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Servicio Militar: Un debate obligatorio


¿Por qué Chile cuenta hoy con un Sistema de Conscripción Obligatorio? La respuesta a primera vista parece simple: Los conscriptos aportan alrededor de un 60% del personal del Ejército a un costo del 7,5% del presupuesto de la institución. Mientras el monto asignado a la Subsecretaría de Guerra para el 2004 asciende a más de 279 mil millones de pesos, el Servicio Militar Obligatorio cuesta entre costos directos e indirectos 21 mil millones de pesos.



Durante este último mes, la idea de reformular la actual conscripción ha surgido nuevamente y tras 104 años de vigencia del modelo del Servicio Militar, el debate merece un análisis mucho más serio que el mero afán electoral.



Basándonos puramente en la estadística, probablemente usted sepa por experiencia personal que el Servicio Militar tiene poco de obligatorio. Si usted es hombre, y al momento de cumplir los 18 años tuvo la suerte de encontrarse estudiando en alguna universidad, instituto profesional o contó con cualquiera de las eximentes que establece la ley pudo acceder automáticamente al status de «disponible para la reserva, sin instrucción militar».



Sólo un 20% de los jóvenes en edad de realizar el servicio militar finalmente cumplen con este deber legal, y existe pleno consenso en que el sistema de selección introduce patrones de desigualdad que distorsionan la distribución de la carga. En definitiva, un impuesto recesivo con un costo social que requiere de ser calculado.



Es cierto que el sistema también incorpora incentivo para quienes lo realizan. Desde el curso de tractoristas impartido en la década de los sesenta se ha avanzado enormemente en los últimos años, añadiendo atractivos beneficios para los conscriptos. Becas de estudios, nivelación de enseñanza primaria y secundaria, programas de capacitación y reinserción laboral suman una interesante oferta de recompensas que ha logrado cifras de voluntariedad en el Ejército que bordean el 65% de los conscriptos (En la Armada y Fuerza Aérea dicha cifra es cercana al 100%).



¿Por qué modificar entonces un modelo que ha sido relativamente exitoso en la búsqueda de voluntarios y que además es una opción barata para generar seguridad externa con los impuestos que usted paga? Es justamente aquí donde radica la deficiencia del actual debate. El sistema de conscripción que necesitamos es mucho más que un 1% adicional en el presupuesto anual de la defensa, se trata más bien, de un discusión sobre el tipo de fuerzas armadas que un país como Chile requiere y desea.



Tal como debería suceder con cualquier política pública, el establecimiento de objetivos y su evaluación en torno a resultados es la única forma responsable de conocer si estamos haciendo bien las cosas. El que se espera como país de la defensa es un debate que apenas se ha dado y que una vez resuelto recién nos dará algunas luces sobre la conscripción.



¿Son demasiados veinte mil jóvenes cada año realizando su servicio militar?, ¿Queremos que quienes hagan el servicio sean los menos afortunados de la sociedad?, ¿Queremos que sea el servicio militar obligatorio el lugar donde los jóvenes terminan su enseñanza media? Ciertamente estas preguntas requieren de una respuesta, y el debate en torno al servicio militar se convierte en una gran oportunidad para explorar el fondo de la defensa.



Es cierto que con el actual sistema se comete una enorme injusticia con aquellos jóvenes que no queriendo realizar el servicio están obligados a hacerlo, pero obtener un 100% de voluntarios pagando la mitad -o menos- del sueldo mínimo ciertamente no resuelve el debate. Si al clásico dilema económico, cañones o mantequilla, añadimos «qué queremos lograr con estos cañones y esta mantequilla», estaremos abordando un tema que, elecciones aparte, hoy es obligatorio.


*David Alvarez Veloso es cientista político, editor de la revista Fuerzas Armadas y Sociedad e investigador de Flacso-Chile (dalvarez@flacso.cl).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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