agrios- entre los actores del sector de la salud. Médicos, paramédicos, enfermeras, Isapres y, por cierto, las autoridades, han expresado puntos de vista a menudo contradictorios sobre las bondades de la reforma de salud. Si bien las leyes de esta reforma abarcan temas relacionados con gestión, autoridad sanitaria, personal, entre muchos otros, son los aspectos financieros los que pueden transformarse en un escollo mayor para lograr los objetivos estrictamente sanitarios.



El problema es que la salud no es barata, e incluso los países desarrollados enfrentan graves crisis por el continuo aumento de los costos. Chile gasta cerca de 6,3% del Producto Interno en salud, mientras que Estados Unidos gasta 13% y Francia 9%. Para muchos esta es una de las «industrias» más florecientes de este período porque, en la medida que se logra mejores condiciones de vida, hay más uso de servicios de prevención (controles y vacunas, entre otros) y se desarrollan de manera gigantesca las demandas por consultas de especialidades, exámenes y otros cuidados que hasta hace pocos años no parecían necesarios. Tales como la atención de enfermería para adultos mayores, los cuidados relacionados con enfermedades laborales como el stress o la depresión.



Es claro entonces que los costos de la salud aumentan por diversas razones. En primer lugar, porque hay gente que antes no tenía acceso y hoy dispone de centros públicos gratuitos a los cuales puede acudir porque están geográficamente a su alcance y tienen una educación en salud que le genera una actitud de mayor preocupación por las enfermedades. En segundo lugar, porque hay más gente que requiere atención médica especializada que hoy tiene cobertura -aunque parcialmente- por ISAPREs y por Fonasa. En tercer lugar, porque hoy la gente compra los medicamentos que le son recetados (cuando no le son entregados por Fonasa gratuitamente por encontrarse en las categorías de los más desfavorecidos). En Chile se gastan alrededor de 550 millones de dólares anuales en medicamentos.



En el debate público han aparecido propuestas para limitar el alza de los costos en salud, tales como reducir los reembolsos por enfermedades que acarrean ausencia laboral; reducir el tiempo máximo de permisos maternales o por enfermedad del hijo menor de un año; establecer un copago (lo que el paciente pone de su bolsillo) a todo evento de salud para evitar la demanda innecesaria. Sin embargo, hay otras opciones que prioritariamente debieran considerarse. Por ejemplo, el uso de los medicamentos genéricos, que en Inglaterra alcanza al 40% del total de los medicamentos usados y que podrían significar bajas significativas en los costos.



Por otra parte, tanto en Canadá como en Francia -a diferencia de Chile- el Indice de Precios de componentes de salud es menor que el Indice General de precios. Entre 1990 y 2002, en Francia los precios de los medicamentos reembolsados por la Seguridad Social han disminuido en 4,9% mientras que en el mismo lapso, la inflación aumentó en 22,8%. Esto se debe, precisamente, a que existen acuerdos entre las empresas farmacéuticas y las instituciones de la salud pública para administrar los precios de estos bienes.



Así también, es conocido que la infraestructura hospitalaria nacional es usada sólo algunas horas al día. La mayor parte el tiempo, no hay el personal para hacerla funcionar porque el Estado tienen restricciones presupuestarias. No obstante, como algunas prestaciones hoy estarán garantizadas, es decir, una persona no podrá esperar más de lo que se estipule en los protocolos, si el sector público no la atiende esa persona tendrá derecho a asistir a un establecimiento privado lo cual, probablemente, saldrá más caro. Pensando en esto, destinar más recursos a personal será una manera de ahorrar dinero para el fisco.



En fin, cuando se examinan los costos también es necesario considerar que las Isapres gastan el 15% de las cotizaciones de sus afiliados en administración y ventas lo cual, ciertamente, perjudica a los costos generales de la salud.



En definitiva, todos los chilenos aspiramos a mejorar las condiciones de salud y la calidad de los servicios. Se trata de avanzar en este logro sin desconocer que los recursos siguen siendo escasos lo que exige eficacia e imaginación.





*Rafael Urriola Urbina es economista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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