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Por qué las primarias son ineludibles

No diviso ninguna razón que permita a la Concertación prescindir de una convocatoria a primarias. Sólo una circunstancia podría eximir al más importante conglomerado político del país de recurrir a la voluntad de sus miembros y de los ciudadanos independientes que con él se identifican para dirimir la cuestión presidencial: la convicción unánime sobre la conveniencia de apoyar a una determinada candidata o candidato.


La nominación de la candidata o candidato presidencial de la Concertación es ya un tema inevitable. Si bien las semanas siguientes a las elecciones municipales serán el momento para una decisión final, la cuestión ya está planteada.



Un primer punto a establecer es si las primarias son o no una materia de conveniencia o cálculo político. Mi criterio es que no lo son y que tienen que ver con cuestiones de principio. No se trata de apoyar las primarias cuando conviene y de rechazarlas cuando no.



Las primarias son parte de una cadena de eventos democráticos que debe enriquecer la elección final de una ciudadana o ciudadano que asuma como Presidente en marzo del 2006. Desde el punto de vista de un país como Chile, con un déficit democrático derivado, entre otros factores, de normas constitucionales que carecen de atributos suficientes como para ser consideradas dignas de una verdadera democracia, prescindir de las primarias no es cuestión simple.



Es indispensable fortalecer la democracia chilena, profundizar la relación entre las elites y las organizaciones políticas y los ciudadanos -particularmente los más jóvenes- y reponer el sufragio universal como una gran conquista política de sentido igualitario. Para esos fines, las primarias son el mejor mecanismo de designación de candidato, incomparablemente superior que las formas indirectas o las negociaciones o conciliábulos de grupos pequeños que despertarán siempre sospechas en la masa de ciudadanos.



Por otra parte, hay buenas razones prácticas para sostener el sistema de primarias presidenciales. Se argumenta que son caras y que no existe financiamiento público para realizarlas. Sin embargo, se hicieron en dos ocasiones anteriores, cuando dicho financiamiento no existía. El argumento no resiste análisis.



Es preciso agregar que las primarias son parte de la campaña presidencial. Así fue en la elección de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y más aún en la de Ricardo Lagos cuando la Concertación convocó a mucho más de un millón de chilenos a participar. Permiten un contacto directo del futuro candidato con la ciudadanía y movilizan el activismo de los adherentes.



No diviso ninguna razón que permita a la Concertación prescindir de una convocatoria a primarias. Sólo una circunstancia podría eximir al más importante conglomerado político del país de recurrir a la voluntad de sus miembros y de los ciudadanos independientes que con él se identifican para dirimir la cuestión presidencial: la convicción unánime sobre la conveniencia de apoyar a una determinada candidata o candidato.



Esta circunstancia, sin embargo, no pareciera la más probable. En la Democracia Cristiana al menos cuatro nombres circulan como posibles abanderados. Eduardo Frei demuestra vigor en proyectarse nuevamente como líder de la Concertación y ha levantado ya una propuesta programática donde, entre otras importantes proposiciones, impulsa un avance indispensable para la democracia chilena: la dictación de una nueva Constitución verdaderamente democrática.



A pesar de su posición hasta ahora desmedrada en las encuestas, Eduardo Frei se declara partidario de las primarias, actitud que, más allá de acuerdos o desacuerdos con sus posiciones, confirma la transparencia de su conducta política. Soledad Alvear, aparte de su importante obra de gobierno como Ministra de la Mujer, de Justicia y de Relaciones Exteriores, mantiene un envidiable nivel en las encuestas de opinión. No se advierten factores previsibles que pudieran impulsarla a desestimar la acogida que tiene en los potenciales votantes y a no competir en una primaria presidencial.



El Intendente Trivelli y el Senador Adolfo Zaldívar pudieran también convertirse en abanderados de su partido en elecciones primarias. Para ambos pareciera indispensable probar su real fuerza en un evento democrático y participativo. No resulta concebible entonces que ninguno de los cuatro mencionados ose demandar una proclamación por toda la Concertación sin primarias.



En el caso del Partido Radical y del Partido por la Democracia, su única posibilidad de proyectar -si así lo decidieran- una candidatura con perfil propio, sería una elección primaria.



En cuanto al Partido Socialista, una de sus afiliadas ocupa consistentemente el primer lugar en las distintas encuestas y aparece como la figura concertacionista que claramente derrota a la candidatura de la derecha. Por otra parte, Michelle Bachelet recibe en su partido un unánime reconocimiento interno como la mejor abanderada del socialismo y de la Concertación y cuenta con fuertes simpatías en amplios sectores del PPD. Estas realidades son muy fuertes para los socialistas.



Nadie está en el derecho de demandarles que descarten a quien mejor puede representar al conjunto de la Concertación en aras de alguna negociación extraña a la soberanía de los concertacionistas. Si alguien lo hiciera encontraría una respuesta negativa. Si se pretendiera negociar la candidatura de Bachelet el consenso interno que hoy impera, afortunadamente, entre los socialistas, daría paso a debates, a procesos distintos y, eventualmente, a una crisis.



Sólo el mecanismo de las primarias salvaguarda la naturaleza democrática de la Concertación, fortalece la estrategia de campaña y hace posible una sola candidatura concertacionista.





Jorge Arrate. Ex Presidente del Partido Socialista de Chile


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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