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Economistas: los sofistas modernos


En la ciencia económica coexisten tanto la visión -entendiendo por ésta según la definición de Heilbroner y Milberg, los temores y esperanzas, los estereotipos sociales y los juicios de valor que impregnan todo pensamiento social- como el análisis. Sin embargo, los economistas modernos dan la sensación de que sólo se preocupan por mejorar el análisis, desplegando en ese campo todos sus esfuerzos, dejando a un segundo lado la visión. De esta manera, como lo dice Sabogal, los éxitos obtenidos en términos analíticos son admirables e innegables, llegando a construir edificios lógicos de gran envergadura.



El problema es que estos análisis cada vez más sofisticados y lógicos no son verdaderos. Uno puede argumentar que la investigación económica al ser conducida por el método científico puede validar sus proposiciones independientemente de las motivaciones humanas iniciales, es decir, es objetiva o «verdadera». Por lo tanto, y en este sentido, los economistas son unos sofistas modernos.



En la historia de la filosofía, los sofistas eran reconocidos por utilizar un lenguaje técnico, elegante y aparentemente verdadero. Pero pronto se supo que tras la presentación retórica, muchas veces hábil para convencer a los auditorios, se encontraban graves distorsiones o transgresiones a la verdad.



Platón nos ha dejado, en el dialogo titulado Protágoras (nombre de un destacado sofista, 444-40 AC), un retrato vivo, aunque irónico, del sofista; nos lo presenta como un hombre de mundo, lleno de años y de experiencia, grandilocuente, vanidoso, y en las discusiones más preocupado por obtener a cualquier precio el éxito personal, que por lograr la verdad.



En este misma texto, se describe la obra del sofista, que se hace maestro de cada uno de los particulares y de las ciudades, «haciendo aparecer justas las cosas buenas en lugar de las malas, es decir, transforma en buena una disposición mala, hace pasar a los hombres de una opinión dañina para cada uno y para la comunidad a una opinión útil, prescindiendo por completo de la verdad o falsedad de las opiniones que, bajo este aspecto, son para él todas iguales».



Otro aspecto de la «sofística» es la erística, es decir, el arte de vencer en las discusiones refutando las afirmaciones del adversario, sin considerar su verdad ni su falsedad. En otro trabajo de Platón, dos figuras menores de sofistas, Eutidemo -que da nombre al texto- y Dionisodoro aparecen en acción en algunas actitudes típicas de este repertorio.

Esto se asemeja mucho a los economistas modernos, cada día más sofisticados, que se alejan de la realidad social, la verdad, para construir una realidad propia, fundada en supuestos falsos, pero lógicos, hermosamente presentados y arreglados de tal manera de parecer una nueva verdad, una verdad que no puede ser discutida por estar sostenida por una lógica heredada de la visión moderna-mecanicista y de la tradición racionalista-ilustrada que sostiene a la civilización moderna. En otras palabras, para poder develar la verdad que hay tras los discursos económicos, es menester primero detectar las distorsiones de los sofismas utilizados, pues ello es precisamente lo que significa un sofisma: la alteración premeditada de la verdad.



*Cristián Gutiérrez es economista de Oceana, Oficina para América del Sur y Antártica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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