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Balance y proyección del Foro Social Chileno


El Foro Social Chileno ha dado un golpe sorpresivo a la opinión pública. El capital social del pensamiento crítico del país, aparentemente extinguido, emergió con una masividad inédita en estos 14 años de transición a la democracia. La sociedad civil chilena -fragmentada y precaria- supo, sin embargo, articularse y demostrar un ascendiente no despreciable: 60 mil personas convocadas en la marcha y 9 mil en las charlas del fin de semana, en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.



Tras este hito hay, por cierto, razones profundas. Durante la transición, la verdad pública de Chile ha sido construida -luego de la jibarización del Estado- por los grupos empresariales y por una clase política que se reconoce como tal, es decir, que se legitima en torno a sí misma y olvida el viejo concepto de representatividad de distintos grupos de la sociedad. Y es que a pesar de los ritos electorales y de las palabras al «pueblo», los ciudadanos no han tenido un espacio en la construcción del país post-dictadura.



Por ello, los bloques políticos -y especialmente la Concertación-, deben estar nerviosos ante esta fuerza que emerge y que no se reconoce en los referentes políticos tradicionales. Al llegar a La Moneda, el oficialismo dejó fuera a las organizaciones civiles y sociales que fueron su sustento en el combate contra la dictadura. Por eso, como respuesta, el Foro Social Chileno se ha constituido como sujeto político en tanto sociedad civil y poniendo las cosas en su lugar: los partidos políticos en el poder no han estado con la gente.



Desde el punto de vista político, muchos piensan que la Concertación ha hecho lo correcto al concentrarse en el poder, sobre todo si se consideran los niveles de popularidad de Lagos y la posibilidad cierta de un cuarto gobierno. Aparentemente es así, hasta ahora. Después de la manifestación crítica y paralela del Foro Social, no es seguro que el oficialismo no se haya atascado en ese terreno, en un lugar donde han perdido la capacidad de darse cuenta, en lo profundo, hasta qué punto se han quedado solos. Ciertamente, el supuesto liderazgo del presidente y su buena aprobación internacional no podrían salvarlos de este eventual colapso.



Durante estos catorce años, la pérdida de referentes puso a las organizaciones ciudadanas en una etapa de sobrevivencia e hibernación, cada cual aferrado a una pequeña tabla para mantenerse a flote. Por ello, el trabajo de organización del Foro tiene cimientos mucho más profundos que la organización de un puñado de actividades. Durante un año, con lentitud y paciencia, lo que realmente se ha hecho es reconstruir lazos, confianzas y la convicción colectiva de que por ese camino, ahora sí, otro Chile puede ser posible.



Así, ha quedado de manifiesto el capital político que se puede obtener con la unidad. Esta articulación, que se hace desde la diversidad, debería manifestarse en múltiples escenarios y con distintos actores, siempre bajo la premisa de fortalecer una columna autónoma y paralela a los otros poderes sociales.



Hoy, el Foro Social Chileno tiene en sus manos la responsabilidad del triunfo obtenido. Durante los últimos meses, nada se habló del día después. Ahora es el momento de la reflexión para los próximos meses y años. En ese contexto, proponemos una nueva articulación sin esquemas fijos, que consolide la confianza, la unidad y, por sobre todo, que avance en la construcción de un contrapeso para el desequilibrante poder económico y político que ha construido el país sin escuchar a las mayorías.



Patricio López. Director Ejecutivo Corporación Representa.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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