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Militares y comunistas


Cuando el Ejército y las FF.AA. celebran el día de sus glorias, parece oportuno iniciar algunas reflexiones acerca de los aspectos conflictivos que se mantienen, en la relación de los militares con el resto de la ciudadanía. Esta aún dista mucho de la que debe existir en una sociedad moderna y democrática.



Estos conflictos se originan, evidentemente, en el golpe militar de 1973, y más tarde, durante la dictadura de Pinochet, la brutal represión contra la población en general, la conculcación de las libertades y la imposición de políticas públicas marcadas por el revanchismo anti popular y contra la parte civil del Estado.



Ello se prolongó durante la transición, debido a la no subordinación de los militares a la autoridad civil y la persistencia de privilegios especiales -incluido el escandaloso enriquecimiento del propio Pinochet y otros militares superiores haciendo abuso de sus cargos-, aspectos que se mantienen en parte importante. Muchos de estos conflictos permanecen, incluso después de las recientes reformas constitucionales, que permiten al Presidente remover a los comandantes en jefe, y del giro democrático de la jefatura de las FF.AA., simbolizado por la persona del general Juan Emilio Cheyre.



Dichos aspectos conflictivos siguen afectando en general la relación de las FF.AA. con la ciudadanía, sin embargo, se expresan en su grado más elevado en la relación entre las FF.AA. y un sector significativo de la ciudadanía, aquel representado por la coalición que apoyó el gobierno del Presidente Salvador Allende, y muy especialmente, en la relación entre los militares y los comunistas chilenos.



Como es bien sabido, los comunistas siempre han considerado cuidadosamente el rol de la fuerza en la ecuación de la hegemonía y el poder. En este sentido, entienden muy bien, y mejor que otros grupos ciudadanos, el rol de las FFAA., en la sociedad. Este año, por ejemplo, el mejor alumno de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos fue aquel designado para estudiar allí por el Partido Comunista, en respuesta a la invitación respectiva, que gentilmente les hiciera llegar la ANEPE. Su tesis para optar al grado de magíster en seguridad y defensa, desarrolla en forma brillante una visión crítica acerca de la estrategia total de Beaufre, uno de los principales teóricos en que se inspiran las FF.AA..



Por lo mismo, responsablemente, los comunistas estimaron necesario, en un momento, desarrollar una capacidad de respuesta militar para fortalecer el movimiento de resistencia a la dictadura, modesta, pero no poco efectiva, como lo demostraron el atentado contra el dictador y el desembarco de miles de armas. Dicha fuerza militar cumplió un papel no menor en la reconquista de la democracia, aunque ello todavía no recibe el reconocimiento que merece, debido a que todavía no se restablece la unidad entre las fuerzas democráticas, cuyas dos grandes corrientes, una más moderada y otra más radical, compitieron intensamente entre sí por la conducción del movimiento antidictatorial, que ambas impulsaron.



Igualmente, los comunistas han impulsado sin tregua el movimiento por los derechos humanos, que ha logrado, con el apoyo abrumador de los chilenos y usualmente en contra de toda la institucionalidad o buena parte de ella, imponer cada vez más que se haga justicia y se sancione a quiénes cometieron crímenes contra la humanidad durante la dictadura.



En ese sentido, los comunistas y los militares chilenos han sido serios adversarios. Sin embargo, ello no siempre ha sido así en la historia de Chile y no lo será tampoco en el futuro. Puede ser de interés mencionar algunos tópicos que pudieran servir de base a un futuro diálogo.



El Estado y de los militares en particular, cumplieron un rol progresista de gran significación durante buena parte del siglo XX, en términos de promover simultáneamente la industrialización del país y el cambio social. El Estado desarrollista de bienestar social nace en Chile el 11 de septiembre de 1924, cuando un movimiento militar obliga al parlamento a promulgar legislación social que los parlamentarios oligarcas mantenían en el sueño de los justos por años. El servicio de seguro social y el Banco Central fueron creados simultáneamente, por parte de un gobierno militar encabezado por Carlos Ibáñez, en los años 20.



