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La relación entre drogas y delitos


Sobre las relaciones entre el uso de drogas y las conductas delictuales, diversos recuentos exhaustivos en los Estados Unidos de América encontraron en los años ’70 que entre 15% a 40% de los arrestados y presos eran usuarios de drogas ilegales. Por su parte, en los años ’90 un estudio realizado en 24 ciudades de ese país encontró que en promedio un 60% de los hombres y mujeres arrestadas eran consumidores de drogas, con un mínimo de 47% y un máximo de 82%. En tanto, el 40% de los presos señalaron haber usado drogas la víspera de cometer el delito por el cual estaban en la cárcel. En otro estudio específico, en Delaware, si bien el 60% dijo consumir drogas en la cárcel sólo el 1% resultó positivo en el análisis de orina, etc. (McBride & McCoy 1997).



En Chile, según un estudio del CONACE y la Gendarmería (CONACE 2002), entre los condenados por robo con violencia, el 91% declaró haber consumido alguna droga alguna vez en la vida y el 60% se declaró consumidor frecuente, mientras el 13,8% dijo haber delinquido para comprar drogas, el 23,1% dijo haber delinquido bajo el efecto de alcohol y drogas, el 15,8% señaló haber actuado bajo el efecto sólo drogas y el 17,9%, sólo se encontraba bajo la influencia del alcohol.



Sin embargo, según las estadísticas sobre el estado de temperancia entre los detenidos por los delitos más graves que lleva Carabineros de Chile (Paz Ciudadana 2003), el estar bajo el efecto de las drogas sólo ha sido verificado para los infractores a la ley de estupefacientes, con un 20% en promedio; en cambio, para todos los otros delitos los rangos están entre 0,0% al 0,4%. La influencia de alcohol, en cambio, entre los detenidos se mueve entre el 1% a 2% y no supera el 4%. Desde la perspectiva cualitativa los estudios de casos no encuentran una relación entre el uso de drogas y las conductas delictuales. Es más, se identifica incluso la opinión extendida entre los delincuentes que su uso es poco «profesional» (Barros marzo 2003, Barros octubre 2003, Goldberg y Kessler 2001).



En una investigación con delincuentes usuarios de drogas en Miami, Florida, entre 1978 y 1981 (Inciardi 1985) se encontraron los siguientes datos: de ellos, 573 eran usuarios de opiáceos (heroína) y 429 de otras drogas (sedantes, cocaína, anfetaminas, marihuana, etc.) al menos en los últimos 90 días, con edad promedio de 26,9 años, en un universo total donde el 92,5% había sido arrestado alguna vez.



El grupo usuario de heroína en el último año había cometido 213.195 infracciones delictuales, de las cuales el 60% eran delitos sin víctimas (victimless crime) -venta de drogas (38%), prostitución, juego, etc.-, y por esos delitos sólo el 0,28% había sido detenido, mayoritariamente por hurtos en tiendas (17%) prostitución (15%) y drogas(14%). Lo anterior quiere decir que en promedio cada uno de estos usuarios de drogas delincuentes cometió 375 delitos en el año.



El grupo de usuarios de otras drogas cometió 137.076 delitos en el año, de los cuales el 55,8% fue sin víctimas. El 0,52% fue detenido por esas infracciones, con un promedio anual 320 delitos por año.



Para esa época se estimó que el número de adictos a la heroína en los Estados Unidos de América eran unas 500.000 personas. Si aquellas cometiesen el mismo número de delitos por año que los usuarios delincuentes de Miami se llegaría a 187.5 millones de delitos por año, que, sumados a los cometidos por los no usuarios de drogas, habría hecho la vida en EE.UU. insoportable e insostenible.



Según el estudio epidemiológico sobre el uso de drogas en Chile del CONACE para el año 2000, el 3% de la población entre 12 y 65 años usó alguna droga ilícita en el último mes -un 6% en el último año -, es decir 233.397 personas (CONACE 2001). Si a cada una de las personas de ese grupo le atribuimos un perfil de conducta delictual similar a la de los usuarios de drogas no narcóticas de Miami, ya que el uso de heroína o morfina aquí no es significativo (es decir, de 320 infracciones delictuales por año), tendríamos que en el país los delincuentes drogadictos habrían cometido 74.687.040 delitos por año. Casi 5 delitos por habitante año, aunque según el INE sólo el 30,2% de la población ha padecido algún delito en el último año.



Podemos ajustar aquella cifra estableciendo como hipótesis que quienes pueden desarrollar conductas delictivas a causa del consumo de drogas, sólo serían las 101.923 personas que el CONACE diagnostica como dependientes de las drogas ilícitas, que al aplicarle el perfil de 320 delitos año, daría 32.615.360 delitos año, algo más de dos delitos por habitante año. En Chile el total de denuncias por los delitos más graves — homicidio, lesiones, violación, robo, hurto, daño y drogas – llegan a 322.717 (Paz Ciudadana 2001), el 1% de la cifra de delitos atribuible a las personas que tendrían problemas con el uso de drogas ilícitas.



¿A qué se debe esta aparente contradicción entre los estudios sobre la relación entre drogas y delito? Si bien se podría afirmar que es parte de la «subcultura» delincuencial usar droga, eso no permite deducir que quienes consumen drogas son delincuentes. También sabemos que la mayor parte de quienes delinquen son pobres, pero no es cierto que los pobres sean delincuentes. La posesión de cuentas corrientes no es un predictor de los delitos de cuello blanco, pese a que para la ejecución de la mayor parte de ellos se empleen cuentas corrientes y sus hechores sean tenedores de las mismas.



De igual manera podemos decir que la pobreza y el uso de las drogas no son predictores del delito, pues en Chile hay 3.081.100 pobres (CASEN 2000), de los cuales 197.190 (6,4%) (CONACE 2001) han usado drogas en el último año y solamente 42.638 obreros y personas sin oficio fueron detenidos por robo y hurto (1,4%) en el año 2000 (Paz Ciudadana 2001). Pero, eso sí, constituyeron más del 70% del total de detenidos.



Ibán de Rementería. Corporación Ciudadanía y Justicia (Valparaíso).






















  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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