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Saber conversar en elecciones


Se aproximan las elecciones presidenciales y parlamentarias. Se trata de tiempos republicanos que debemos saber aprovechar bien. Se configura así una magnífica oportunidad para conversar. Mal que mal somos los únicos seres vivos que lo hacemos. Poseemos razón y discurso, Ä„aprovechémoslo con alegría! Pero no se trata de hablar acerca de la vida sentimental de un famoso deportista o de la última teleserie. Se trata nada menos que de conversar acerca de Chile, su pasado, presente y futuro. Y para saber conversar debemos aprender a escuchar y a hablar. Los candidatos deben concentrarse en prestar atención a quienes queremos representar. Y los ciudadanos deben saber aprovechar esta magnífica oportunidad para hacer sentir su voz acerca de sus sueños, demandas y propuestas. Y sobre todo observarse mucho mutuamente, para saber bien a quien tenemos al frente. Para eso son los procesos electorales: conversar mucho acerca de nuestra patria, la de nuestro barrio, comuna y país. Mal que mal los parlamentos son lugares donde se «parla», congresos donde se congregan los representantes del pueblo para hablar y decidir acerca de Chile y su destino.



El objetivo final de las elecciones es nada menos que seleccionar a quienes nos gobernarán por cuatro años. La democracia moderna es el gobierno de los representantes del pueblo libremente elegidos por el pueblo. En diciembre elegiremos a personas que nada menos que tendrán mandato para declarar la guerra o aprobar cuantos millones de millones de pesos destinaremos a educación, salud, vivienda o previsión social. No es cosa menor, por lo que no podemos actuar como unos irresponsables que entregamos el voto como quien elige entre la Coca Cola y la Pepsi Cola. Estamos en el espacio público, no en el privado. Aquí se trata nada menos que de pensar y actuar conforme al interés general, aquel que nos incumbe a todos. ¿Qué podemos hacer en estos setenta días que se nos vienen por delante? Pues conversar, mucho y bien.



Conversar es hablar con una o varias personas. Cuando lo hacemos misteriosamente comenzamos a experimentar distintas conversiones pues nos acercamos o nos alejamos de las opiniones, ideas y creencias de los otros y de nosotros mismos. Todos recordamos una conversación con un hombre o mujer que nos cambiaron la vida. Conversamos con los que nos reconocemos como teniendo algo en común, ya sea la compañía del vecindario, el convivir del conciudadano, el ideal del correligionario o la creencia del hermano en la fe. Se trata entonces de conversar para compartir, cohabitar, convivir en paz, juntos y en armonía. Pues hablamos de conversaciones y no de lanzarnos palabras como quien arroja una piedra.



Conversar es un saber escuchar y un saber hablar. Hablar sí, pero sabiendo hacerlo. Hay que saber darse a entender con claridad. Si tendré una reunión de una hora con un candidato al parlamento, no puedo desaprovechar esa oportunidad. Y la desaprovechamos si no hablamos o lo hacemos mal. Cada uno habla como quien es según su nacimiento. Ä„Hablamos en castellano y no en inglés! Cada uno habla según su condición, experiencia y condición. Ä„Y de lo que no se sabe, mejor es no hablar! Podemos hablar de más, es decir sin aportar en nada y sin influir en nadie. Podemos hablar a tontas y a locas, sin reflexión y a la primera. Bueno es recordar que uno es esclavo de lo que dice y libre de lo que calla. Podemos hablar con franqueza, fuerte y alto, como hombres y mujeres libres. Pero también podemos como seres serviles, adulando al poderoso y pidiendo un favor a cambio de nada.



Conversar es saber escuchar. Se trata de poner atención a lo que se oye y a la persona que nos habla. Se trata de dar oídos y de atender al otro. Es aplicar el oído a lo que nos dicen y expresan a través de un gesto del rostro, ademán corporal o comportamiento personal. Escucha se llamaba en tiempos de nuestras bisabuelas a la criada que dormía cerca de la alcoba de su ama para oír si la llamaban de noche. Escucha era la pequeña ventana dispuesta en los palacios donde se tenían los consejos de gobierno y los tribunales superiores. Allí se acercaba el rey cuando así lo quería para oír, sin ser visto, lo que sus consejeros le sugerían que votase. En tiempos de democracia el pueblo es el rey que debe saber hablar y el candidato el criado que debe saber escuchar. Tiempos de elecciones, tiempos de conversaciones interminables acerca de Chile.



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Sergio Micco Aguayo, abogado y cientista político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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