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Estados Unidos: el contexto de una decisión


Los principios fundamentales que ordenaron el sistema internacional a partir de 1945 se alteraron dramáticamente el 11 de septiembre de 2001. Las reglas del juego son otras aunque todavía no lo percibamos.



El orden anterior se basaba en torno al equilibrio de poder entre Estados Unidos y la Unión Soviética quienes desarrollaron estrategias políticas y capacidades militares para responder a la amenaza del otro en cualquier lugar del planeta. La estrategia de contención partía de un supuesto básico: la expansión de una potencia necesariamente provocaría la reacción de otra.



De esta forma, desde 1945 y hasta el fin del gobierno del presidente Clinton, la estrategia de Estados Unidos fue demostrar que si se producía un ataque a sus intereses, el agresor recibiría un castigo de tal magnitud que no valdría la pena actuar.



Con la llegada del presidente Bush a la Casa Blanca se producen dos transformaciones significativas. La primera ocurrió antes de los atentados de 2001 y se refirió nada menos que a un cuestionamiento de la contención. Los asesores del presidente rebatieron el supuesto de la «automática» emergencia de contra-balances. Para ellos, Estados Unidos no existía posibilidad que nadie los pudiese confrontar y, por lo tanto, dicho país debería asumir la responsabilidad de ser el principal poder militar y económico del planeta.



El segundo cambio vino después de los atentados del 11 de septiembre. Los asesores de la administración Bush diseñaron una nueva estrategia de seguridad que incorporó la acción preventiva para enfrentar amenazas vinculadas al terrorismo. Se sostuvo que en un nuevo contexto global ya no bastaba con contener amenazas sino que se requería prevenirlas. Dado que el terrorismo es una amenaza no estatal, las anteriores reglas de la guerra y de equilibrios de poder no eran suficientes. Para ellos, sólo Estados Unidos podría responder preventivamente.



Hoy, ésta es la principal fuente de diferencias entre demócratas y republicanos. Para los primeros la seguridad del mundo requiere de concertación global y eficiencia militar. Ellos buscarían influir en el sistema internacional para establecer reglas de convivencia comunes a todos los estados. La mejor forma de confrontar el terrorismo sería el llevar el Estado de Derecho local a la esfera internacional. Para los republicanos las nuevas demandas de seguridad pasan por mayor eficiencia militar de tipo preventivo y la construcción de coaliciones flexibles o ad hoc para enfrentar amenazas al sistema internacional.



No obstante, donde demócratas y republicanos coinciden es en su mutua preocupación por algunos temas claves: primero, se advierte una transición demográfica en el planeta dado que para el año 2050, cerca del 60 por ciento de la población mundial vivirá en Asia. La apertura progresiva de China al comercio mundial y el peso demográfico que concentrará en un futuro cercano transformarán las relaciones de poder mundial. Segundo, existe preocupación sobre el desarrollo y transferencia de tecnologías de uso militar (nuclear, química, biológica) a países inestables y grupos no estatales. Tercero, la manipulación genética también adquiere significación dado que podría alterar las relaciones de poder, afectar ciclos de vida y transformar las fuentes de poder actual.



Finalmente, les preocupa el fortalecimiento del estado de derecho para evitar que los terroristas usen el sistema financiero y político para alcanzar sus objetivos. Una externalidad positiva de la lucha contra el terrorismo global ha sido el fortalecimiento de la democracia. Es en este punto donde se producen mayores afinidades con los intereses y agendas de los países latinoamericanos. Promover una agenda para el fortalecimiento del estado de derecho en la región podría constituirse en una oportunidad para establecer un nuevo tipo de relación con la primera potencia del planeta.




Claudio Fuentes. Autor del libro Bajo la Mirada del Halcón (Ediciones FLACSO-Chile, 2004). Director de FLACSO-Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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