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Premio Manuel Bustos


El Premio Manuel Bustos fue instaurado por el gobierno de Ricardo Lagos en el 2002, como reconocimiento al trabajo sindical y a la labor llevada a cabo por el dirigente de los trabajadores Manuel Bustos. En su primera versión, lo obtuvo el sacerdote Alfonso Baeza, ex Vicario de la Pastoral Obrera y actual Vicario de la Pastoral Social, por su apoyo irrestricto al movimiento sindical durante la dictadura militar y por su permanente postura al lado de los humildes. El año pasado fue premiado el senador José Ruiz De Giorgio, por su labor como dirigente sindical del petróleo y su ejemplo de lucha en defensa de nuestra soberanía nacional.



Este año, con un gran orgullo para las mujeres chilenas, lo ha obtenido Alicia Muñoz, secretaria general de Anamuri, la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, hecho inédito que se celebrará el 30 de junio en el local de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT).



Alicia Muñoz ha sido una de las principales gestoras de esta organización de mujeres trabajadoras que resume y encarna las luchas del movimiento campesino, desde los tiempos de Ranquil, pasando por la sobrevivencia a la represión militar, las primeras formas de organización campesina que surgieron bajo el alero de la Vicaría y el Cardenal Silva Henríquez, hasta la constitución de la Confederación Nacional Campesina en 1983.



La organización comienza a forjarse en los momentos más duros de la lucha de los trabajadores chilenos, período durante el cual la participación de la mujer fue fundamental en el mantenimiento de las organizaciones, pero que pese a su protagonismo en la base no tiene poder en la toma de decisiones. Es por esto que un grupo de mujeres convence a la Confederación Nacional Campesina de organizar el Primer Encuentro de Mujeres Campesinas e Indígenas de Chile. Lo que se realiza en Punta de Tralca, en 1986, con el apoyo de la Iglesia y donde, pese a la represión, asistieron 400 mujeres.



Alicia recuerda: «la organización del Encuentro se hizo discutiendo región por región y sindicato por sindicato lo que estaba sucediendo en el campo, con la «descampesinización» acelerada y el ingreso de la mujer al trabajo asalariado. En esa reunión levantamos nuestra primera demanda como mujeres campesinas e indígenas, con 13 puntos y la entregamos al gobierno, a los empresarios y a la Confederación Nacional Campesina». Agrega: «Nos habíamos dado cuenta que no sólo teníamos que defender los derechos de todos los campesinos, sino también que necesitábamos un espacio para nosotras las mujeres, que teníamos reivindicaciones específicas como el derecho a la propiedad de la tierra, que hasta ese momento sólo pertenecía a los hombres».



Eso obligó a la Confederación Nacional Campesina a dar un espacio a la mujer y a crear la Comisión Nacional que da lugar luego al Departamento Nacional de la Mujer Campesina en la Comisión Nacional Sindical.



Pese a la existencia de un Departamento Nacional y la valiente participación de esta mujeres en la lucha contra la dictadura, éstas aún no contaban con representación ni un espacio correspondientes en la toma de decisiones. «Dentro de la planificación que hacen los hombres en sus programas reivindicativos no aparecen las mujeres y nosotras pensábamos, cómo hacíamos para recoger la realidad de cada una de nosotras en el campo, de las trabajadoras temporeras, las artesanas, las crianceras y aún de las poetas», aprovechando la coyuntura que les dio la realización de un Seminario Nacional sobre Plaguicidas, en un momento en que nuevamente la organización sindical nacional comenzaba a debilitarse. Así nació Aanamuri, con sólo 40 mujeres en 1998.



«Nuestros estatutos eran amplios, sólo se exigía para ingresar el reconocer la tierra como parte de nuestra historia», recuerda Alicia, para agregar que ahora ya han ido afinando los estatutos y que tienen representación de Arica a Punta Arenas, viviendo en una permanente expansión.



Afirma la dirigente que la organización de la mujer campesina e indígena tiene una larga y dura labor hacia el futuro, al ser parte de los más pobres del campo. «Porque el modelo está concebido para favorecer las ganancias del gran capital y que desaparezcan los pequeños productores… sólo quedará un mercado laboral temporero precario, donde la mujer constituye un porcentaje alto y es la más vulnerable de todos por su relación con los hijos, por el riesgo que éstos sufren antes de nacer por los plaguicidas dañinos y porque en la recolección deben dormir en condiciones miserables y riesgosas en todo sentido».



Felicitaciones, Alicia, Felicitaciones Anamuri.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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