Los militares, jugaron un papel importante, respaldando el desarrollismo Estatal durante buena parte del siglo, bajo gobiernos de muy distinto signo. Los militares permanecieron leales a los gobiernos desarrollistas mientras estos educaban y daban salud a la población, aprobaban la sindicalización campesina, realizaban la reforma agraria y nacionalizaban el cobre. Esas fueron las grandes transformaciones que permitieron que Chile saliera de su atraso secular y se proyectara hacia la modernidad.



Durante todo ese período, los comunistas y los militares coincidieron en estos grandes objetivos y los impulsaron en forma paralela. Más allá que en determinados momentos, los militares fueron utilizados para reprimir a los comunistas, y como regla general no fueron muy amigos.



Esa honrosa tradición progresista de las FF.AA. se interrumpió bruscamente el 11 de septiembre de 1973, como es bien conocido. Sin embargo, incluso después del golpe militar, a pesar que Pinochet violó casi todas las leyes, el gobierno de las FF.AA. se cuidó bien de respetar en lo fundamental dos muy significativas: la reforma agraria y la nacionalización del cobre.



Es claro que los campesinos que más merecían la tierra, aquellos que habían luchado por la reforma agraria, no recibieron ni una sola hectárea. Muy por el contrario, durante los días posteriores al golpe ellos fueron «poroteados» por los ex latifundistas desde camionetas donde acarreaban a carabineros y militares que los detuvieron y fusilaron a sangre fría. Sus nombres son la mayoría en la lista de detenidos desaparecidos y ejecutados por la dictadura, que está esculpida en piedra en el cementerio general de Santiago. Ä„Que episodio más vergonzoso para las FF.AA. Chilenas! Sin embargo, otros campesinos si recibieron tierras y en Chile no se reconstituyó ni un solo latifundio.



Igualmente, CODELCO no sólo no se privatizó, sino se duplicó en tamaño entre 1974 y 1989. Es verdad que ministros de Pinochet promulgaron la legislación que luego permitiría entregar dos tercios del cobre nuevamente al capital extranjero, que lo extrae sin pagar un peso, Sin embargo, ello se materializó en lo principal durante la transición.



Hoy, felizmente, están quedando atrás estas tres décadas años, que probablemente serán recordadas como un momento unilateral en que, bajo el alero de los militares, los empresarios y un pequeño grupo de chilenos privilegiados, gobernaron en su exclusivo beneficio, con extremo revanchismo y fanatismo ideológico.



Se avecinan tiempos diferentes, en los cuales Chile deberá dejar de dar la espalda, y se integrará al gran proyecto que está en marcha al otro lado de la cordillera, que sin duda alguna convertirá a América Latina en una de las grandes potencias económicas del siglo XXI.



Hoy somos 600 millones y seremos 900 millones a mediados de siglo, solo que ya no más campesinos sumidos en la ignorancia, sino ciudadanos modernos. Los gobiernos Latinoamericanos llevarán a cabo grandes proyectos desarrollistas, como redes de carreteras y ferrovías de alta velocidad, como las que existen en Europa o los EEUU, que nos llevarán rápidamente de Santiago a Caracas; una ciencia y tecnología autónomas y asimismo, una industria de defensa autónoma -no podemos depender de los Estadounidenses en estas materias si queremos efectivamente llegar ser una potencia de significación. La construcción de un Estado de bienestar moderno será la argamasa que proporcionará cohesión a nuestras sociedades y países.



En el impulso a este gran proyecto neo desarrollista, nuevamente, como ocurrió durante buena parte del siglo XX, una vez más volverán a encontrarse los comunistas y los militares. Así también, se podrá recomponer a cabalidad la relación entre las FF.AA., y la ciudadanía en general.



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Manuel Riesco es ingeniero civil y economista del Cenda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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