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«T de cobre» y píldora del día después


A propósito de la irrupción mediática que ha tenido por estos días la utilización de la píldora del después me acordé de una conversación que tuve hace un par de años con un diputado y médico de la Democracia Cristiana en una de las cafeterías del Congreso, cuando recién se comenzaba a discutir la legalidad del contraceptivo de emergencia.



Entonces, el diputado me explicó que la discusión que se estaba levantando era anacrónica y absurda. Con resignación este demócrata cristiano aseguró que la lucha por no legalizar métodos abortivos la habían perdido hacía ya muchos años, en los ’60, cuando se aprobó la utilización de dispositivo intrauterino también llamado «T de cobre» o DIU.



Y el médico tenía razón. Sus palabras coinciden con lo que señalan publicaciones médicas de distintos lugares cuando explican cómo actúa el dispositivo que es masivamente usado en Chile: «El DIU modifica el endometrio del útero de manera que el huevo fecundado no puede implantarse, luego el huevo no tiene lugar donde crecer».



Pero el tema va incluso más allá, porque tanto en publicaciones médicas como de reproducción elegida o feministas se lee que «el DIU se puede poner hasta 5 días después de una relación sexual no protegida, por ejemplo, en el caso de que se rompa un preservativo para ser utilizado en caso de emergencia».



Los métodos llamados de contracepción de emergencia son bastante conocidos y utilizados entre mujeres y médicos, y en general se los emplea como una forma de evitar llegar a un aborto que es más invasivo, riesgoso y caro.



Organismos dedicados la reproducción elegida (como Gire en México) recomiendan métodos «para el día después» como altas dosis de anticonceptivos, implantarse el DIU y otros. En quinto lugar se pone la píldora del día después porque el acceso es más difícil.



Entonces, y es lo que decía el médico DC, si en verdad se quisiera hacer un debate valórico por la legalidad de métodos abortivos habría que arremeter también en contra de la T de cobre y los anticonceptivos legales que ya hace mucho se emplean en casos de emergencia. Entonces, para ser coherentes, si una candidata presidencial o dirigente pretende decir que se opone a la píldora del día después, deberá decir que también se opone a la T de cobre. Lo otro sería desinformación y circo político.



En España, en 1999, el partido Izquierda Unida propuso al Congreso autorizar la utilización de la píldora del día después como anticonceptivo poscoital a fin de -sobre todo- reducir los abortos en adolescentes. El tema se debatió y el año 2001 ya contaba con las aprobaciones necesarias para su distribución. El Ministerio de Sanidad dijo que la Seguridad Social no financiaría dicha píldora y la Conferencia Episcopal llamó a los médicos católicos a hacer objeción de conciencia y no prescribir técnicas abortivas. Sin embargo, en la actualidad la píldora es recetada y financiada por la salud pública en todas las comunidades autónomas, incluso Madrid que está a cargo de una conservadora mujer del Partido Popular. La píldora se entrega en los consultorios a mujeres y adolescentes previa consejería de un profesional.



El medicamento también se usa en otros países de Europa como Italia, Alemania, Reino Unido, Holanda, Francia o Finlandia, donde es legal desde 1987. Se estima que la píldora de emergencia ha evitado muchos abortos, sin embargo el tema del uso masivo ha sido una preocupación (por cuanto el compuesto utilizado con frecuencia es dañino para la salud) y por eso se resalta la prevención cada vez que a una mujer está frente al médico explicando cómo se produjo su «emergencia».



Quizá Chile se saltó un peldaño. La forma más eficaz de evitar el uso masivo de la píldora es que la población, en especial los jóvenes, tengan incorporado el uso de un anticonceptivo, en especial del condón que además sirve para evitar enfermedades de transmisión sexual.



En Europa el uso del preservativo está bastante masificado especialmente en la población menor de 50 años gracias a políticas de educación que fueron de la mano con el acceso fácil y masivo del condón (en baños públicos de los malls, centros de estudios, bares, discoteques).



La píldora del día después se puede prescribir en caso de rotura del preservativo, entonces se hace urgente saber por qué la goma falla. Sería interesante que se conociera ampliamente que un condón tiene fecha de caducidad impresa, que no se los debe dejar al sol, que al ponerlos debe quedar sin aire, que no se debe abrir el envase con la boca, etc.



Mientras más correcto sea el uso, menos se utilizará la píldora abortiva. Eso lo supieron en los países europeos -paradigmas del sur- y apostaron y apuestan a la educación en prevención.



Abuso sexual



En todo caso, mirando hacia delante, los dirigentes políticos y religiosos que se oponen al uso de la píldora de emergencia deberán ir haciéndose la idea de que el uso de la píldora por concepto de «abuso sexual» no será tan marginal.



Seguro que dirigentes políticos y religiosos saben lo que ocurre en todos los sectores y comunidades que ellos representan. La mayoría de los abusos sexuales ocurren al interior de las familias o se dan entre personas conocidas; el tío, el primo, el padre, el padrastro e incluso con el confesor, como nos demostró el cura Tato, monseñor Cox y otros.



Es decir, hay una serie de abusos sexuales que suelen quedar fuera de las estadísticas policiales, pero que existen y que probablemente generarán afectadas que luego llegarán al médico pidiendo una píldora de emergencia.



Incluso más. Si una mujer acude una mañana al consultorio y le cuenta al médico que la noche anterior su marido llegó borracho y la obligó a tener sexo aún cuando ella no quería y cuando le explicó que estaba en sus días fértiles ¿Qué debería hacer el profesional? ¿Podría asegurar que ella no fue víctima de una violación y por tanto negarle la píldora?



Soledad Pino es una periodista chilena actualmente radicada en Madrid.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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